
Durante siglos, el Támesis estuvo recibiendo toneladas de desechos humanos, animales e industriales, pero hizo crisis en el duro verano de 1858, con temperaturas superiores a 30ºC, y el mal olor cubrió a Londres. Lo hizo de tal modo, que el Parlamento, al creer que la epidemia del cólera era producto del "diabólico olor" del agua y no de sus bacterias –un error científico de la época–, ordenó purificar el río y drenar la ciudad. El fenómeno oliente pasó a la historia con el nombre de “El gran hedor”.
El recuerdo viene a cuento porque en nuestro país, y en otros, durante la pandemia que nos acosa también sentimos un gran hedor, el que proviene de quienes, en las circunstancias actuales, mediante diversas acciones dinamitan la escasa armonía social existente y la lucha contra el virus, al tiempo que generan una atmósfera tóxica y miserable. Esos tales constituyen grupos o colectivos nefastos, algunos de los cuales son:
Los corruptos. ¡Fo! Sí, esos que se apropian de miles de millones de pesos y bienes, procedentes de la inmensa cantidad de contratos y ayudas que el gobierno ha estado facilitando en beneficio de la economía y de la salud. Conducta que, en ciertos casos, en mi opinión, debería castigarse, en épocas de pandemias (vendrán más pandemias), con la pena de muerte.
Los especuladores. ¡Fo! Y similares, fosas insaciables, que abusan de las necesidades de la gente para cometer toda clase de tropelías no solo contra el juego limpio y la confianza pública, sino contra elementales razones de conmiseración y honradez mental.
Los avispados. ¡Fo! Del mismo ADN que los anteriores, grupo formado por quienes usan sus conexiones y mañas para manipular, detrás de telones, a los colectivos más vulnerables y necesitados, que solicitan ayudas urgentes y permanentes para paliar las afugias, o les inventan situaciones y medidas “legales” con el fin de crecer sus utilidades.
Los maltratadores. ¡Fo! Colectivo, en especial de varones especialistas en violentar a niños, mujeres y ancianos, ocasionándoles heridas emocionales y físicas de imposible olvido, cuando no la muerte, motivados dizque por las medidas del gobierno. Al colectivo se suman los que maltratan al personal médico y paramédico dizque “por peligrosos”.
Los opositores. ¡Fo! Como en Colombia millones quieren ser presidentes, aquí se hallan los enemigos de la administración Duque, quienes, con el apoyo de no pocos analistas, periodistas y medios, no dejan de echar combustible a base de sindicaciones perversas: que por qué hizo esto y no lo que Petro propuso; que por qué decidió tal cosa en lugar de lo que aplican en Cuba; que por qué implantó equis medida a sabiendas de que la alcaldesa gritona tenía otra idea. Y todo “en nombre del pueblo”, al que llenan de falacias mesiánicas para ganar votos e incitarlo a reacciones violentas.
Los reyes. ¡Fo! Sí, aquellos con las necesidades vitales muy satisfechas, que piensan que la pandemia no es para ellos, pues se creen con corona, por encima del común de los mortales, y “autorizados” a brincarse todas las disposiciones orientadas a proteger a la comunidad, amparados dizque en el derecho a la libertad individual y en el famoso derecho a la libre destrucción de la personalidad.
Los ineptos. ¡Fo! Las autoridades que no saben cumplir con los deberes que las circunstancias les exigen, ni entienden la dimensión de la realidad para proceder cabal y oportunamente.
Por fortuna –lo que no sucedía en el Londres antiguo–, a lo largo de esta larga pesadilla también se registran “buenos olores”, originados en quienes han estado y continúan obrando con el mejor espíritu, con la mayor devoción, como bendecidos por seres desconocidos para facilitar las cosas y mirar que evolucionen de la mejor manera. Me refiero, por ejemplo, a:
•Los trabajadores de la salud, que se juegan la tranquilidad y la vida en la primera línea de combate al covid-19 •Los científicos e investigadores en lucha con la incertidumbre y el tiempo tras la solución mágica •Los creativos de mente saltarina, en procura de ideas luminosas para la salud de la economía y la economía de la salud •Los ciudadanos responsables consigo mismos y los demás •El gobierno, con las mejores intenciones al decidir qué hacer/qué no hacer •Los empresarios y los independientes que se estrujan la cabeza para sobrevivir y recrearse •Los solidarios, que dan y se dan con espíritu maravilloso •Los filósofos, escritores, científicos sociales, etc., que observan, piensan, marcan caminos •Los predicadores limpios, que se esfuerzan por generar esperanza y fuerza •Los líderes de causas claras y legítimas que proponen acciones sin poner palos en la rueda.
¡Hurra por ellos!
INFLEXIÓN. Toda sociedad es como la luna: un lado oscuro y otro luminoso.
Por: Ignacio Arizmendi Posada
13/6/20