Robinson Castillo

Comunicador Social-Periodista de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla, con Maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado de Colombia y Consultor internacional en Comunicación Parlamentaria. Columnista, escritor y convencido de la acción mediática reiterada, como método esencial del posicionamiento de marcas.

Robinson Castillo

Paz electoral, el candidato de todos

Colombia vive en campaña electoral permanente. Apenas se posesiona un nuevo gobierno, ya suenan los primeros nombres para la siguiente contienda. La conversación política es constante, casi ininterrumpida, que permanece en las redes, los cafés y hogares.

Pero esta intensidad no siempre se traduce en deliberación democrática. Muchas veces, el insulto sustituye el debate ciudadano. No somos la excepción de uno de los males más persistentes de las democracias contemporáneas: la polarización. En lugar de enriquecer la pluralidad de ideas, la discusión pública suele empobrecerse con ataques personales, descalificaciones y noticias falsas. Se impone la lógica del enemigo y no la del adversario.

El reloj electoral inició su cuenta regresiva. El próximo 19 de octubre, los jóvenes tendrán la palabra en las elecciones de los Consejos de Juventud. Luego, el 8 de marzo de 2026, elegiremos un nuevo Congreso. Y apenas unas semanas después, el 31 de mayo, el país vivirá la primera vuelta presidencial. Tres momentos decisivos que marcarán el rumbo institucional de Colombia.

Ante este panorama, necesitamos confianza, garantía y libertad para votar. El miedo no puede asustar a la democracia ni consolidarse entre sospechas. Por eso, hoy más que nunca, es indispensable asegurar que cada proceso electoral transcurra en paz, con transparencia, con equidad, y con pleno respeto por la voluntad popular.

Bajo este principio, el Procurador General de la Nación, Gregorio Eljach, asumió con plena convicción una causa que debería ser de todos: la paz electoral. No se trata de una consigna simbólica, sino de una estrategia sólida para blindar las campañas, proteger a los votantes y evitar que las tensiones democráticas deriven en conflictos sociales o institucionales.

La paz electoral es una invitación —pero también una responsabilidad— a que todos los actores políticos se comprometan con reglas de juego limpias. Que la contienda sea intensa, sí, pero jamás violenta. Que las diferencias se expresen, pero no se impongan con gritos ni se salden con trampas. Que los ciudadanos, sin importar dónde vivan o por quién voten, puedan ejercer su derecho sin presiones ni temores.

Esta cruzada por la paz electoral debe estar en el centro de las prioridades institucionales y sociales. Desde los organismos de control hasta los medios de comunicación, desde los partidos hasta las organizaciones ciudadanas. Cada palabra, cada gesto, cada decisión cuenta para proteger la legitimidad del voto y la estabilidad del sistema democrático.

Cuidar la democracia es mucho más que votar. Es garantizar que el acto de votar esté rodeado de respeto, de legalidad y de serenidad. Y eso solo será posible si construimos juntos un clima de paz electoral, donde lo más importante no sea quién gana, sino cómo ganamos.

Elecciones limpias es la ruta democrática ideal. Elijamos la paz electoral, el candidato de todos.

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