No es fácil empezar un gobierno, recuerdo cuando hice parte de la comisión de empalme en la Alcaldía de Medellín, en primer lugar, por la cantidad abrumadora de información que se recibe, pero también, usualmente, por la información que no se recibe, procesar y analizar todos los datos y el estado en el que se toma una administración.
Luego, con toda la información debidamente recogida y analizada el gobernante empieza a conformar a la menor brevedad su equipo de gobierno, son demasiados los factores que debe tener en cuenta como; participación de los equipos políticos que lo acompañaron en la elección, elegir personas técnicas para ocupar los cargos bajo su mando, participación de mujeres, grupos étnicos o minorías, en fin, un rompecabezas muy complejo que debe armonizar entre lo político y lo técnico.
Una vez conformado el equipo, cada uno de los nuevos funcionarios debe ir a recibir su dependencia, aprender en muy poco tiempo como funciona internamente, elegir su propio equipo de trabajo y por fin empezar a ejecutar un programa de gobierno.
Dicen los expertos que cuatro años son muy cortos, por lo que no hay tiempo que perder cuando se trata de un nuevo gobierno. Un año para recibir, un año para planear, un año para ejecutar y un año para entregar, así las cosas, un mes es una eternidad, perderlo podría echar a la basura buena parte de los planes de un nuevo mandatario.
Es tan complejo empezar un nuevo gobierno, que parece existir un acuerdo tácito, una especie de luna de miel, que normalmente dura un año, donde se da la oportunidad al gobierno recién constituido de empezar su gestión, en consecuencia, en este primer año las críticas son moderadas, la gente espera con paciencia a que se defina el estilo de gobernar y se toman pocas acciones por parte de la oposición.
Petro por su parte, rompió todo pronóstico, su gobierno no ha sido nada distinto a lo que esperábamos, pero si ha sido mucho más rápido en su capacidad de daño, tanto que el divorcio se esta dando aún en plena luna de miel, tres multitudinarias marchas y las encuestas ya dan cuenta de ello.
Hasta ahora lo que hemos visto es a un Presidente incumplido, desorganizado, que escucha poco y habla de más, no llega a sus citas o llega tarde, parece que tiene demasiado tiempo para cazar peleas innecesarias en Twitter, es muy irresponsable en 280 caracteres, donde incluso ha puesto a temblar a los mercados.
Su equipo de gobierno, en su mayoría absolutos desconocidos, no aparecen en medios de comunicación, poco o nada se sabe de su gestión, muchos de ellos aparecen esporádicamente, y pareciera que más para hacer el ridículo que para comunicar algo importante, y no me refiero solo a la Ministra de Minas, que ojalá salga pronto de su cargo, antes de que haga mas daño, también a la Ministra de Cultura que nombra y posesiona jurando por “los Dioses del olimpo y por la matria”, o el Ministro Ocampo, que parecía ser el adulto responsable, hasta que le echó la culpa a los empresarios de la subida del dólar.
El Congreso desapareció, una oposición valiente pero muy pequeña, hasta ahora con escasas figuras y una mayoría de gobierno desdibujada, muchos de sus congresistas parecen estar mas interesados por hacer “un vivo” en redes sociales que por entender sus funciones o las materias de las que debaten, no tienen idea que hace el Congreso ni mucho menos como funciona.
Apenas van cien días y ya parece una eternidad, por el bien de Colombia ojalá el Presidente escuche más, dialogue más, deje de parecerse más al líder de la oposición y empiece a gobernar con mayor sensatez, ojalá los Ministros asuman su cartera y empiecen a liderar sus sectores y el Congreso sea más independiente y ejerza mayor control, de lo contrario, no serán cien malos días sino cuatro años de destrucción.