Hidrógeno verde: una ruta al desarrollo sostenible

Hace casi un mes, con ocasión de los estragos causados por el invierno en diferentes partes de Colombia, especialmente en La Mojana, dije que el país debe perseguir su desarrollo económico, lo cual demanda un elevado consumo de energía, al mismo tiempo que reduce la intensidad en el uso de combustibles fósiles. Este propósito, que puede parecer contradictorio, es perfectamente posible si tomamos las decisiones correctas para adecuar nuestra matriz energética a las exigencias jurídicas globales de mitigación y adaptación al cambio climático sin que esa transición socave nuestro proceso de industrialización, condición del progreso material que se traduce en bienestar. Pocos días atrás, una de estas decisiones claves fue tomada por el Ministerio de Minas y Energía: la publicación de la Hoja de ruta del hidrógeno en Colombia.
 
La tecnología para producir combustibles derivados del hidrógeno, el químico más abundante en el universo y el más liviano de la tabla periódica, no es nueva. Es cierto que obtener el hidrógeno en forma aislada es costoso y que lograrlo, como toda obra humana, trae peligros. Pero el escepticismo de quienes se centran en los costos o los riesgos, como el que llevó al accidente fatal de un zepelín en 1937, parece superado: las naciones más desarrolladas y algunas de las empresas multinacionales más ricas e innovadoras le apuestan a esta alternativa, así como la Agencia Internacional de Energía (IEA, por su sigla en inglés), que en un informe de junio de 2019 afirmó que el hidrógeno limpio pasa por una oportunidad sin precedentes gracias a la enorme cantidad de políticas y proyectos alrededor del mundo que permitirán su rápida expansión. Como lo expuso la IEA en este reporte, es momento de escalar la tecnología para reducir los costos, especialmente del proceso de electrólisis (la separación de los elementos de un compuesto químico mediante electricidad -por ejemplo, separar el hidrógeno del agua o del aire-), y extender su uso.
 
Nuestra hoja de ruta sigue las recomendaciones de la IEA y servirá para poner a Colombia, que al terminar la administración actual obtendrá el 12% de su energía de nuevas fuentes limpias (al inicio estaba en 0,2%), a la vanguardia al trazarle un sendero de treinta años. No es exagerado decir, de hecho, que la transición energética colombiana, más que la aspiración de un sector político que hace campaña anunciando el apocalipsis, ya se está materializando por la determinación del Gobierno Nacional, comprometido con la legalidad internacional y, por tanto, con la obligación universal recogida en el Acuerdo de París de 2015 de mantener el aumento de la temperatura planetaria por debajo de 2 grados centígrados y profundizar esfuerzos para que el calentamiento no supere los 1,5 grados centígrados.
 
Dos cosas se requieren para lograr el cometido de contribuir a la protección de la naturaleza y llamar “verde” al hidrógeno. En primer lugar, el hidrógeno debe obtenerse fundamentalmente del agua y del aire, no de combustibles fósiles, a menos que lo queramos llamar “gris”. En segundo lugar, es necesario emplear el hidrógeno en sectores en los que su uso ha estado ausente casi por completo: como fuente directa de energía en el transporte y en la construcción, y como vector energético en la generación de energía a partir de otras fuentes, como la energía solar y la energía eólica.
 
De acuerdo con la hoja de ruta, elaborada con el respaldo del Banco Interamericano de Desarrollo, el marco regulatorio nacional y la localización de Colombia podrían darle ventajas comparativas para convertirla en líder regional en el proceso de descarbonización de la economía. Esta audaz iniciativa ha sido respaldada desde tiempo atrás por mi partido, el Centro Democrático, que presentó un proyecto de ley que promovía la producción y uso del hidrógeno verde como combustible y vector energético y del cual tuve el honor de ser coautora.
 
Si se cumple la hoja de ruta, Colombia reducirá sus emisiones de gases de efecto invernadero en 51% para 2030 hasta alcanzar la carbono-neutralidad hacia 2050. Ahí no se agotarían los beneficios. Implementar esta verdadera política de Estado demandará, necesariamente, investigación e innovación científica y tecnológica, que en sí mismas serán ganancia y, no menos importante, será una oportunidad económica gigantesca si Colombia se afianza como un relevante productor de hidrógeno en este mercado global.
 
Y este mercado se está perfeccionando. Corea del Sur, Europa y Japón ya han hecho inversiones billonarias que han llevado a los analistas a prever un crecimiento exponencial de la demanda actual de hidrógeno. La oportunidad para Colombia estriba en aprovechar ese aumento de la demanda, en particular de la demanda de hidrógeno verde o limpio, y en emplearlo en nuevos sectores. Colombia tiene recursos suficientes para conseguir el hidrógeno. Tenemos abundantes reservas de petróleo, gas y carbón para obtener hidrógeno gris; poseemos muchísima agua (seis veces el promedio mundial y tres veces el latinoamericano), un potencial eólico al norte destacado para aislar hidrógeno verde; y estamos en una ubicación excepcional y ya hemos avanzado en la interconexión eléctrica con otros países para convertirnos en un gran hub regional del hidrógeno.
 
Las oportunidades se presentan calvas, dice el refrán. La oportunidad de consolidar la transición energética responsable en Colombia requerirá, más que pactos que pretenden refundar al país, continuismo: seguir el camino trazado por el Presidente Duque, el Ministro Diego Mesa y su equipo: una vía de progreso para traer bienestar y cuidar el planeta, una vía para el desarrollo sostenible.
 
Encima. Qué alegría que el sector hotelero se esté recuperando. De acuerdo a Cotelco, los hoteleros ya generan casi 500 mil empleos directos e indirectos en el sector. La ocupación de agosto fue de 48,1%. Con la #LeyDeTurismo, de la que fui autora y ponente, logramos importantes alivios y beneficios para su reactivación. Sin duda el turismo es el nuevo petróleo y será fuente de empleo para miles de colombianos.

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