Después de una campaña salvaje, el ganador finalmente fue Joe Biden. A pesar de la supuesta estrategia legal de Trump para disputar la victoria, y el llamado de un periodista colombiano para renunciar a la victoria en un “acto de caballerosidad”, finalmente Joe Biden ha sido aclamado como el próximo presidente de los Estados Unidos. Las conclusiones y lecciones que nos deja para Colombia son muchas.
Lo más importante, en mi opinión, es la prueba contundente de que la mayor amenaza de nuestros tiempos para la democracia son los discursos extremistas y polarizadores. Es una tendencia global, donde Colombia ocupa un triste y vergonzoso lugar de honor. La política, y en general, la discusión de los asuntos públicos se ha degenerado de forma grave, tanto por la facilidad en que los rumores corren por las redes sociales, como por la precarización de los argumentos, sumado a la pérdida de ética y lealtad política de los extremos. Hoy en día, sin pena y sin asco, muchos políticos y ciudadanos son capaces de basar sus posiciones en mentiras, falsedades y tergiversaciones.
Con ayuda de políticos de la extrema derecha colombiana, acusaron a Biden de castrochavista, y en otros estados lo acusan de socialista. Así, sin asco y sin pruebas, miles de latinos, que fueron maltratados y discriminados por Trump durante 4 años, acudieron a las urnas cegados por el miedo al socialismo y al comunismo, preocupados por “volverse otra Venezuela”. Este tipo de argumentos solo demuestran la pobreza y la pereza mental, tanto de quien lo emite, como de quien se lo cree.
Y este tipo de argumentos falaces, entran mucho más fácil en la opinión general cuando el ambiente está polarizado y agresivo. Cuando nos dividimos entre “nosotros y ellos”; entre “la gente de bien” y “los enemigos”, es muy fácil caer en el juego maniqueo de creerse noticias falsas, y ayudar a correrlas.
Definitivamente los extremos, de lado y lado, son la peor amenaza para la democracia y para el debate sano de las ideas. Muchos han despreciado las posiciones de centro y conciliadoras; nos han tildado de tibios, pero para nuestra tranquilidad, el próximo presidente de los Estados Unidos es uno de los más insignes representantes de la posición del centro, si quieren digan que Biden es un tibio para desprestigiarlo, pero lo cierto es que ha sido el presidente más votado en la historia de los Estados Unidos.
Ese hecho, de haber elegido a un “tibio” de forma masiva, marca una respuesta clara de la ciudadanía: el hastío y el rechazo a los discursos polarizadores y provenientes de los extremos políticos. Y rechazar esos discursos extremistas no quiere decir que no se tenga una posición, ni que no haya críticas. Por supuesto que tener una posición de centro requiere tomar partido en todos los asuntos públicos, pero basándose en la lógica, en la evidencia, en los argumentos. Ser de centro significa despojarse de la fe ciega por los caudillos, por los mesías, y por posiciones ideologizadas impermeables por la razón y la lógica.
La victoria de Joe Biden es una clara victoria de la democracia, que rechaza las mentiras, que rechaza la discriminación y la segregación. Y esa debe ser la mayor lección para Colombia. Ahora que los extremos han visto que el centro si es capaz de poner a la persona que ostenta el cargo más poderoso del mundo, seguramente se preocuparán, y conociéndolos, en vez de auto reflexionar y modificar sus métodos, en Colombia lo que preferirán será profundizar aún más en sus nocivas dinámicas.
La extrema derecha ahondará aún más sus discursos estigmatizantes y falaces sobre el castrochavismo. Aún ostentando el poder presidencial y el poder en casi todas las entidades y órganos del estado colombiano, lo que ha quedado claro en estos dos años de gobierno, es una incapacidad para cumplir sus promesas, incapacidad para transformar la realidad de los colombianos. Y para evitar la derrota en las urnas, acudirán a la distracción y a la profundización de sus discursos basados en el miedo y la mentira.
Y por su parte, la extrema izquierda, en su dinámica de pensar la política y la realidad colombiana en torno a un solo mesías, ahondará en sus estrategias igualmente estigmatizantes y polarizadoras, criticando, calumniando y haciendo matoneo a todo aquel que no se pliegue completamente a sus idearios y sus posiciones. Seguirán confundiendo unidad con unanimidad, seguirán exigiendo una adherencia total a su líder mesiánico, como si estuvieran en posición de exigir.
Así como los norteamericanos, llegó la hora de que los colombianos entiendan que lo que está en juego es la democracia en su esencia. Cuando la política se define basándose en mentiras y engaños, cuando los extremos alimentan la polarización y la confrontación cada vez más agresiva para su propio provecho, cuando vemos en nuestros compatriotas a enemigos y no a oponentes, lo que está peligrando es la democracia, como decía la campaña de Biden “el alma de nuestra nación”.
No podemos seguir dividiéndonos y matándonos como enemigos. Somos hermanos, aún cuando pensemos diferente. Podemos ser distintos sin ser enemigos. Esta ola de defensa de la democracia acaba de arrancar en Estados Unidos, y con nuestro trabajo diario, recuperando las buenas costumbres del diálogo y del sano debate democrático, seremos capaces de sobreponernos a estos monstruos del extremismo, de lado y lado.