General Luis García

Administrador policial, abogado, especialista en seguridad, magíster en Estudios Políticos y en Gestión Pública de la Universidad Javeriana y Universidad de Los Andes respectivamente. Con amplia experiencia en investigación, inteligencia policial e innovación pública. Se desempeña como consultor internacional en políticas públicas y estrategias de seguridad ciudadana y reformas policiales.

General Luis García

Policías de calle, la verdadera primera línea

Los policías de calle, los maestros de aula y los médicos de hospital están en la primera línea de la seguridad ciudadana, la educación y la salud pública, respectivamente. No en vano la Organización Mundial de la Salud —OMS— ha mencionado que estas son las profesiones con mayores niveles de estrés en el mundo. Los trabajadores de la primera línea desempeñan un papel crucial y sistémico en la sociedad. Toman decisiones de vida o muerte en beneficio de los derechos y las libertades ciudadanas.

Durante las últimas tres décadas me he dedicado a escuchar e investigar el arduo y extenuante trabajo de los policías que vigilan, la toma de sus decisiones cotidianas, el escaso apoyo que reciben y el drama que viven en las calles.  Sus historias de vida profesional y personal están cargadas de satisfacción y en muchos casos de impotencia y frustración. Trabajan con escasos recursos y con mínima cooperación interinstitucional. Solo basta mirar cómo en la Metropolitana de Policía de Bogotá, principal unidad policial de Colombia, el 22 % del parque automotor está fuera de servicio.

Los policías de vigilancia, preventivos o del cuadrante —como en muchos casos se denominan— brindan una imagen valiosa de la forma en que las reglas y los juicios morales se combinan a la hora de atender los requerimientos y las demandas más sentidas de los ciudadanos. Esta información es el “petróleo” para la intervención de los problemas públicos relacionados con delincuencia y criminalidad. Los líderes políticos, investigadores, legisladores, formuladores de políticas y jefes de policía deberían escuchar estas voces, no hacerlo las silencia. Deberían entender que este exigente trabajo público es una herramienta valiosa para comprender las complejidades y los matices de la experiencia a nivel de calle. Sin duda, estar en la primera línea del servicio público los convierte en una fuente de conocimiento importante para orientar, política y operativamente, el servicio público de seguridad ciudadana y de policía.

Los policías que patrullan los barrios, los municipios y las ciudades aportan un conocimiento profundo no solo sobre el funcionamiento de las burocracias públicas, sino, en especial, sobre las dificultades en la implementación de las normas, las políticas públicas, los planes y los programas de seguridad y convivencia ciudadana. La mayor parte del trabajo policial de primera línea es visto en los medios de comunicación como heroico y en varios casos como “brutal”. Pero va más allá, la experiencia práctica y la “sabiduría callejera” de quienes patrullan contienen una visión pragmática e integradora de la gestión pública.

Los juicios decisionales que adquieren los policías de vigilancia sobre la identidad y la conducta de las personas están basados en las creencias socioculturales, en el encuentro de primera línea con las personas y su correlación con el cumplimiento de las normas, reglas y políticas públicas. Este policía, si bien no participa en el diseño de las políticas y normas, tiene el poder de regular el comportamiento social. Por estos motivos, el contenido de la narrativa que subyace en la relación e interacción “agente-ciudadano” tiene información relevante que describe y pone de manifiesto las tensiones en la implementación de las políticas, las leyes, la dirección y la planificación operativa del servicio, la calidad del entrenamiento y la educación policial, la necesidad de una actuación basada en estándares profesionales, la utilidad de un nuevo plan de carrera policial, el impacto de los incentivos en la motivación frente al servicio, la urgencia de revaluar los indicadores de desempeño policial, la puesta en marcha de una nueva política de salud mental anticipativa y la eficacia de las instituciones encargadas de la seguridad, entre otras

Hoy en América Latina y el Caribe el trabajo policial de calle es altamente discrecional y tiene una alta sobrecarga de tareas. Se exige y se demanda por parte de los gobiernos nacionales, los alcaldes y de las mismas instituciones policiales mayor aplicación de normas y de procedimientos administrativos frente al comportamiento de las personas. Esto, además de definir el juicio a nivel de calle, pone de relieve los problemas en la gestión pública de la seguridad ciudadana para hacer cumplir el Estado de derecho.

La vigilancia policial no debería ser subvalorada, en ella residen la confianza y la legitimidad en las autoridades y en las organizaciones policiales. El trabajo policial de calle es la verdadera primera línea del servicio público y expresa el amplio alcance de la legalidad y de los poderes significativos del Estado que se extienden más allá de la implementación de las normas y de las políticas públicas. Desarrollar y dignificar la profesión policial es uno de los legados más importantes que deberían emprender los líderes políticos y las directivas policiales.

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