El 1 de junio, Ucrania lanzó la denominada Operación Telaraña, un ataque masivo con drones que destruyó un número indeterminado —se habla de 41, otras fuentes los reducen a 10—bombarderos estratégicos rusos. Los daños, difícil también cuantificarlos, se estiman en 7.000 millones de dólares. Como quiera que sea, la operación se estudiará en las academias militares del futuro.
Este episodio, protagonizado por aparatos cuyo coste no supera cada uno los 500 dólares, no solo ha impactado en el frente ucraniano, sino que ha enviado una señal de alerta a todo el mundo: el 80% de las bajas en la guerra entre Ucrania y Rusia son causadas por drones, una tecnología que apenas existía hace tres años en el campo de batalla. La letalidad y el bajo coste de estos aparatos han redefinido las tácticas militares, obligando a los ejércitos a replantearse sus estrategias defensivas y ofensivas.
Estados Unidos, tradicionalmente líder en tecnología militar, ahora enfrenta un desafío inesperado. El ejército estadounidense dispone de sistemas avanzados para detectar, rastrear y derribar misiles balísticos, pero sus sistemas multimillonarios han demostrado ser ineficaces contra la amenaza de los drones, que son más pequeños, baratos y difíciles de detectar. Una paradoja que ha venido a ponerse en evidencia con la exitosa operación ucraniana en suelo ruso.
El Pentágono ha intentado desarrollar tecnologías defensivas, como sistemas antidrones capaces de neutralizar estas aeronaves mediante métodos destructivos (derribándolos físicamente) o no destructivos (inutilizándolos electrónicamente), pero los resultados han sido, en el mejor de los casos, manifiestamente mejorable. La proliferación global de drones y la facilidad con la que se pueden adaptar para fines militares han convertido esta amenaza en una prioridad estratégica.
La situación se complica aún más en América Latina. Venezuela, con el apoyo de Irán, se ha convertido en el único país latinoamericano que cuenta con drones armados. La presencia de Irán en el país vecino es cada vez más relevante, con acuerdos de cooperación estratégica que abarcan desde el suministro de petróleo hasta la transferencia de tecnología militar. Esto ha permitido que el gobierno venezolano despliegue drones armados en la frontera con Colombia, como ocurrió en febrero de 2022, cuando el Ejército venezolano atacó a guerrilleros de las FARC utilizando drones artillados.
El confuso episodio protagonizado por enfrentamientos entre disidencias de las FARC y la guerrilla del ELN, por control territorial en la frontera colombo venezolana y que dejó un número indeterminado de muertos, no era nuevo. Lo que si resultó nuevo fueron los ataque con drones contra las FARC. Aunque no siempre confirmados oficialmente, los drones han sido exhibidos públicamente por el gobierno de Nicolás Maduro, lo que demuestra su capacidad operativa.
La amenaza para Colombia, pues, es real y creciente. El auxilio que recibe la guerrilla colombiana de Venezuela, apoyada a su vez por Irán, convierte la frontera en un escenario de riesgo. Irán, gracias al apoyo de Rusia y China, es hoy más potente de lo que la mayoría de la gente cree.
Su influencia en Venezuela y la transferencia de tecnología militar, especialmente drones, suponen un desafío para la seguridad regional. La combinación de drones baratos, de fácil fabricación y difícil detección, con la colaboración internacional de regímenes autoritarios, ha creado un escenario donde la guerra ya no se libra solo en el campo de batalla tradicional, sino también en el espacio aéreo y en el ciberespacio.
En conclusión, la guerra ha cambiado. El ataque ucraniano a Rusia con drones ha demostrado que los ejércitos más avanzados pueden ser vulnerables frente a tecnologías accesibles y adaptables. Y en Colombia, la presencia de Irán en Venezuela y el auxilio de drones a la guerrilla convierten la amenaza en algo mucho más peligroso de lo que la mayoría de los colombianos imaginan. La guerra del futuro ya está aquí, y la capacidad de adaptación será clave para sobrevivir en este nuevo escenario global.
Entre tanto, pensemos cuáles son la prioridades del gobierno de Gustavo Petro, en qué se ocupa el presidente, de qué habla la gente cuando habla de Petro, a quién inquietan las novedades tecnológicas que tenemos aquí al lado.