No se puede ser mediador con soberbia, sino con humildad. No es para oídos sordos, se requiere gran capacidad de escucha y a su vez de comprensión. La paciencia también es clave, casi definitiva.
El miedo frena y obstaculiza. La actitud valiente, pero sincera, es la guía recomendada. Eso genera gobernabilidad de intereses, acerca y no aleja. Fortalece y estimula el ánimo de entenderse y conciliar. No son palabras al viento, son hechos concretos que viabilizan la confianza. Eso hace un buen mediador.
La comprensión territorial es propiciar la compatibilidad. Quedarse en la silla reclinable y ortopédica de una oficina, es la opción del confort incómodo. Se necesita presencia en las regiones en las cuales se fomentan y crecen las quejas, peticiones, protestas y hasta huelgas. Tender puentes mirando a los ojos y no desde un móvil, puede hacer la diferencia. Y la hace con creces.
La cultura de la mediación debe ser una constante. Sobre todo, en un país con desigualdades añejas, que parecen no encontrar un final feliz. Hasta la misma polarización reprende las voces que armonizan y dialogan. Por eso; es importante resaltar a un funcionario que a pesar del corto tiempo en su cargo, viene construyendo un perfil de mediador destacado: el Defensor del Pueblo.
La gente quiere acuerdos, que generen soluciones. En esa tarea se ha aplicado con determinación Carlos Camargo, entregando un valor tan perdido como cuestionado: La confianza. Si no confías, jamás se podrá alcanzar un acuerdo en el escenario que sea. Mediación y confianza van de la mano.
Y no son fáciles los procesos en los que ha intervenido. En la minga indígena fue actor decisivo, se leyeron titulares como estos: “ Minga acepta al Defensor del Pueblo como mediador”. Y también, pudo conjurar una manifestación del pueblo Misak en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. ¡Hizo bien la tarea!
Intermedio también, frente a las inquietudes de los desmovilizados de las Farc, en Mesetas. En el departamento de Sucre también hizo presencia para abordar la problemática de los moradores en esta región Caribe. En Caldas, Montería y La Guajira, hizo énfasis en peticiones de las negritudes e indígenas. El sensible asunto de los líderes sociales, es prioritario en su agenda. En síntesis, respeta todos los puntos de vista y genera consensos.
Pero cada día aparece un desafío nuevo. Ahora el Defensor del Pueblo, Carlos Camargo, le apunta al paro de la mina del Cerrejón que ya superó los dos meses, con más de 5.000 trabajadores en cese de actividades y con pérdidas diarias que superan los 7.000 millones de pesos. Paro y pandemia son una combinación cruel.
Para mediar también hay que ser honesto. En caso contrario; se pulveriza y evapora cualquier acuerdo. Es asunto de sumar voluntades, que construyen bases sólidas que permitan edificar la tan esquiva confianza. Así es mejor afrontar los conflictos.
Con menos de 90 días en el cargo, el método es nítido: Es un mediador nato, con un tono tranquilo, que ayudará a resolver problemas de fondo. La mediación transforma los conflictos en soluciones.
Un mediador frentero y con amplia sensibilidad, cuenta con las llaves para destrabar cualquier proceso complejo. Manejar las contradicciones, propiciar conversaciones francas, que establezcan certezas para el bien común, son lecciones que ya comienza a darnos desde temprano el Defensor del Pueblo.
La pregunta incómoda
¿En qué cambiarán las relaciones Colombia- EE.UU con el triunfo de Biden?