Carlos Salas
Carlos Salas

Les regalo a Uribe

No sé si sea éste el momento apropiado para sincerarme luego de una trasnochada viendo una serie española y habiendo sido despertado por los ladridos de la perrera vecina que persisten afectando mi concentración, mientras escribo en mi celular, mi Mac se bloqueó seguramente saturado de escritos como éste, y, para remate, sin el auxilio de la buena dosis de cafeína con las que animaba mis textos, debido a las molestias digestivas, las que he sufrido desde los tiempos en que, siendo estudiante de arquitectura, me mantenía despierto noches enteras a punta de café y cigarrillo haciendo dibujos y maquetas que aportaron muy poco a mi formación… Pero no es el momento de arrepentimientos y lo que ha dado vueltas en mi cabeza, taladrando mi cerebro, mientras dibujo, quito las pepas a una guanábana o me pongo a jardinear, he decidido dejarlo por escrito justamente hoy.

Durante años sufrí acusaciones, de parte de los que tienen mucho que festejar ahora teniendo el tan ansiado poder en sus manos desde hace poco más de cien días, de ultraderechista, fascista, paramilitar y cosas por el estilo, por declararme abiertamente uribista y un hombre de derecha. Me restregaban los falsos positivos, la muerte de líderes sociales, la violación de los derechos humanos por parte de nuestro ejército y policía. De ser enemigo de la paz y de pertenecer a un partido político contrario a la izquierda. Tuvo que llegar Duque al poder para que comenzará a ver el lado oscuro del asunto y responder a esos señalamientos con un "les regalo a Uribe". 

Cuando se habla de posiciones políticas opuestas se dice que se está en dos orillas y que cualquier conversación es entre sordos que hablan y hasta gritan, sin escuchar al que se encuentra en la orilla opuesta. Lo cierto es que no existen distancias entre las orillas y, cómo lo comprobamos a diario, los puntos en común son cada vez más evidentes.

Esas divagaciones, que dan vueltas y vueltas en mi cabeza, me han llevado a dudar de todo. Que hay un plan globalista apoyada en la calentología y redactada por el Foro de Davos en su agenda 2030 ya no es cosa de conspiranoicos sino algo que salta a la vista cuando cada día lo ocultan menos. Lo que no sabíamos es que el país está tan comprometido con ella hasta el punto de llevar a la presidencia, con una operación fraudulenta que supera la Operación Jaque, al que considerábamos, todos los de mi orilla, el enemigo público número uno.

Y empiezan a desfilar los hechos del pasado… 

¿Por qué Uribe no acabó con los cultivos de coca cuando tuvo todas las herramientas para hacerlo? ¿Por qué dejó viva a la culebra de las FARC y permitió que se refugiaran en la selva de Colombia, Venezuela y Ecuador? ¿A quién, sino a Uribe, se le ocurre nombrar en el ministerio más importante de su gobierno a un tipejo con los antecedentes de Santos marcados por la ineptitud y su cinismo? ¿Cómo entender que el que se ufanaba de su ejército le quitara el fuero militar y lo dejara herido de gravedad? Descabezar a veintisiete de sus mejores comandantes de un solo golpe, como el sastrecillo valiente lo hizo con las moscas, no tiene explicación alguna y menos la de los falsos positivos. Y que llevará a la presidencia a su ministro de defensa, a quien le ocultaba las operaciones contra las FARC para que no las entorpeciera tampoco es comprensible.

Pasaron cuatro años nefastos del gobierno Santos cuando decidió reelegirse, con el mismo mecanismo que tanto le criticaron a Uribe, y se roba las elecciones con total descaro. Óscar Iván Zuluaga no hizo el menor reparo, por el contrario, admitió, precipitadamente, una derrota que dejaba fuertes dudas mientras Uribe mantenía su silencio estratégicamente ubicado en Medellín. ¿Por qué no acompañó a su protegido, el mismo que, cómo ministro de Hacienda, logró superar para Colombia los efectos de la crisis financiera mundial, teniendo el triunfo cantado luego de vencer ampliamente a Santos en la primera vuelta?

Llegó la hora de la firma del maldito acuerdo Santos-FARC y del plebiscito con el que la ciudadanía, a pesar del fraude, dijo NO a dichos acuerdos. Sale Uribe, autoelegido representante de los millones que votamos NO, y lo negocia en un acto que sí no es de traición es de algo que se le parece. Pero la cosa no para ahí, aparece Duque de debajo de la manga de Uribe resultando elegido presidente porque así lo decidió el mismo Uribe, cerrándole el paso a Zuluaga con el pretexto del ridículo proceso del hacker y de la financiación de Odebrecht a su anterior campaña. 

Y se viene lo más terrible del asunto, un confinamiento absurdo ordenado desde los organismos internacionales a los que Duque les ha sido fiel en todo. Es tan solo ver qué de fumigación aérea nada de nada, como tampoco de Fracking, y si de un endeudamiento colosal que nos convierte en esclavos de la banca mundial. Claro que se le ha visto muy recompensado por sus útiles servicios e instalado en su nuevo rol de defensor del planeta que le han asignado sus amigos Soros, Schwab, Bezos y otros de esa calaña que dominan el planeta.

Así que con estás divagaciones, y muchas más por el estilo, no alcanzo a tranquilizar a mi maltrecha consciencia, pero no por haber apoyado al que me restregaban como el Pinochet colombiano sino por haber sido un convencido uribista que se echa atrás cuando constata que Uribe resultó más próximo a otra orilla que no es la mía, ahora cuando se le ve aplaudiendo a Petro, del que nos previno con su "cuidado con el 2022" mientras no movió un dedo ante el fraude de las parlamentarias y luego las presidenciales cuando el lema debió ser "cuidado con el registrador".

Y para remate, no es comprensible desde la lógica ver a Petro aplaudiendo a su antiguo rival, al que le anunciaba cárcel cuando estuviera en la presidencia.

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Carlos Salas
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