Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Europa está en guerra…

 Europa está en guerra…

…y los europeos preparando las vacaciones de verano. Sí, ya sé que esto puede parecer una exageración, pero lo que uno ve por aquí no da para más. Y eso que esta misma semana el presidente francés Emmanuel Macron habló de enviar tropas a territorio ucraniano a combatir al invasor ruso, Vladimir Putin respondió amenazando con “armas que pueden alcanzar territorio europeo” y Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, llamó al rearme de la Unión Europea con una afirmación elocuente: “Puede que la amenaza de guerra no sea inminente, pero no es imposible”. 

 “Bueno —me dirá alguien— eso son amenazas, un posible escenario, pero no una guerra propiamente dicha”. ¿Y si el conflicto hubiese empezado de otra forma? Hoy las guerras, como dice un gran diplomático y analista político, Shlomo Ben Ami, no se libran sobre territorios, conquistando terreno al enemigo como antiguamente, sino sobre la gente. Véase, por ejemplo, lo que ocurre en Gaza. 

 Y digo esto por un episodio poco analizado y muy preocupante, ocurrido en la costa mediterránea española con el resultado de una muerte…, sí, poca cosa si lo comparamos con cualesquiera de los conflictos armados que hoy podemos ver en todas partes del mundo, pero altamente preocupante; por el hecho en sí, y por la respuesta española a un acto de hostilidad de una potencia extranjera en su territorio. Rusia mata en España a un desertor y ¿qué hace el gobierno de Madrid? Nada.

¿Y cómo reaccionan los medios españoles ante esto? Se limitan a registrar el hecho, y punto. Es más, se enteraron porque los propios rusos se encargaron de contárselo. La cosa parece increíble pero fue así. Un desconocido portal italiano, Il Corrispondente (evidentemente al servicio de Moscú), contó la eliminación del desertor, de la que nadie en España se había enterado, https://il-corrispondente.com/politica/esclusiva-i-traditori-non-vivono-a-lungo ,acto seguido una agencia oficial de prensa rusa da “la noticia”, y así se enteran en España de que los servicios del Kremlin han operado aquí.

Cuando un acto como éste ha ocurrido en otros países occidentales; Estados Unidos, Canadá, Francia, Inglaterra…, los respectivos gobiernos han reaccionado con firmeza y celeridad, casi siempre de la misma forma: expulsión de diplomáticos rusos y sanciones contra individuos o entidades rusas. Cuando en 2018, por ejemplo, la inteligencia de Moscú envenenó en Salisbury al exespía Sergei Skipal concretamente, Londres expulsó diplomáticos, impuso sanciones y condenó públicamente las acciones de la inteligencia rusa.

En España llueve sobre mojado en este aspecto y el gobierno de Pedro Sánchez mira para otro lado. El capitán ruso Maxim Kuzminov (33 años) fue asesinado el pasado 13 de febrero en Villajoyosa, en la costa mediterránea española, donde se había refugiado tras desertar a Ucrania con su helicóptero Mi8. Aquella operación proporcionó al gobierno de Kiev valiosa información y supuso un golpe de efecto propagandístico que Moscú no iba a dejar pasar, y menos en las actuales circunstancias.

La inteligencia española está segura de que la muerte del magnate ruso Serguéi Protosenya (55 años), fallecido junto a sus esposa y su hija en abril de 2022 en la Costa Brava española fue ejecutada por las mismas manos. Protosenya, alto directivo de la mayor gasista privada rusa, con una fortuna de 400 millones de euros, apareció colgado en el jardín de su chalé. Su mujer y su hija, también muertas, víctimas de un aparente episodio de violencia machista, dejaron para los investigadores pocas dudas de que aquello era un montaje. Protosenya, como tantos magnates que vieron peligrar sus negocios con la invasión de Ucrania, criticó la operación militar del Kremlin y, ya se sabe: oponerse a Putin es malo para la salud.

Yevgeny Prigozhin, jefe de los paramilitares Wagner que murió víctima de su propia medicina, reclutaba mercenarios en las cárceles rusas entre los más bragados asesinos del país, y si eran violadores, mejor. “Nos hacen falta sus talentos criminales”, dijo a sus pupilos en una arenga cuartelera. La reciente muerte del capitán Maxim Kuzminov resulta a todas luces un acto de hostilidad en territorio español. Pedro Sánchez sabrá por qué no reaccionar como es debido, pero darle facilidades a Vladimir Putin en este momento no parece lo más inteligente. Sus habilidosos agentes ya se darán maña para seguir las instrucciones del Kremlin.

Puede, pues, que estemos ya en guerra, en otra forma de la guerra, y que la gente aquí solo piense en las vacaciones de Semana Santa.

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