Convulsiones del mercado en el fútbol colombiano, que en el pasado llamaban de piernas, por el agitado movimiento de jugadores que saltan de un club a otro, todos libres de cargo en sus transferencias, algunos con calidad indiscutible y otros anunciados como estrellas, con hojas de vida infladas pese a sus condiciones discretas.
Muchas veces se firma a los escogidos por influencia de los entrenadores, a quienes les interesa el dinero extra y no la justa y exacta valoración de sus aptitudes.
Por eso el aficionado entra en dudas respecto a si su club preferido se refuerza o se maquilla, suple necesidades o simplemente retoca su nómina con ocultos intereses.
Ya no pesan las individualidades, otro aspecto en el que el fútbol se ha transformado. No se ven en la vitrina figuras descollantes, con magia en los pies o magnetismo en el cuerpo. Prefieren ir a otros lados.
Quienes convulsionan el ambiente, como Arturo Vidal, el chileno que gestiona el América, están en proceso de salida, pese a su notable influencia.
Lejanas, aunque cuestionadas en tantos aspectos, están las épocas en las que los clubes en competencia sacudían el mercado con atractivas contrataciones.
Hoy la preferencia está en los futbolistas que corren, meten, marcan, de acero en sus duelos, pero con limitadas aportaciones técnicas. Es la exaltación de los mediocres como rutinario irrespeto a los aficionados.
Las figuras, como Chara y Cantillo del Junior y Michel Barrios de América, regresan al agotarse sus ciclos en el exterior, porque extrañan los aplausos de su pueblo o desean acercarse a la selección para entrar en el radar del entrenador Nacional, Néstor Lorenzo.
Pronto, en pocos días, empezara a diseñarse el perfil de los favoritos, lejos del esplendor que venden los medios, cuando empiece la competencia.
Con los clubes chicos en desventaja dadas sus limitadas inversiones. Así es en todas partes. Aunque estos últimos mueven poco sus nóminas, pero le apuestan con acierto a sus divisiones inferiores. Al comienzo todos son campeones, al final solo uno.