Hace algunos años tuve la posibilidad de viajar a El Salvador como observador internacional de las elecciones locales que se desarrollaron en el país centroamericano, la verdad, terminé gratamente sorprendido, me encontré un ambiente de desarrollo, de confianza, una sensación de que esta todo por hacer y más importante, optimismo de que se puede hacer mucho por El Salvador y su gente.
Durante la semana que estuve allí, pude conversar con muchos locales; taxistas, meseros, empresarios, políticos, personas de todo tipo, la gran mayoría adjudicaban el éxito de su país a una sola persona, a un líder joven, carismático, contundente al hablar, pero sobre todo, decidido a cambiar la realidad de su país: Bukele, el Presidente milenial.
Probablemente hasta hace poco la mayoría de las personas no podía ni ubicar a El Salvador en un mapa, y aquellos que tal vez tenían algún conocimiento, reconocían a este país por su desbordada violencia pandillera, corrupción y pobreza.
Bukele llegó con un nuevo liderazgo a gobernar un país profundamente dividido, olvidado, considerado inviable. Me recuerda mucho a Colombia antes del expresidente Uribe, nuestro país era concebido como una causa perdida, gran parte de su territorio era gobernado por guerrillas o grupos paramilitares y narcotraficantes, la corrupción dejaba cada vez mas un erario, ya de por si escaso, alejado de la solución a los problemas de los ciudadanos.
Como aquí, en El Salvador eligieron la seguridad como valor democrático, recuperó la confianza de inversionistas y empresarios que empezaron a generar empleos formales, de calidad, bien remunerados, a su vez, esa nueva actividad comercial y empresarial aumentó el recaudo del Estado y, por lo tanto, aumentó también la inversión social, una vez más, quedó demostrado que la seguridad ciudadana, jurídica, política y tributaria son una receta exitosa para desarrollar a los países, generar mejores niveles de confianza y desarrollo social y económico.
Esta semana, Bukele ha sido aclamado y criticado por muchos, su lógica es infalible a mi forma de ver, todos los seres humanos tenemos derechos que deben ser protegidos y garantizados por los Estados. ¿pero que pasa cada que un juez deja libre a un delincuente por un tecnicismo? ¿No se pone así mismo en riesgo a los ciudadanos que no han cometido ningún delito y que no merecen a un delincuente en la calle? Sin duda, nuestros Estados se volvieron extremadamente garantistas con los bandidos y delincuentes, tanto, que hemos dejado vulnerables a los ciudadanos de bien que reclaman acciones y protección por parte de sus gobiernos.
Tristemente aquí, en nuestra nueva realidad, en el mundo al revés, en Colombia al revés, a los peores delincuentes se les ofrece impunidad, participación en política sin necesidad de votos, a los delincuentes de la calle ahora se les prometen subsidios, mientras que a los ciudadanos de a pie, a los trabajadores, a los empresarios, a los comerciantes, cada vez se les estigmatiza y se les persigue más.
Ojalá, en cuatro años cese la horrible noche de la demagogia y el populismo, ojalá en cuatro años Colombia encuentre un “Uribe” o un “Bukele” que defienda y proteja al ciudadano de bien, al ciudadano del común, que persiga y encarcele a los delincuentes de cualquier pelambre, que promueva la empresa, la generación de empleos de calidad, que cierre brechas con una política social encaminada a dar herramientas a los ciudadanos para que trabajen y vivan de su propio esfuerzo y no de las limosnas del Estado.
Ojalá, en cuatro años no sea demasiado tarde para que Colombia retome el camino de la sensatez.
