Santiago Valencia
Abogado, especialista en Derecho Administrativo con Maestría en Análisis Económico del Derecho, se ha desempeñado como profesor universitario, abogado litigante, consultor jurídico y en asuntos políticos y públicos, fue elegido Representante a la Cámara (2014 – 2018) y Senador (2018 – 2022), en el Congreso fue miembro de las comisiones primeras constitucionales, Presidente Comisión Primera (2019 – 2020), Presidente Comisión de Ética y Estatuto del Congresista (2020 – 2021).
Santiago Valencia

La ley del miedo en el Área Metropolitana de Medellín

El pasado domingo 12 de febrero se registró un hecho de violencia en el Municipio de Bello, el titular de los medios es realmente escabroso “Madre encontró a su hijo asesinado a la orilla de una quebrada” la historia parece repetirse una y otra vez, hoy es esa madre bellanita quien llora a su hijo, han sido miles de madres, quienes en circunstancias similares han llorado a sus hijos en Medellín y el resto de los municipios del Valle de Aburrá.

Muchos de esos homicidios no llegan a la prensa y, de esos pocos que llegan a los medios de comunicación la mayoría pasan desapercibidos, todos terminan compilados en las frías estadísticas de homicidios de las diferentes alcaldías, informes que siempre son una vergüenza, no solo para las administraciones municipales o la Policía, sino para todos en general.

Da escalofrío al leer la noticia por la frialdad y violencia de los hechos narrados, “joven de 19 años es asesinado de un disparo a las 8:30am luego de cerrar su licorera…”, impresiona también el hecho de que ningún vecino quiere hablar, nadie sabe ni vio nada, tampoco lo quiere hacer la familia. Dicha omisión de información solo tiene una explicación, todos saben quién, porque lo mataron, todos tienen miedo de correr la misma suerte.

Llevo muchos años recorriendo las diferentes comunas y barrios de Medellín, son muchas las historias que me han contado sus propios protagonistas, una de las que más recuerdo es similar a la ocurrida el pasado domingo.

Todo inició con una reunión de amigos en una de las tantas esquinas de la ciudad, allí no estaba pasando nada extraordinario, sin embargo, se sentía el bullicio de las carcajadas y gritos de unos jóvenes que contaban historias, cuentos y chistes.

La felicidad fue interrumpida por una vecina visiblemente molesta, no por la bulla que hacían, porque no la dejaran dormir o por el hecho de que estaban al frente de su casa, los acusaba de haber entrado a su casa a robar un computador, inmediatamente se enfrentaron, el grupo de jóvenes exigía respeto a la señora, ella los trataba de ladrones.

Al día siguiente empezó la pesadilla, el combo del barrio, los delincuentes encargados del microtráfico o como los conocen allá “los muchachos” empezaron a decir que iban a castigar al grupo de supuestos ladrones, el chisme corrió como pólvora hasta los oídos de la madre de uno de los involucrados.

El joven en cuestión, a quien llamaremos Pedro, era conocido en el barrio por ser juicioso, estudioso y sin vicios, le dijo a su madre que “iba a poner la cara” que no temiera, que él no tenía nada que esconder, decidió ir a visitar entonces al jefe del combo, cuando llegó al lugar empezó a preguntar donde podría encontrar al sujeto y explicó sus motivos, una vez llegó al objetivo, cuando empezó a hablar para contar su versión de los hechos, otro joven que se encontraba allí, visiblemente drogado, lo increpó y, sin razón alguna, decidió descargar su arma contra la humanidad de Pedro causándole la muerte de forma instantánea.

Todos en el barrio sabían quién lo había matado, pero nadie quería hablar, incluso la Policía alegaba tener conocimiento, pero carecer de las pruebas para capturarlo, su madre con profundo dolor veía todos los días al asesino de su hijo pasar impunemente frente a su casa, fue tanto el malestar y desazón que se vivió en esos días que el propio grupo criminal puso fin a la vida del asesino de Pedro, la razón “los había calentado”.

Pedro es el nombre de miles de jóvenes que han muerto en Medellín a manos de los grupos delincuenciales, bien sea como víctimas inocentes, ajuste de cuentas, cobros o venganzas. Todas las muertes duelen, además, por la indiferencia, la normalización de la violencia y la falta de políticas públicas efectivas.

Necesitamos urgentemente una política de prevención de consumo de sustancias psicoactivas, mayor y mejor presencia institucional en los territorios, no solo de Policía, sino de política social, de educación y de oportunidades para miles de jóvenes que estamos perdiendo en la violencia.

Necesitamos romper la barrera del silencio, visibilizar a las víctimas y acabar de una vez por todas con el miedo que se vive en las comunas y barrios del Valle de Aburrá.

 

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Santiago Valencia
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