Funeral con el muerto vivo

Vía WhatsApp me llegó una inusual invitación, que luego leí en un periódico local, a una también inusual ceremonia religiosa, convocada por un querido amigo y compañero de estudios, a quien le diagnosticaron, sin sospecharlo, una enfermedad terminal y le pronosticaron pocos, muy pocos, días de vida. El mensaje, escueto e impactante, decía así: 

“Yo, Gregorio Celeste García, mayor de edad y vecino de la ciudad de Medellín, fui informado de que, por causa de una inesperada y crítica condición de salud, dispongo apenas de unos cuantos días de vida, en razón de lo cual decidí anticipar mi funeral, acto al que convoco a mis allegados, en la iglesia de El Encuentro”. Luego indicaba día y hora.

Así sucede el día y la hora escogidos, cuando el “anfitrión” ingresa al templo, colmado de parientes y amigos, en silla de ruedas, junto a Elisa, su esposa de tantas jornadas, sus hijos y nietos. Mientras avanzan, nos mira a todos y sonríe desde el corazón. De fondo musical se destaca, sutil y alucinante, el Largo de Xerxes, de Handel, despejando sentimientos contenidos. Sabíamos que el propósito de Grégory, como lo llamábamos, era despedirse y que lo despidiéramos “en vida”, lo que empieza tras el celebrante abrir el curioso ágape con un sermón de cariño teológico e indicarle que era suyo el micrófono. Lo toma con serenidad y baja energía en la voz, pero audible: 

“Gracias a todos por venir. Quería verlos por última vez y compartirles que estoy listo para dejar libre un espacio en el mundo a cambio de dejar otro, ocupado con mi gratitud, en quienes me han querido y quiero, como ustedes… Sí, la vida terrena se me termina para comenzar otra más allá de la Tierra. Lo creo así y los invito a creerlo así… Doy gracias por haber coincidido con ustedes en mi vida en numerosas ocasiones. Mis mejores deseos para cada uno y los suyos. Que los quieran y se quieran hasta el final, con los defectos y las molestias. Vale la pena. Mi abrazo amoroso para todos… ¡Hasta siempre!”. El silencio estalla en sollozo múltiple.
 
Luego de finalizar, el estupendo pianista invitado interpreta la canción Para Elisa, de Beethoven, que Grégory eligió para su mujer, que responde: “Mi amor adorado: todo lo que tendría para decir aquí ya te lo he dicho a solas y ante nuestra familia. Solo me queda dedicarte Al di la, que tanto te gusta, cantada por la ‘loquita adorada’, tu nieta mayor”. ‘Loquita’ que, sobrecogida por el sentimiento, y con un timbre bellísimo y un tiemple tierno, inicia la conocida composición de Emilio Pericoli, acompañada también al piano: “Más allá del bien más fastuoso, estás tú./ Más allá del sueño más hermoso estás tú./ Más allá de la luna más bella y de miles de estrellas,/ estás tú, más allá, estás tú,/ mi amor, mi amor, sólo para mí./ Más allá del abismo profundo estás tú./ Más allá del límite del mundo estás tú./ Más allá de la senda infinita, más allá de la vida./ Más allá estás tú, más allá del final”… ¡Aquello fue inenarrable! Como si el tiempo se hubiera ‘patasarribiado’ y el aire hubiera cambiado de apariencia.

En medio del lagrimeo de muchos, el oficiante comenta que quien desee decirle algo sea breve. Quienes lo hacemos, acatamos la instrucción para hablar de su honestidad, inteligencia, capacidad de servicio, sentido de la solidaridad, concepto de la vida y el amor a los suyos y los demás, su condición de ciudadano, miembro de familia, amigo, y tantas cosas gratas y aleccionadoras, que nuestro héroe escucha sin parpadear.

Al concluir las intervenciones, que agitan las nostalgias y por poco encharcan el piso, el coro ceremonial vocaliza, sólido y magistral, con el pianista en lo suyo, los primeros versos de una canción de Alberto Cortez: “Cuando un amigo se va / Queda un espacio vacío, / Que no lo puede llenar / La llegada de otro amigo. / Cuando un amigo se va / Queda un tizón encendido, / Que no se puede apagar / Ni con las aguas de un río”. La ceremonia avanza hasta finalizar con bendiciones y la salida de Grégory en la silla, seguido de sus más próximos, todos envueltos por una emoción sonante, inevitablemente adhesiva. 

En la medida en que se desplazan con calma y vibraciones, los músicos retoman el tema de Cortez, y los demás aplaudimos a la familia y les arrojamos rosas y claveles de diversos colores, como trozos de nuestras vidas. Por su lado, el coro “imparte” los versos que aún faltan: “Cuando un amigo se va, / Una estrella se ha perdido” … Y saltan las rosas … “La que ilumina el lugar / Donde hay un niño dormido” … Y vuelan los claveles … “Se detienen los caminos” … Y brotan las rosas y claveles … “Empieza el alma a vibrar” … Y emergen las rosas … “Que quiere el tiempo llenar” … Y se perfilan los claveles … “Cuando un amigo se va / Queda un espacio vacío”… Y se oyen unos “¡Te querremos siempre!”, “¡Nunca te olvidaremos!”, “¡Fuiste mi ejemplo!”, “¡Tenenos listo el llegadero!”. ¡Puf!

INFLEXIÓN. Adiós, querido Grégory. Desde este bosque de letras te digo que vas predestinado por una palabra: Celeste… ¡Hasta la vista

Por: Ignacio Arizmendi

31/07/21

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