Recientemente, de la tierra han despegado dos cohetes al espacio. Uno desde Estados Unidos el 30 de mayo, y el otro desde China el 23 de julio. El primero con dos astronautas y el segundo con robots. La revista MIT Technology Review señaló en enero que el 2020 contaría con siete misiones espaciales, todas con el fin de explorar otros planetas y de poner a los humanos en órbita.
Nos alegramos por entender lo que tenemos a millones de kilómetros que a nosotros mismos que estamos cerca. Las imágenes del sol que capturó la sonda europea Solar Orbiter nos hizo pensar sobre la forma real de las cosas. Sin embargo, si dibujamos el sol, no tendríamos en cuenta a la hora de ilustrar, aquello nunca antes visto que son las pequeñas erupciones solares u hogueras. Nos enfocaríamos en hacer un círculo en la parte superior de lo que indiquemos como superficie.
Cualquier descubrimiento, así no entendamos de qué trata, lo celebramos. Estamos configurando un mito donde salir del planeta tierra simboliza superar desafíos como la pandemia que estamos viviendo. Lo que tenemos cerca no cuenta con el mismo interés de lo que está lejos, esto aplica para diferentes escenarios. Es preferible conocer una ciudad europea a una localidad o barrio de la propia ciudad. A eso vamos con lo que venga del espacio. Desde el diseño de los trajes hasta el tipo de letra con el que se escribió Space X en el cohete.
Salir de este planeta supone ser una respuesta de aquello que se nos presenta de manera irracional. Pensamos que los dramas que vivimos aquí en la tierra se quedarían aquí en la tierra. Que allá afuera está la solución, o mejor la verdadera distracción a lo que estamos viviendo. Esta serie de crisis que se desprenden de un virus, nos lleva a experimentar un estilo de vida de otro planeta sin estar en Marte.