El primero de mayo, día internacional del trabajo, es la jornada en la que se conmemora y recuerda a los valientes obreros de la empresa McCormick, en Chicago, EEUU, quienes exigían mejores condiciones laborales a sus empleadores, y que fueron brutalmente reprimidos, cobrando la vida de varios de ellos, dejando a otros injustamente enjuiciados, sin pruebas, por una bomba que explotó en medio de la confrontación, finalmente condenados a muerte o a trabajos forzosos y fue el día escogido por Petro para su segundo “Balconazo” en el Palacio de Nariño.
En Colombia, el primero de mayo ha sido el día de la reivindicación de los Derechos de los trabajadores, la Ley ha incluso determinado que, como parte de la conmemoración, ese día es festivo. Desde que tengo uso de razón, todos los primero de mayo los trabajadores, las centrales obreras y los sindicatos, hacen una gran marcha a lo largo y ancho del territorio nacional, la manifestación, multitudinaria, es casi siempre alegre, llena de arengas, pancartas y buen comportamiento.
Este año no fue la excepción, varias ciudades se llenaron de trabajadores conmemorando la masacre y a los mártires de Boston, así como exigiendo mejores condiciones laborales en nuestro país. Sorprende entonces la poca acogida a la invitación del presidente Petro a la Plaza de Armas, quien, aprovechando la tradicional convocatoria, seguro esperaba muchísima más asistencia a su alocución.
El presidente Petro ha perdido las mayorías en el Congreso, al menos hasta ahora, pero parece que también ha perdido apoyo popular; el discurso demagógico, las incoherencias en el ejercicio del poder, la falta de acción real y contundente, sumado a los escándalos de corrupción parecen estar pasando factura al mandatario.
Todos hemos hablado, en público y en privado, de lo peligroso que puede ser Petro acorralado, la situación fuera de control, sumado a la falta de liderazgo puede sacar a relucir a la “peor versión de Petro”, el presidente no debe ser ajeno al miedo que genera en la ciudadanía su carácter voluble e impositivo, razón por la que, seguramente decide salir a amenazarnos en el balcón.
Básicamente el presidente cree que sus posturas son dogmáticas, es decir, que son incontrovertibles, inmodificables y absolutamente ciertas. En ese orden de ideas, deben ser aplicadas como a él le parece, o habrá “revolución”, esto es, violencia e imposición por la fuerza.
Alucinando y desconectado de la realidad, Petro justifica y apalanca su amenaza en su victoria democrática y en la legitimidad que su elección le da, sin embargo, olvida el presidente que su mandato no es todo poderoso, que Colombia tiene un sistema de pesos y contra pesos, que además tiene otros funcionarios, también legítimos, que representan otras visiones y pensamientos sobre cómo debe ser conducido nuestro país.
Colombia es una democracia, tremendamente imperfecta, pero una democracia al fin, eso quiere decir que nuestra Constitución reconoce que el poder reside en cada uno de nosotros los ciudadanos. Ese poder se utiliza, a través del voto para elegir a otro grupo de ciudadanos, que nos representan y que deben conformar un Gobierno, para que en la aplicación de “la norma de las mayorías” tomen decisiones encaminadas a respetar los derechos fundamentales de todas las personas, administren el Estado con el fin de, con sus políticas, intenten satisfacer las necesidades de los ciudadanos, así como mantener el orden, garantizar la paz y el Estado de Derecho.
Sin embargo, “la norma de las mayorías” tiene unos límites determinados en la Constitución, la Ley y el propio sistema de pesos y contrapesos, esto debido a que dicha norma no puede volverse un mecanismo para vulnerar, desconocer o inaplicar los derechos de las minorías, quienes tienen derecho a hacer parte de la toma de decisiones participando en la deliberación, modificación y aplicación de las políticas que pretenda llevar a cabo el ejecutivo.
El presidente Petro tiene perfectamente claro que fue elegido con 11´281.013 votos, pero se le olvida que su elección corresponde solo al 50,44% de los votos, es decir, que 10´580.412 colombianos no votamos ni apoyamos su propuesta de Gobierno, significa que como “minoría” que no lo somos tanto, porque cada vez mas de sus electores están arrepentidos, no queremos las reformas que propone para Colombia, y que como vivimos en una democracia nuestra voz, nuestros votos y nuestras decisiones también cuentan.
También olvida el presidente que el Congreso de Colombia, así no nos gusten varios de sus miembros, o así sea muy impopular, fue elegido con un poco más de 18´000.000 de votos, lo que le da la legitimidad suficiente para aprobar, modificar o negar las propuestas que lleve el Gobierno para su debate democrático.
Así las cosas, presidente, no nos amenace más, gobierne para todos los colombianos como le indica la Constitución y la Ley, deje su egocentrismo, su pensamiento no es un dogma de fe, ni su palabra la verdad revelada.
Al final el presidente, según nuestra Constitución, es el símbolo de la unidad nacional, y como van las cosas presidente, parece que eso si lo va a lograr, cada vez somos más los que no queremos ni aceptamos su carácter dictatorial e impositivo, cada vez somos más los dispuestos a defender la democracia.