Mucho hemos hablado en estos generosos espacios de opinión acerca de la importancia de la participación ciudadana, de sus bondades en la reconstrucción de los valores y principios en el ejercicio de la actividad política y de la clara relevancia que existe en su adecuada implementación para que la recuperación del poder ciudadano sea a través de la democracia participativa. Este escrito apunta a hablar sobre esto, sobre la divina trinidad que se requiere, los conceptos de los que hemos hablado implícitamente y que hoy buscamos aterrizar.
En nuestro concepto, para lograrlo, podemos ilustrarnos con un ejemplo que vivimos en nuestro sistema electoral, que ha sido, quizás, el mejor intento de capitalizar las herramientas tecnológicas para brindar garantías y transparencia en el ejercicio de la participación ciudadana en procesos electorales. Una participación ciudadana que se ajuste a las demandas de un mundo globalizado, interconectado y donde las redes sociales y la tecnología juegan un rol dominante en la forma de comunicarse e interrelacionarse de los seres humanos. Conozcamos a Mapee.
Mapee es una iniciativa del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la Misión de Observación Electoral de Colombia, fue empleada en las elecciones de 2018 en Colombia y contribuyó a que los ciudadanos pudiésemos ejercer veeduría y control sobre la propaganda electoral, entre algunas otras herramientas.
Los ciudadanos, en su rol activo en el desarrollo del proceso electoral, tenían la capacidad, con sus dispositivos móviles, de fotografiar y geolocalizar en un mapa, la publicidad difundida por los partidos políticos y sus candidatos. Esto con la finalidad de generar un mapa que en articulación con las autoridades, pudiera evidenciar la cantidad y el tipo de propaganda usada, detectando así las posibles infracciones a la normatividad en materia de propaganda electoral.
Sus desarrolladores indican que “estas funciones de registro y visualización son completadas con la fiscalización del CNE, que utiliza máximos impuestos, comparando los gastos de publicidad registrados por los candidatos en la plataforma Cuentas Claras, con los gastos reales de la campaña”. Se destaca de esta tecnología la capacidad de generar un modelo colaborativo eficiente, asertivo y transparente que permite generar una mejor articulación entre organismos públicos y la ciudadanía, jugando ésta un rol activo y determinante.
Esta, como muchas otras iniciativas en el país, no contó con el respaldo y exaltación de los grupos de interés que conforman el sistema, y a pesar de la perseverancia de sus creadores, esta aplicación no logró sobrevivir a las elecciones del 2022, cuando la autoridad desestimó su uso aún cuando implementación arrojó resultados positivos. El uso de la tecnología cívica no es un capricho, es la necesidad de transformación que reclama la ciudadanía en torno a la generación de confianza y transparencia en nuestro sistema electoral y en nuestra democracia participativa.
El ejemplo es claro y lo seguimos viviendo. Durante las elecciones al Congreso de la República el pasado 13 de marzo, falló la plataforma de la registraduría lo que impidió que muchas personas pudieran consultar su lugar de votación, obstaculizando el ejercicio del sufragio de muchísimos colombianos. Sumado a esto, esta semana, cuando se cerró el plazo para inscribir la cédula para la elección presidencial, fue un proceso traumático e imposible para la mayoría de los usuarios. No funcionaron los medios digitales y las filas en las registradurías eran interminables. Esto es, justamente, las situaciones que no pueden ocurrir y que debemos corregir con tecnología cívica, que brinde confianza y transparencia, y naturalmente se reconstruya la dignidad de nuestra condición de colombianos en el ejercicio de nuestros derechos.
Para lograrlo, es necesario creer e implementar la divina trinidad de la participación ciudadana. Por un lado, la sensibilización de la sociedad a través de herramientas pedagógicas para la formación de mejores ciudadanos. Ciudadanos preocupados por su sistema democrático que se incorporen y participen en los procesos de la toma de decisiones que los afectan. Promover con iniciativas claras, la voluntad de movilización del Estado y de los gobiernos para generar espacios y volcar los esfuerzos para involucrar a los ciudadanos en más y mejores espacios de intercambio y construcción conjunta de ideas. Y por último, teniendo en cuenta que todo esto bajo la implementación de la tecnología como punto de articulación y reconstrucción de la democracia para una activa participación ciudadana.
Esta es la base para lograr formar una sociedad más justa, equitativa y responsable con las decisiones que se toman y que afectan su entorno. El país debe volcarse a dar este paso en la recuperación y blindaje de la democracia para devolverle el poder al que manda; el ciudadano.