Hay que construir en medio de la crisis

Colombia, es un estado de derecho garantista que afirma los derechos individuales tradicionales, como también, los derechos sociales colectivos de todos los habitantes. En nuestro país, todo el mundo reclama el respeto a sus derechos fundamentales, los cuales deben ser legalmente reconocidos -sin duda alguna- de manera universal en igual medida y forma; pero se nos ha olvidado que, también tenemos obligación de ejercer con responsabilidad nuestros deberes, apegados a la constitución y las leyes, es decir, el ejercicio de todo derecho impone necesariamente deberes como ciudadanos. 

No podemos negar la realidad, las situación que estamos atravesando actualmente no es la mejor, vivimos una crisis sanitaria, social, económica y política, como consecuencia de la pandemia de la Covíd-19, que a su vez ha incrementado los índices de pobreza, desempleo, endeudamiento, que aumentó el déficit fiscal ocasionando una contracción económica que afecta la inversión, que además impide el consumo en  los hogares, la recuperación en el corto plazo, y adicionalmente, con la reducción de la calificación que hizo Standard & Poor's Global Ratings -BB+ con perspectiva estable-, lo que traducirá en aumento de la prima de riesgos e incrementará  la tasas de interés de la deuda externa, todo esto finalmente, afectará de manera sustancial el grado de inversión extranjera en el país, en los próximos años.

Hoy a la problemática que tenemos, debemos sumarle las protestas, marchas, actos vandálicos y bloqueos de vías, en un momento en el que tenemos uno de los picos más altos de contagio, actos de incomprensible irresponsabilidad con la salud y vida de los colombianos, profundizando la crisis social y económica, con  pérdidas que superan los 10 billones de pesos, cosa que nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de aprender a construir y no destruir en medio de las crisis, convertir en oportunidades y aprendizajes la adversidad para que genere un cambio de mentalidad, contribuir al fortalecimiento de las instituciones y recuperar la senda del bienestar económico.

Es claro, que debemos aceptar la diferencia de opiniones, que se debe generar consensos, aceptar la protesta pacífica, pero también, es necesario promover la creatividad, restaurar los valores esenciales como sociedad civilizada, afianzar el respeto a la fuerza pública en el ejercicio de sus funciones constitucionales.

Apremia volcar toda nuestra capacidad humana, para acompañar no solamente los acuerdos de la mesa de negociación nacional, sino también, la de los gobiernos locales, la academia, los pequeños, medianos y grandes empresarios, los partidos políticos, la sociedad civil en general, no debemos ser ajenos a nuestro papel de forjadores de nuestro propio destino.

Urge que pasemos de la destrucción a la construcción,  unirnos como sociedad, cerrar los espacios a cualquier tipo de violencia, en estos momentos es cuando más se requiere ser solidarios, propositivos, superar las crisis que estamos viviendo y que sea este el momento, una oportunidad histórica de cambios, de generar grandes transformaciones en beneficio del país. 

Cerremos cualquier posibilidad de actos y posiciones  irracionales, violentas, es hora de retomar la sensatez, de impedir que una ola de discursos soterrados fuera de la realidad contemporánea, acorrale el ímpetu por encontrar caminos que conduzcan a concesos desde la tolerancia, la diferencia, con el interés permanente de apropiarnos de  lenguajes inclusivos verdaderos, analíticos, pero sobre todo, que se generen diálogos respetuosos y productivos.

Hoy más que nunca, es nuestro deber ser facilitadores de procesos en los que, entre todos, salgamos de este panorama desalentador que solo conduce a una desesperanza colectiva, que impide la mirada a través de nuevos lentes, generando cegueras que desestimulan la posibilidad de encontrar alternativas propositivas, transformadoras en el mediano y corto plazo.

Hay que rechazar los insultos, improperios, mensajes clasistas, la cultura del odio, de la destrucción, del miedo. Renovémonos y confluyamos en propósitos de nuevos y mejores caminos para la búsqueda sistémica de respuestas y soluciones, que logren integrarse para construir sobre lo construido, sin desvirtuar ni envidiar logros o propuestas ajenas.

