En los últimos días, el alcalde Federico Gutiérrez ha defendido con entusiasmo la idea del “Mar de Medellín”, un proyecto de piscina con playa artificial que costará alrededor de 195.000 millones de pesos. Una cifra monumental para una ciudad que, en lugar de mares artificiales pensados desde la profunda desconexión de Fico con la ciudad, lo que realmente necesita es garantizar agua potable a miles de familias que todavía no la tienen en sus casas.
Según datos de EPM, la cobertura formal de acueducto en Medellín y el Valle de Aburrá alcanza el 98 %. Pero detrás de esa estadística hay una realidad que no se puede maquillar: miles de hogares siguen sin acceso efectivo al agua, deben recurrir a carrotanques, recoger agua en tanques comunitarios o resignarse a vivir con cortes constantes. Tan solo hace unas semanas, una fuga en la red principal dejó a más de 100.000 hogares —unas 400.000 personas— sin agua durante días, obligándolos a improvisar para resolver lo que debería ser un derecho garantizado.
Mientras tanto, EPM anunció que para llevar agua a unos 68.000 hogares que hoy siguen excluidos, se necesitan cerca de 400.000 millones de pesos en inversiones de acueducto. La cuenta es sencilla: con lo que costará el “Mar de Medellín” se podría financiar casi la mitad de ese esfuerzo. Es decir, con los recursos que hoy se destinan a una playa artificial, se podrían conectar decenas de miles de viviendas que claman por algo tan básico como abrir la llave y que de ella salga agua potable.
La contradicción es evidente. ¿Qué es más prioritario para Medellín? ¿Una piscina gigante para turistas y para satisfacer el narcisismo de Fico, o resolver la precariedad hídrica de comunidades enteras? Mientras se invierte en un “mar” para la foto, miles de ciudadanos deben cargar baldes, llenar tanques en la madrugada o depender de carrotanques para cocinar, bañarse y vivir con dignidad.
La responsabilidad política es ineludible. El alcalde Gutiérrez prefiere vender un proyecto llamativo para alimentar titulares, mientras posterga lo urgente: garantizar un servicio esencial y universal. Esta visión de ciudad espectáculo no responde a las necesidades reales de los barrios, sino a una estrategia de marketing que ignora la vida cotidiana de quienes más sufren la inequidad. Es la Alcaldía de Fico en su máxima expresión, de espaldas a la ciudad, gobernando para una élite y no para la gente.
Los recursos públicos deben priorizar lo esencial antes que lo ornamental. Medellín no necesita un mar; necesita agua potable en cada hogar. El derecho humano al agua debe estar por encima de la vanidad de los megaproyectos. Las decisiones de inversión, tanto locales como nacionales, se deben medir por su capacidad de transformar la vida de la gente, no por la espectacularidad de la obra.
Fico podrá insistir en que a Medellín le “faltaba un mar”. Lo que realmente falta es un alcalde de verdad.