Augusto Solano

Presidente Ejecutivo de Asocolflores desde el año 2000. Ingeniero Industrial de la Universidad de los Andes y MBA del Wharton School, de la Universidad de Pennsylvania, asesor económico y financiero del Ministro de Desarrollo. Formó parte de las Juntas Directivas del Instituto Colombiano Agropecuario – ICA en representación del presidente de la República, la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), del Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible (Cecodes, Presidente Junta Directiva), de Porvenir S.A. y de la Universidad ICESI.  También lo es de varias organizaciones de la floricultura internacional en los Estados Unidos y Europa.

Augusto Solano

La inteligencia artificial: un gran desafío para la agricultura

No hay duda, la denominada “Inteligencia Artificial”, IA, llegó para quedarse. Casi sin darnos cuenta se habla de ella al interior de las empresas de todos los sectores económicos, escuchamos sobre sus pro y contras en los medios de comunicación, y en la calle y los hogares ya es una referencia común durante las conversaciones cotidianas.

Describirla no es fácil. Se carece de una definición específica, la Comunidad Europea ha estudiado más de 55 posibles significados y, además, evoluciona a un ritmo impresionante. “Lo veo como la tecnología más profunda que la humanidad desarrollará y trabajará. Si piensas en el fuego, en la electricidad o en Internet, es así. Pero creo que es incluso más profunda”, afirmó el CEO de Google y Alphabet, Sundar Pichai.

Sin embargo, todos coinciden en que la IA son sistemas de software y, en algunos casos, hardware, diseñados por humanos, que perciben, recolectan y estructuran datos para interpretarlos, razonando sobre el conocimiento existente o procesando la información, para dar solución y posibles acciones frente a un objetivo complejo.

Específicamente en las empresas su implementación es muy incipiente, pero gana cada día más espacio y las posibilidades que brinda son objeto de atención por parte de los líderes empresariales y sus juntas directivas.

En el caso de la agricultura, ya se está comenzando a utilizar en forma de aplicaciones para identificar de manera temprana enfermedades, evaluar daños y controlar malezas. También se emplea en el uso de robots para las cosechas, analizar información satelital y gestionar los recursos agronómicos, entre otros aspectos.

Existe un gran abanico de posibilidades para su aplicación y, sin lugar a duda, transformará y mejorará la producción y la eficiencia de este sector. En nuestro país, un territorio que cuenta con las condiciones ideales para desarrollar una agricultura de exportación a gran escala, estamos en la obligación de utilizar la IA para insertarnos y conquistar, cada vez más, nuevos mercados internacionales.

Si aprovechamos la Inteligencia Artificial, podremos localmente desarrollar enfoques innovadores para ayudar a dar respuesta a los desafíos mundiales que, en materia de seguridad alimentaria, crecimiento inclusivo y gestión de los recursos naturales se enfrentan.

No podemos eludir el reto de construir una nueva visión agrícola, sustentada en los datos y su correspondiente análisis, para generar conocimiento y construir un sector más dinámico. La utilización de las herramientas que brinda esta inteligencia permitirá al sector tomar decisiones y anticiparse, de manera acertada, a los nuevos retos que permanentemente afronta en un mundo en crisis.

En el mismo sentido, la FAO asegura que “El cultivo, el transporte, la elaboración y la comercialización de productos agrícolas generan cadenas de valor complejas y la IA puede ayudar a hacer que estas cadenas sean más eficientes y sostenibles”.

Sin embargo, al hablar de las bondades que la IA representa para el sector agrícola mundial, y en específico para el nacional, debo decir que también implica riesgos económicos, sociales y éticos. Por eso, ante la dualidad de beneficios y riesgos, el empresariado debe prepararse desde ya, y trabajar con la misma seriedad en ambos sentidos.

A mi manera de ver, uno de los riesgos más importantes que supone la IA para la agricultura, es el de la preservación del empleo en las zonas rurales y la actualización de las competencias de sus trabajadores, ante esta nueva realidad.

Millones de personas y familias derivan su sustento de la agricultura y eso tenemos que respetarlo. Es claro que las condiciones irán cambiando, pero también lo es el que las empresas del sector deben utilizar la IA para interpretarlas, encontrando nuevas posibilidades de desarrollo para sus colaboradores y sus comunidades.

Creo que la IA no llegará para quitarle el trabajo a nadie, pero también creo que sí se realizará una gran transición en este sentido. 

Si bien es cierto que, como en todas las grandes transformaciones tecnológicas, la aplicación generalizada en la agricultura de la IA tomará algún tiempo, es importante que las empresas comiencen una conversación interinstitucional y gremial para anticiparse y realizar un debate que les permita, desde la inteligencia y la ética humana y empresarial, asegurar el empleo y las condiciones dignas de las personas y las comunidades rurales.

A mi manera de ver, el fin último de cualquier desarrollo tecnológico es el de dar bienestar a las personas y, en el caso de la agricultura, también debe significar el mejoramiento de la calidad de vida de quienes viven de ella y la han hecho posible. 

Bienvenida la Inteligencia Artificial y bienvenido el reto que supone para el campo colombiano.

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