Miguel Ángel Díaz

Elecciones, democracia y política

En las sociedades civilizadas se busca siempre una mejora continua, una transformación, pero siempre, a través de los canales democráticos. Hoy en nuestro país, existe la tentación -cada vez más acentuada para una parte de la población- a destruir, piensan que “tumbando” la institucionalidad, se puede hacer el cambio. ¡Qué equivocación!.

En otras naciones, algunas áreas han tardado 200 años en transformarse con la  pretensión de mejorar las condiciones de vida de sus pobladores, por ejemplo, en materia de equidad entre sus diferentes regiones, hay casos puntuales como lo ocurrido en países como Italia, Francia y Alemania a los que les ha tomado varios siglos para lograr sus cambios y transformaciones, sin embargo en Colombia, con escasos 200 años de vida republicana, pretendemos tener el sistema y las condiciones de vida de naciones que, hoy lideran el desarrollo a nivel mundial.

En la actualidad, existe la convicción en colombianos de todas las regiones y condiciones socioeconómicas, que debe haber un cambio para lograr el país que todos queremos, estamos de acuerdo, con que es necesario tener procesos de inclusión, no puede ser -como pretenden algunos- un tema de ricos y de pobres, de regiones del norte y el sur como sucede por ejemplo en Italia; no puede ser un tema de hemisferios como el hemisferio norte o el hemisferio sur o los países del primer mundo contra los del tercer mundo. No podemos acrecentar las brechas, ni aumentar las diferencias entre sectores sociales, no nos podemos permitir, creer en un discurso que acrecienta la lucha de clases; al contrario, es integrando la sociedad, tenemos que buscar soluciones a partir de un modelo basado en el respeto por los derechos humanos, a la vida, a la propiedad, a la intimidad, a la privacidad, pero sobre todo el respeto a la paz y la tranquilidad.

Las llamadas revoluciones de algunos países, no han dejado nada bueno, cambiar a un opresor por otro, no ha solucionado nada, los ejemplos saltan a la vista, naciones que cambiaron a sus opresores por dictadores de izquierda, como ocurrió en Nicaragua, país en el que todos decidieron apoyar a Daniel Ortega y resultó “peor el remedio que la enfermedad”.

Un ejemplo aún más cercano, es Venezuela, un país que “sufrió” durante décadas la ineptitud de sus gobernantes, con flagrantes casos de corrupción que agotaron a su pueblo y entonces decidieron dar un salto al vacío, para ponerse en manos de un régimen que se presentó como la solución a todos los problemas, que llegó con promesas de cambio, pero que todos sabemos que desde que se llama República Bolivariana de Venezuela, los únicos cambios que han hecho son “cosméticos” como el cambio de su nombre, su himno y su constitución, esta última si, generando un gran desequilibrio que le dio un vuelco a la institucionalidad ¿Quién sensatamente podría decir que hoy después de la revolución Bolivariana esta mejor? ¿Sus condiciones sociales, económicas o de salud son mejores que hace 20 años?

En Colombia lo que debemos aprender es a elegir, se necesitan líderes coherentes, que convoquen a consolidar la unión del país, que proyecten la nación hacia la reactivación económica  y la generación de empleo, no aquellos que ahondan en las diferencias, baten banderas que profundizan las brechas con discursos anacrónicos sobre la lucha de clases, que estigmatizan la libre empresa y al empresario, cuando el avance de una nación depende de que empresas y empleados vayan de la mano en la búsqueda de la equidad, del equilibrio con los que se transforma a una nación.

Tenemos mucho que aprender y deberíamos comenzar por las enseñanzas de líderes como Nelson Mándela, cuya lucha por lograr los cambios sustanciales que merecía su pueblo, no la hizo incitando a la violencia, tampoco invitando a las armas o las vías de hecho para derrocar al gobierno de entonces; lo hizo desmontando las estructuras clasistas del apartheid combatiendo el racismo institucionalizado, la desigualdad, la pobreza y a su vez, promoviendo la reconciliación social.

Para que un país avance en todos los aspectos, debe estar de acuerdo –tal como lo decía el inmolado estadista conservador Álvaro Gómez Hurtado- en lo fundamental, hay que elegir gente buena, correcta, ética, que no tengan máculas, que no hayan tenido o tengan investigaciones por actos de corrupción, que no estén implicadas en actos poco ortodoxos que aunque la justicia les haya exonerado, sigan siendo inexplicables e indefendibles, porque se convierten en una cifra más de la impunidad y en el peor ejemplo para la sociedad; hay que elegir personas que no tienen antecedentes judiciales, que no tienen investigaciones ni citaciones de la fiscalía, hay que elegir personas con una vida  pública transparente.

Es muy importante que elijamos bajo el respeto de las vías constitucionales y legales, reflejado en el respeto de la institucionalidad, el respeto de las formas que están previstas para generar un cambio democrático sin afectar las libertades económicas, las libertades sociales; no es a través de la intimidación, del sabotaje, del vandalismo, de acabar con la propiedad privada y pública como vamos a lograrlo, todo ello genera detrimento del patrimonio del estado, el daño a los bienes públicos y privados, finalmente nos cuesta a todos; los daños a un puente, a una carretera, que atentan contra la seguridad alimentaria,  afecta a todos los colombianos y cabe recordar que  la inflación que estamos viviendo no es solo porque el país importa más caro, es que tenemos hoy el resultado nefasto, de un país bloqueado durante más de 4 meses, que llevó a la quiebra a muchos productores y distribuidores.

