En el trasfondo histórico que aborda en este artículo, revelo un aspecto que ha sido relegado al olvido o simplemente no ha recibido la atención objetiva que merece. Laureano Gómez, en un momento crítico de la historia, desempeñó un papel crucial en las relaciones con los Estados Unidos. Este personaje político, a la vez polémico y profundamente complejo, requiere una exploración más detenida para comprender plenamente su legado.
Una de las esperanzas de Laureano y de los militantes del Partido Conservador era que la iglesia fuera un actor igual de militante, igual de activo. En 1940 el arzobispo Perdomo de Bogotá, publicó una carta en contra del proselitismo protestante en particular y de los Estados Unidos en general.
Como en todo el mundo, la Iglesia se oponía fuertemente al comunismo; pero, la mayor parte de los católicos estadounidenses eran hijos o nietos de inmigrantes y en general conformaban la clase obrera de la época. Fue el Partido Demócrata el que se aprovechó de esta situación y Franklin D. Roosevelt hizo de ellos uno de sus pilares para su base electoral, hasta que en muchas partes de Estados Unidos, ser católico durante los años treinta estaba ligado a ser demócrata y sindicalista. Los protestantes criticaron ese sentido de “americanismo” de los católicos, pues fue visto como que estos estaban bajo las instrucciones de un monarca europeo, el Papa en Roma.
En una visita del obispo John. F. O’Hara, fue recibida de buena manera por la Curia (no volvió a manifestarse contra los Estados Unidos durante la guerra), por los dos partidos y las personas en general. John dejó una impresión antifascista que causa buena acogida en la jerarquía colombiana. Más adelante, Spruille Braden, embajador en Colombia de Estados Unidos, recibió el apoyo de la Curia colombiana en la idea de establecer un colegio bilingüe en Bogotá con la invitación de una comunidad religiosa norteamericana. Allí la opinión favorable sobre los Estados Unidos por parte de los católicos colombianos se incrementó.
En su periódico ‘El Siglo’, Laureano Gómez manifestaba abiertamente su antinorteamericanismo, lo que llevó a la suspensión de la publicidad estadounidense en el periódico por parte de la embajada de Estados Unidos. Sin embargo, tras una reunión entre Laureano y Braden, la actitud de ‘El Siglo’ experimentó un cambio radical. De este modo, Laureano logró evitar cualquier malentendido con Estados Unidos, destacando la influencia directa de los encuentros diplomáticos en la orientación ideológica del periódico y, por ende, en la relación entre ambos países.
