Es hora de no echarnos más cuentos

La pérdida de puestos de trabajo y la dificultad de la reactivación con la crisis de 2020 tuvo consecuencias muy graves en términos sociales. La cuarentena además mostró que nos veníamos diciendo cuentos sobre la pobreza en el país y eso hace pensar que es hora de tomarse en serio el manejo de la información oficial.

Según los cálculos de Fedesarrollo, la pobreza en 2020 podría superar el 49%. El crecimiento de esta cifra refleja dos realidades. No solo evidencia la crisis generada en todo el mundo por la pandemia, sino que también está mostrando un cambio o, para algunos, una corrección en la metodología de medición de la pobreza que venía haciendo el DANE.

A pesar de que en esta entidad se explica la modificación como una simple actualización después de una década en la que se venía aplicando la misma fórmula, expertos como Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo, afirman que durante 10 años el cálculo se estaba haciendo de forma errada. Según las afirmaciones que hizo Núñez para una entrevista de la Revista Dinero, el DANE bajó en 2010 la línea de pobreza monetaria (el ingreso mínimo por debajo del cual se considera que un hogar es pobre) de manera arbitraria. De ese modo, en ese año, se bajó el indicador de 44% que había marcado originalmente a un 37%.

Según información de varios diarios, como Portafolio en 2011, la variación desató muchas críticas. Con la metodología anterior a 2009 se consideraba que alguien era pobre si ganaba menos de $281.384 al mes y estaba en pobreza extrema si tenía ingreso menor a $120.588 pesos mensuales. Con el cambio de 2010, casi que, por arte de magia, se bajó ese techo y se dijo que ahora se era pobre si se devengaba menos de $187.079 y pobre extremo con menos de $83.581. Se sacó de la pobreza, de esa manera ficticia, a un 7% de la población.

Para 2020 se decidió volver a subir la línea, “actualizarla” según el DANE. El techo de ingreso por debajo del cual alguien debe considerarse pobre sería de $267.003 pesos con la metodología adoptada en 2010. Con el nuevo cálculo ese umbral sube a $327.747 pesos. La línea de pobreza extrema pasa de $123.043 a $137.350.  A pesar de este ajuste, está en lo cierto Núñez al afirmar que esto no puede ocultar que durante 10 años se tomaron decisiones sobre recursos, políticas, planes o inversiones con base en información imprecisa y eso hizo mucho daño.

Según la “Nota Macroeconómica No 20”, de la Universidad de los Andes (mayo, 2020), la crisis desatada por el Covid-19 muestra que, por lo menos, parte de la reducción de la pobreza que han reflejado las estadísticas los últimos años tenía detrás un crecimiento de una clase media frágil. Esto implica la existencia de una cantidad muy importante de hogares con nivel de ingreso y consumo superior a la línea de pobreza, pero no muy lejos de ese margen y, por ende, muy vulnerables al ciclo económico, es decir, a una crisis.

En realidad, esos hogares deberían haber seguido siendo calificados como pobres, pero gracias a un indicador cuestionable, fueron irresponsablemente mostrados como nueva clase media.

Esto se agrava, como lo señala la investigación de los Andes, porque los hogares que están en esa categoría se caracterizan por depender, en gran medida, de actividades informales lo que hace que sus fuentes de ingresos sean débiles e inestables. Todas estas variables hacen que “las clases medias vulnerables y los hogares de ingresos más bajos se vean más afectados por la crisis actual y sus consecuencias futuras”.

La pandemia derribó el castillo de naipes. Ese supuesto crecimiento de la clase media no sólo era débil, sino que ocultaba una realidad de pobreza en la sociedad colombiana todavía mucho más alta de lo que mostraban las cifras. Datos que podían ser muy convenientes para los distintos gobiernos, pero que distorsionaban la base de las decisiones de política pública. Esto hizo que los efectos de la emergencia fueran tan arrasadores y las respuestas oficiales lentas. Los gobiernos nacionales cerraron los ojos ante la realidad de la pobreza en el país.

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