Carlos Salas
Carlos Salas

Mea culpa

“La oligarquía globalista que se está imponiendo a nivel mundial ha comprado la sociedad civil, los medios, la justicia, la política y la salud del planeta, pero lo que no comprará jamás es el alma humana, hecha de jirones de honor y de valores, con el derecho natural y la moral eterna en su núcleo.”

Juan de Castro

 

“Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa”. “Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa” decimos en coro celebrando la Santa Misa acompañado con golpes de pecho. Me digo que algo o mucho de culpa cargo para que viniera a ocurrir lo que con tanto esmero quisimos evitar. ¿En qué me equivoqué? Fui un entusiasta promotor de Duque como candidato para pasar a ser un crítico de sus desconcertantes acciones como presidente. También lo fui de Uribe, a veces pasando por alto sus terribles equivocaciones que no vale la pena enumerarlas acá pero que de vez en cuando brotan desde lo profundo de mis recuerdos en su real dimensión, lo que me ha llevado a tomar distancia con lo que él representa. ¿Ahí se encontrará la fuente de mi extraño sentimiento de desazón que me envuelve al revolverme en el fango del pasado cuando debería ocuparme del presente junto con las barbaridades que comete a diario el actual gobierno?

Esta mañana recibí el boletín del Periodico Debate que trae, como es habitual en él, una serie de artículos escritos por uribistas de racamandaca. Ahí no cabe ninguna voz que desentone con los principios que defiende. Lo que sentí, al repasar la larga lista de títulos, fue una especie de “deja vu”. Volvimos a ser oposición, esa misma que apareció durante el gobierno Santos tan aguerrida y con tan pobres resultados. Habrá quien se sienta inspirado cuando de criticar se trata y es más de uno como se puede constatar en Debate ¡Terrible! No me cabe en la cabeza que habiendo ganado tan peligrosas batallas, en lugar de haber disfrutado del triunfo tengamos que tragar el polvo de la derrota.

Hay un principio que se repite como un mantra, “El bien prevalece sobre el mal”, lo que nos  brinda cierto consuelo pero no el suficiente porque sabemos que a este país se lo llevó el diablo; lo que importa poco a muchos si miramos el curioso 69 que una encuesta, de esas que no las cree ni el más ingenuo, le otorga por arte de magia al porcentaje de compatriotas que está viviendo o esperan vivir sabroso.

Si le otorgo poder a alguien para que se encargue de remodelar mi casa y veo que comienza a anunciar una serie de cambios que harán que se deteriore y terminé por derrumbarse entonces, cueste lo que cueste, le retiro el poder. Los colombianos tenemos esa oportunidad pero no hay con quien. Acostumbro ojear  Facebook buscando voces de aliento entre tanta publicidad y fakes y me encuentro con fotos y videos de líderes de la oposición muertos de la risa, bailando y festejando quién sabe qué. ¡Así cómo! Pareciera que, para ellos como para Maturana, “perder es ganar un poco”.

Confieso que mi intención inicial era escribir sobre la injerencia de los poderes globalistas en Colombia luego de leer “No sólo es Soros” del español Juan de Castro quien resume con claridad lo que ha venido ocurriendo en Europa y especialmente en su país en un proceso que lleva ya varias décadas y al que sólo ahora le estamos poniendo la debida atención. Mi intuición me llevó a la siguiente pregunta, la que considero debe ser formulada para encontrar una justa respuesta: ¿Qué tienen en común los cuatro últimos presidentes de nuestro país cuando, en apariencia, son de ideologías tan diferentes; no será un señor llamado Soros y su banda de globalistas con sus multimillonarias fortunas que no paran de crecer y que con sus ONGs manejan nuestros destinos?

Ya en la campaña de Duque se mencionó el tema y como si nada.

En la de Petro se dijo que Soros influiría en el conteo de los votos, y como si nada.

En la negociación de un plebiscito innegociable la actuación de Uribe con sus terribles consecuencias quedaron muchas dudas, y como si nada. 

Y qué decir de un títere del globalismo como Santos que hizo y deshizo y como si nada.

“¡Afirmo que la libertad y la democracia no se compran, globalistas repugnantes!” dice Juan de Castro ¿Será que esas palabras llegarán a los oídos de los poderosos que manejan el mundo?  De ninguna manera, ellos son monstruosamente grandes y él infinitamente minúsculo. Hasta hace pocos meses elevamos nuestras voces perorando que este país no caería como Cuba y Venezuela y miren en lo que estamos.

Si por ser uribista perdí la mayoría de mis amigos, ahora, dejando de serlo, perderé los pocos que me quedan.

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Carlos Salas
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