Vivimos una auténtica crisis de la narración. A las generaciones actuales, el vértigo de la vida moderna la aleja de los momentos de escucha profunda; la atención es tan escasa que se diluye en lo efímero. El relato, entendido como espacio de encuentro y reflexión, ha perdido terreno frente a la inmediatez.
Las narraciones de antaño parecen hoy una especie en vía de extinción. Y eso es profundamente lamentable, pues va en contravía de la esencia misma de lo humano: narrar para comprender, compartir. Las historias no solo construyen memoria, también nos convierten en sujetos sociales y conscientes.
Esta columna —y su título— se inspiran en el libro La crisis de la narración del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien ofrece una serie de argumentos tan lúcidos como inquietantes sobre el colapso de nuestra capacidad de narrar y de escuchar relatos significativos.
“El furor por el storytelling —el arte de narrar historias como estrategia para transmitir mensajes— esconde un vacío narrativo”, afirma Chul Han. La forma se ha devorado al fondo. Las historias se han vuelto mercancía, recursos de marketing más que expresiones auténticas del ser.
El filósofo precisa que hemos reemplazado casi todo por la pantalla digital. Esta transformación, lejos de acercarnos, nos aísla: nos convierte en consumidores, y los consumidores, dice, tienden a la soledad. Las pantallas entretienen, pero no conectan; informan, pero no vinculan.
El vacío narrativo al que alude Chul Han no se debe a la falta de talento humano, sino a una audiencia que se distancia de lo esencial, riguroso y duradero. Preferimos lo inmediato, superficial, lo que no exige espera ni reflexión. La profundidad ha sido sacrificada en guillotina de la velocidad.
En su crítica, Chul Han también dirige la mirada hacia los medios de comunicación. Señala que la narración y la información son fuerzas opuestas: la narración construye sentido; la información, en cambio, solo acumula datos, muchas veces desconectados entre sí.
“Hoy estamos más informados que nunca, pero también más desorientados”, advierte el autor. La información se ha convertido en una sucesión interminable de presentes efímeros. Sin un hilo narrativo que los una, los hechos pierden contexto, y el mundo, su sentido.
Finalmente, Chul Han lamenta que estemos perdiendo la paciencia para escuchar y, por extensión, para narrar. Cada vez nos contamos menos historias. Y si dejamos de contar, dejamos también de comprendernos, de imaginar juntos, de ser comunidad. La crisis de la narración es, en el fondo, una crisis de humanidad.