No podemos permitir que el interés particular y egoísta de algunos líderes políticos, debilite a nuestras instituciones, es posible que se requiera de una reingeniería del estado, o de una nueva constituyente para mitigar las desigualdades e inequidades sociales, pero para ello, no es necesario destruir nuestras instituciones, economía, generar caos, violencia y vandalismo, actos criminales que afectan a las mayorías; retomemos la cordura, tengamos presente que cada marinero es tan importante como el capitán del barco, para sortear la tempestad y llegar seguros a tierra firme.

No puede permitirse por más tiempo el bloqueo de las vías nacionales y los actos terroristas que atentan contra los bienes públicos y privados. El gobierno y las instituciones, tienen la obligación legal de garantizar el ejercicio pleno de la autoridad, seguridad y el orden, para el restablecimiento de los derechos al trabajo, la movilidad, la salud y la vida de todos los conciudadanos. Debemos rodear de legitimidad a nuestra fuerza pública, para que actué con firmeza en el marco de la constitución, la ley y los derechos humanos, así, impedir que las prácticas delincuenciales que hemos tenido que soportar durante un mes, sigan atentando contra la tranquilidad y convivencia de todos.

Está claro que quienes agitan y promueven la permanencia de las marchas, no evalúan con sentido patriótico las consecuencias de los actos violentos que están sucediendo en muchas regiones del país. Es evidente,  que  detrás de todos estos hechos, existe la intención política de desestabilizar el país y generar confusión, para sacar provecho e influir en las elecciones parlamentarias y presidenciales que se celebrarán el próximo año, aún a costa de la destrucción de nuestra  democracia y es esta, la que como forma de gobierno, debe garantizar la norma de las mayorías para la toma de las decisiones y solución de conflictos como objetivo fundamental, en donde las minorías deben ser tenidas en cuenta, es decir, encontrar el equilibrio que garantice la igualdad de derechos, así debería ser, sin embargo, en nuestro país viene haciendo carrera, que los derechos de las minorías, las vías de hecho, la justicia por las propias manos, violentan y vulneran los derechos de las mayorías, afectando claramente la institucionalidad.

La actual crisis, debe ser una oportunidad de los diferentes actores para fortalecer las instituciones, se debe actuar con firmeza, para alcanzar los objetivos en el menor tiempo posible, los que contribuyan a disminuir la tensión del conflicto y a la construcción de alternativas, con el menor costo posible para la sociedad. Prolongar las protestas, las marchas y bloqueos no solucionan nada, por el contrario, generan gran incertidumbre, con graves repercusiones para nuestros empresarios, lo que impide la reactivación económica, la inversión, la generación de empleo que hemos estado esperando.

Efectivamente es un tiempo para que los jóvenes vean este momento, como la oportunidad de ser protagonistas, pero deben actuar con inteligencia, responsabilidad y sensatez, en la construcción de las grandes estrategias para solventar las problemáticas que aquejan al país, pero en el marco del diálogo racional y objetivo. Un momento crítico puede convertirse en la oportunidad para progresar, si actúan con compromiso y seriedad, en donde las dificultades se conviertan en un desafío para construir políticas públicas y proyectos productivos, que generen una mejor calidad de vida para su franja poblacional. 

Desde estas líneas, hago un llamado a la reflexión por parte de las organizaciones sociales, sindicales, gremiales y políticas que promueven el paro, para que actúen con responsabilidad, racionalidad, sensatez, de cara al país y a la realidad que enfrentamos por la pandemia. Continuar de manera indefinida con esta situación, generará fuga de capitales, llevará a la quiebra a empresarios de la pequeña y mediana industria, una crisis social sin precedentes, con repercusiones tan graves, que será difícil oxigenar la economía y superar el actual déficit fiscal.

¡A aquellos que hoy tienen en sus manos la decisión de frenar la caída al abismo, la historia podrá condenarlos o exonerarlos por sus decisiones; en contraste, a la gran mayoría de colombianos que amamos a esta nación, nos compete actuar con decisión y firmeza en defensa de nuestra democracia e instituciones y evitar que el populismo nos lleve al fracaso!

 

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