¿Como se logra el cambio? ¿Como se logra bajar la inflación de un país? a través de políticas sociales como el aumento del salario mínimo que mejora la capacidad adquisitiva de los colombianos. En el 2021 la inflación fue del 5.6 % y el aumento salarial fue del 10.57 %, en 10 años se recupero la brecha del costo de vida frente al salario mínimo, es así, con cambios sociales integrando a la sociedad a través de los subsidios a la demanda, como se inserta a la población económicamente activa a la economía y al sistema financiero a más de 6.5 millones de colombianos que no hacían parte de familias en acción, de los jóvenes en acción, del SISBEN; los cambios comienzan incluyendo a los verdaderos marginados,  a los que no les llegaba ninguna clase de ayuda, pero hay que buscar soluciones reales para estas personas, no podemos crear una cultura de la mendicidad, de las ayudas permanentes que anulan la creatividad, la imaginación, la transformación, el emprendimiento, la inventiva y los deseos de superación del ser humano como valores auténticos.

También hay que estar de acuerdo en que son necesarios el respeto a la ley y la autoridad, y no como pretenden algunos, con sus propuestas de anarquía, de destrucción e irrespeto para generar caos e incertidumbre. Vale la pena recordar como entre 1996 y 1999 Colombia fue calificado por expertos líderes internacionales, analistas y por la misma Organización de Naciones Unidas –ONU- como un estado fallido y fue solo a través de la recuperación del orden, de la seguridad, de la gobernabilidad y de la presencia del estado en vastas regiones del país, que recuperamos el orden económico, social y político, fue así como por primera en décadas, que de verdad hubo elecciones libres, sin presencia de los actores violentos como la guerrilla y los paramilitares. Se despejaron de la violencia grandes extensiones del país, por lo que el campesinado pudo ir a los municipios a votar para escoger libremente a sus candidatos.

En esos acuerdos sobre lo fundamental, debemos respetar las libertades económicas, la libertad de la iniciativa privada, el patrimonio y la propiedad, porque si bien la Constitución Nacional tiene prevista la propiedad con función social, no es menos cierto que, el estado colombiano, no le ha dado la atribución a ningún gobernante para la confiscación o para la desaparición de este modelo económico que, con las dificultades propias de las democracias, ha logrado hacer sostenible al país,  ha generado desarrollo y empleo, lo cual siempre será mejor que los regímenes totalitarios, que  privan esas libertades y someten a los pueblos a una dependencia económica a través de dadivas y subsidios permanentes. (Véase los ejercicios de planificación estatal de la Unión Soviética que condujeron a un sistema económico inviable e insostenible). Solo a través de la libertad individual, del empleo, de la creación de empresas es que se logra un crecimiento económico estable y sostenible, porque son solo las empresas las que generan impuestos y los empleados con ingresos estables las que pueden sostener las cargas tributarias de los países, si no hay ese ingreso los estados ni los gobiernos se pueden sostener.

Cualquier candidato o aspirante a gobernar el país, tiene que estar sintonizado con el camino de la prosperidad, del desarrollo y de la transformación; buscando los medios institucionales, la educación, la equidad, la proliferación de otras industrias, el apoyo a los sectores económicos dirigidos a la exportación y por supuesto, debe recuperar el orden público de las regiones que no permiten exportar o que la producción llegue a los centros de distribución.  La sustitución de cultivos se debe fomentar para evitar perpetuar los negocios del narcotráfico y los delitos conexos como la extorsión, el secuestro y el trafico de armas y personas.

Defendamos la democracia. La coyuntura política actual señala que es deber de todos los ciudadanos defender la institucionalidad colombiana esto se refiere a que es importante que la Constitución Nacional, la ley, las instituciones por precarias que sean, son nuestro único capital político y jurídico.

La gran oportunidad que tiene hoy el pueblo colombiano, es la de hacer una transformación social mediante el cambio constructivo, es decir, mejorar lo actual, hacer cosas nuevas y diferentes sin destruir lo vigente. Podemos mejorar la Policía, podemos mejorar el Congreso, podemos mejorar toda la institucionalidad colombiana, sin destruir lo que existe.

Para el caso de una institución tan importante como la Policía Nacional, es necesario que quien llegue a dirigir los destinos del país y quienes lleguen al Congreso de la República, sean personas que entiendan la función y labor de la fuerza pública; un ente creado para mantener la seguridad, para salvaguardar la honra y bienes de los colombianos,  pero cuya imagen y moral han sido socavadas, olvidando que gracias a sus labores se ha contenido la avanzada de la criminalidad, que ha sido por la eficacia en sus estrategias que se ha logrado destruir bandas delincuenciales y eliminar importantes cabecillas de grupos terroristas y del narcotráfico; aún está fresca en la memoria, la historia de cientos de policías que ofrendaron su vida en la lucha por capturar al líder del cartel de Medellín, Pablo Escobar quien en el llamado “plan pistola” puso precio a las vidas de integrante de la institución (1 millón de pesos por cada agente, 2 millones por un suboficial, 3 millones por un oficial y hasta 5 millones por un integrante del bloque de búsqueda).

La institución ha mostrado resiliencia, capacidad de transformación y hoy, contamos con una de las policías mas modernas del mundo, en sus aulas y academias se capacitan para proteger y garantizar los DD.HH., y en cuanto al congreso, no podemos olvidar que, aunque se requiera una gran mejoría en la escogencia de sus integrantes, es la institución que hacer el control político al Gobierno Nacional; hay que elegir bien, si lo hacemos el cambio será notable.

Así que la responsabilidad es de todos, si queremos cambios en el país, si deseamos que se acabe la corrupción, hay que votar con responsabilidad, pensando en el futuro de la nación, de las nuevas generaciones, no más entrega de nuestra dignidad, no más venta de conciencias, vamos a votar en contra de la corrupción, en contra de la demagogia, de los cantos de sirena, somos los colombianos los que tenemos el deber de votar, pensando en la proyección del país.

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