Esteban Jaramillo

Administrador de empresas y periodista. Premio Nacional de periodismo SIMÓN BOLÍVAR. Galardón vida y obra “Orlando Sierra”. Alumno orgulloso de Juan Gossain, Yamit Amad, Guillermo Lema, José F Corredor y Javier Giraldo Neira. Experiencia en Radio prensa, tv, internet.

Esteban Jaramillo

La casa en el aire (a propósito de la selección Colombia)

Pataletas y mamarrachos. Futbolistas que juegan con el sentimiento de la afición y se justifican. Que pasan sin despeinarse frente al juicio riguroso ante el fracaso. Que fabrican fantasías, entre alharacas de gallineros con micrófonos.
 
Acostumbrados a desaparecer en las desgracias, cuando las fragancias de su fútbol se esfuman, como el compromiso, la solidaridad en el rendimiento, el amor por la camiseta, los argumentos para el triunfo o los goles salvadores.
 
Papelones en el juego y resultados al abismo. Miren como estamos. En un mundo de mentiras, de aduladores, con fútbol sin alma, en el que cualquier argumento, por pueril que sea, es una excusa, porque el billete gobierna y no hay sentimientos.
 
Las cuentas no cuadran. Las miradas retro escudriñan las razones de los fracasos, el origen de las desgracias, que pasan por la escasa idoneidad del entrenador, las deficiencias de los futbolistas sin alma y los dirigentes sin planes de contingencia.
 
Todo se ha hecho mal, con la esperanza del perdón y olvido en un mundo, el de la pelota, en el que fácilmente la indignación es reemplazada por indiferencia. Porque las heridas del fútbol cierran fácil. 
 
La selección es el caos perfecto. Ni domina, ni se impone, sin goles y sin triunfos, porque a diferencia del pasado el balón ya no es un recurso.
 
Todo tiempo pasado fue mejor, porque otros futbolistas y en otras épocas supieron ganar y divertir, así alguna vez hubieran chocado como un camión sin frenos.
 
Invisibles son los futbolistas de hoy, cuando lucen la tricolor. Son como floreros para adorno. De porcelana. Sin la fortaleza técnica mental o física, que se requiere al competir con ambiciones. 
 
Belicosos frente a la crítica, cuando olvidan su fútbol de seda o sus fantasías, para deambular cansinos y provocadores, como almas en pena, ausentes de fútbol y soluciones.
 
Desconocen que a los enemigos se les silencia con fútbol y las silbatinas se aplacan con goles.
 
Acostumbrados, como están, a jugar con desventaja porque el temor en la cancha a proponer y buscar la victoria, es directamente proporcional a los miedos que sienten en los resbalones, cuando los tiburones- micrófono, fuera de las canchas, están al acecho.

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