En cinco días, los colombianos iremos a las urnas para elegir al presidente que gobernará nuestro país durante los próximos 4 años. Ha sido una campaña compleja, donde ha reinado el juego sucio y el odio, las denuncias, los personajes sin escrúpulos, muchos de ellos con denuncias a cuestas, los escándalos de espionaje y pactos clandestinos, una campaña en la que algunos prometen poner a vivir sabroso a sus votantes y un cambio en primera, en la que incluso alcaldes se vieron involucrados por, al parecer, usar presupuesto de las ciudades para promover a sus candidatos.
Hay quienes piensan que al elegir al próximo presidente, los problemas de Colombia desaparecerán, hay quienes creen que no tendrán que trabajar como hasta ahora lo han hecho, porque vendrán subsidios de todo tipo, por que la tierra se democratizará y la riqueza será redistribuida, y porque además contarán con un sistema preventivo de salud, en donde los médicos irán de casa en casa a ver cómo avanzan los pacientes; hay quienes creen que la violencia desaparecerá porque han prometido meter a delincuentes, actores armados, corruptos y cuanto bandido quiera, en una especie de cápsula redentora, en la que ellos puedan ingresar, ser perdonados y tener una vida tranquila, una vida sabrosa, con el llamado perdón social.
Hay quienes han prometido desmontar al Esmad para darle espacio a los delincuentes de la primera línea, y que las instituciones se dobleguen y comience una nueva era de anarquía, donde además se reforme al Banco de la República, se ponga fin la exploración petrolera, se eliminen los estratos sociales, se emitan billetes por doquier y se impongan más aranceles a las importaciones, para supuestamente estabilizar la economía del país, cuando lo único que se lograría con esto, sería un colapso financiero.
Vendrán días difíciles, de eso estamos convencidos, las crisis internacionales ocasionadas por los problemas de salud, la economía y los conflictos, nos pasarán factura en gran medida, pero en nuestras manos está el elegir la mejor opción para todo lo que se avecina. De manera que el próximo 29 de mayo tendremos la gran oportunidad de ejercer nuestro derecho al voto, en una nación en la que aún contamos con la dicha de una democracia libre, así que sólo basta elegir si queremos a un líder que nos prometa cuanto disparate se le venga a la cabeza con la única intención de ganar votos para llegar al poder o si nos decidiremos por una persona sensata, que piense en los intereses de Colombia a nivel global, que busque controlar la inflación, que sepa proteger el ahorro de millones de pensionados, que enaltezca las instituciones y tenga la certeza de que el crimen tiene que pagar. A todos los votantes, mucha sabiduría y que Dios bendiga a Colombia.