El placer del regreso, cuando hay oponente, rivalidad y no cuando se confronta solo por negocio, con partidos insufribles.
Tiene siempre la Selección Colombia una especial atracción, así se relacionen las viejas cuentas de cobro, por su ausencia en el anterior mundial y la esperanza de una renovación pensada, dirigida con proyecciones sensibles el público.
La conexión popular tan profunda entre los argentinos, con su equipo nacional, está fracturada en nuestro medio. Marcha entre dudas, sospechas, cuestionamientos y severas críticas.
Las que se justifican cuando, son convocados e incorporados a las delegaciones al exterior, jugadores sin nivel de competencia. Es costumbre desde la época de Pékerman.
Enfermos o turistas, como el caso Juan Fernando Quintero, lesionado para su club, habilitado para la gira, e incapacitado a la hora de ser alineado.
El amor a la selección no es un simple juego y dadas las frustraciones recientes, la tolerancia debe llegar al mínimo.
El nuevo proceso da pasos inseguros, aunque se ve esperanzador. No es solo energía o entusiasmo lo que se necesita. También la técnica colectiva que marque diferencias, con ritmo continuo y rechazo a los complejos que nos quitan grandeza y jerarquía.
La nueva Colombia no tiene gambetas, enganches, factor sorpresa, disparos fulminantes o habilidades diferentes.
Es otro futbol. Otra concepción del juego con pocas secuencias de pase, lo que la lleva a dividir el balón, a imponer músculo y a pretender dominar con carreras frenéticas.
Se reconstruye James, lento pero incidente, en otra posición y otra función. Con desordenado sacrificio, sin visitar las bandas donde vivía la burguesía de su inactividad con la que aún conversa.
Un golpe de timón ante Corea, por parte del técnico Lorenzo permitió salir de las afugias de la derrota. Compactó el equipo en el medio, desarmó a los coreanos, junto delanteros, transformó inicio y salida de juego, con futbol directo desde su portería y empató con justeza.
No tiene el viento a favor la selección, porque el hincha castiga con indiferencia. Pero el paso lento puede traer buenos resultados. Por lo menos asoman otras caras.
Creado Por
Esteban Jaramillo