Energía nuclear y oportunidades

El país necesita apostarle a proyectos de gran envergadura para recuperar la competitividad y la productividad, si no recomponemos el tejido empresarial privado que jalona empleos formales, la reactivación económica no será vigorosa y su respectivo costo social puede amenazar los cimientos de nuestra democracia. Pero más importante que la reactivación de la economía es su repotenciación, tenemos que preguntarnos cómo vamos a diversificar nuestro sector productivo para adaptarnos a las nuevas tendencias del mercado y atender la demanda internacional en sectores con alta potencialidad como la manufactura, los servicios, el agua, la agroindustria y la energía.

Algunos estudiosos sostienen que la historia económica empezó con los flujos de energía que permitieron transportar grandes cantidades de carga y de personas, transformando las necesidades humanas y por ende volviendo imposible el sistema de trueque y reemplazandolo por el papel moneda. La energía se define como la capacidad de movimiento y trabajo de la materia, ergo, toda la cadena de valor de los bienes que consumimos requiere de energía. La forma más común y eficiente de energía es la combustión fósil, cuya emisión de gases efecto invernadero está acelerando exponencialmente el calentamiento global.

Sin embargo, también hay otras fuentes de energía limpias y renovables como la eólica o la solar, con 7 minutos diarios de luz solar sería suficiente para suplir la demanda de consumo mundial, el problema radica en la tecnología para que los paneles absorben un porcentaje mayor y en la captación de la totalidad de los rayos de sol, los cuales requieren grandes campos y costosas inversiones. Aunque no son excluyentes, una alternativa es la energía nuclear que se libera cuando se unen dos núcleos de átomos livianos o se separan dos núcleos pesados, esos procesos son conocidos como fusión y fisión nuclear. Al producirse la explosión se liberan neutrones y energía en forma de calor que sirve para calentar agua y generar vapor que puede impulsar turbinas de energía eléctrica o eólica. La energía nuclear es ininterrumpida y no emite gases efecto invernadero.

En Colombia el 70% de la energía proviene de hidroeléctricas, e Hidroituango se consolidó como el último proyecto icónico de generación de energía en el país, nuestra riqueza hídrica nos permite producir energía suficiente para exportar sin afectar el funcionamiento del país. En 32 de los 195 países hay actualmente 413 reactores nucleares en funcionamiento. Según el informe anual World Nuclear Industry Status Report (WNISR), la energía nuclear satisfizo alrededor del 10% de la demanda mundial de electricidad en 2019. En 1996, el porcentaje más alto fue el 17,5%.

A pesar de tener resueltos los problemas de demanda interna y de observar un decaimiento de la industria en lo últimos 25 años, hay países como Rusia que están pensando en exportar la construcción de plantas de energía nuclear, en Estados Unidos que es el país con más reactores se están construyendo dos nuevos y en Francia que es el país más dependiente de la energía nuclear no han definido si van a invertir los 100 mil millones de euros que necesitan para que la industria siga en pie o si dan un paso hacia otra dirección, está decisión que se tomara después de las elecciones de 2022 puede definir gran parte del futuro del sector.

Además, los altos costos de inversión, el escaso capital humano, los retos en seguridad, el posible rechazo de las comunidades, las dificultades regulatorias y el manejo de los residuos radioactivos son retos que convierten esta iniciativa en altamente riesgosa, pero la humanidad ha progresado con la capacidad de comunicarse para cooperar y resolver problemas. 

Los residuos pueden ser almacenados en satélites espaciales (que tengan otras funciones), en materia regulatoria se puede exigir el fortalecimiento técnico de las instituciones energéticas en el país como condición de inversión, en cuanto al manejo de comunidades, no solo las plantas deben quedar en terrenos poco fértiles y alejados de la población civil, sino que se tiene que pensar en modelos mixtos de economía social que beneficien de manera tangible y en el tiempo a las comunidades impactadas, respecto a la seguridad, aunque los accidentes han sido muy pocos (pero desastrosos), la tecnología parece estar avanzando hacía reactores con exiguas probabilidades de accidentalidad, inclusive si hay fugas o recalentamiento, deberíamos estar reservando los reactores que está construyendo Bill Gates. 

Si lo que asusta es la falta de inversión y capital humano, la emisión de bonos siempre ha sido un instrumento serio de financiación en Colombia, además ahora existe la figura de APP fundamental para la estructuración e implementación de grandes proyectos. También se abre la oportunidad de crear un ecosistema académico que se adapte a este sector no debería ser un impedimento para las instituciones de educación superior (en otra columna expondré la reforma a la educación que debemos impulsar). Y, ¿para qué vamos a hacer todo eso?, porque estamos ante la oportunidad de volvernos potencia energética en el largo plazo.

Sin mencionar el potencial turístico de Colombia y las oportunidades en el sector servicios, a nuestra cultura amabilidad hay que agregarle sofisticación y etiqueta para que las inversiones lleguen a los lugares más hermosos de Colombia. Si logramos apostarle con esa energía a potenciar el sector agroindustrial y ejercemos soberanía sobre el agua con inversiones público-privadas, podemos ser potencia en 3 sectores que irrigan recursos a otros campos de la economía para mejorar la competitividad, hoy más que nunca necesitamos el matrimonio estado-academia-inversión privada. Que los debates del futuro no sean sobre seguridad, desigualdad, enfermedad y pobreza sino sobre mejorar constantemente la calidad de vida de ciudadanos libres, sanos y seguros.

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