Las empresas deben cuidar y enseñar a cuidar

Ulrich Beck (1944-2015) es uno de los sociólogos contemporáneos más influyentes y citados en diferentes estudios económicos y sociales que nunca pierde vigencia. Su teoría “La Sociedad del Riesgo” se sustentó en la premisa de que, en las sociedades actuales, la producción de riqueza va acompañada por una creciente generación de riesgos como el cambio climático, la tecnología o las crisis financieras; fenómeno que definió como la democratización de las desgracias globales sin distinción de clase o status social

Mi intención no es analizar, satanizar o reivindicar sus teorías, eso ya lo han hecho bastante, pero considero que muchos de sus pensamientos cobran importancia frente a la crisis que padece el planeta.

Para Beck lo que torna particulares los riesgos de la sociedad contemporánea es que no se agotan en sus consecuencias, es decir, los daños se extienden al futuro.

En Colombia, como en muchos países del mundo, estamos comenzando una apertura gradual de la economía luego de afrontar el azote del Covid-19. Las empresas han demostrado su capacidad de adaptabilidad a la nueva situación, implementaron el teletrabajo y desarrollaron estrictos protocolos que esperamos funcionarán para activar nuevamente los ejercicios comercial y productivo.

Sin embargo, países como Chile, Alemania, China y el Líbano, entre otros, hicieron lo mismo, levantaron sus economías y en pocos días debieron volver a la cuarentena. Las causas de esta regresión son muchas, pero sin duda el comportamiento social fue una de las principales.

Ahora que la apertura de nuestra economía es una necesidad imperante, no podemos correr riesgos que impliquen cerrarla nuevamente. Eso es impensable. Debemos entonces preguntarnos ¿Cuáles son los riesgos que podrían hacer realidad esta caótica situación?

Es aquí donde regreso a un principio expuesto por Beck el cual sentenció que “carecemos aún de categorías, mapas y brújula para ese Nuevo Mundo”. Nada más parecido a lo que hoy vivimos y considero que la comunidad empresarial tiene la obligación de participar en la construcción de esa nueva hoja de ruta que requiere la sociedad.

Las empresas que han estado operando debieron realizar inmensos esfuerzos para proteger la salud y las condiciones de trabajo de su capital humano. Ahora que comenzamos la apertura debemos preguntarnos si esa gran parte de la población que simplemente no pertenece a una empresa, cuenta con el conocimiento, la información, los recursos y las condiciones para asegurar que un nuevo brote del virus no reaparezca.

Las noticias están llenas de casos que registran el desconocimiento y la desobediencia de las comunidades frente a la verdadera magnitud del problema que vivimos. De no ser consecuentes con la necesidad de informar, formar y apoyar a la ciudadanía en este proceso de apertura que emprendemos, las empresas verán un nuevo impacto negativo, esta vez posiblemente letal, en sus balances y ejercicios.

Este es un llamado para que la comunidad empresarial asuma su obligación con el capital social de nuestro país. Los empresarios deben actuar de inmediato, ampliar su visión e incidir más allá de sus trabajadores llegando a sus familias y a la comunidad que impactan.

No podemos permitir que nos suceda lo que a otros países. Tenemos que manejar los riesgos que se avecinan en esta nueva etapa del Covid-19. Las empresas deben unirse y desarrollar campañas de concientización y cambio comportamental, que aseguren una población racional y consciente frente a la prevención y el cuidado personal como la mejor manera de conservar los logros alcanzados.

La conclusión es clara, El Gobierno no tiene manera de controlar todo y las empresas deben pasar de cuidarse a enseñar a cuidar. Las compañías tienen que ejercer el papel de un tutor que incide guía y apoya a las personas de las zonas en que están presentes y de esta manera ayudar a controlar el gran riesgo social que supone la apertura.

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