Ricardo Felipe Herrera Carrillo

Abogado, especialista en régimen del Distrito Capital de Bogotá y magister en derecho administrativo de la Universidad Externado de Colombia. Experiencia de 11 años como servidor público y 23 años como profesional independiente con área de práctica en servicios públicos, derecho ambiental y régimen de contratación estatal.

Ricardo Felipe Herrera Carrillo

¿Petro se confió en los partidos o ellos en él?

Gustavo Bolívar dice que el error más grande de Gustavo Petro “es que de entrada se confió en los partidos tradicionales”, de cara al hecho de que estos no han aprobado dócilmente las propuestas legislativas del gobierno.

Los partidos de La U, Liberal y Conservador en su momento construyeron narrativas para soportar su decisión de ser partidos de gobierno en el del presidente Gustavo Petro. Todas frágiles e inverosímiles, pero ninguna tan vergonzante como la del partido Conservador.

Petro no llegó a ser presidente por el Petrismo progresista, quienes siempre han sido insuficientes para asegurar la llegada de su líder a la Casa de Nariño. Este propósito, fallido repetidamente, se logró gracias a los políticos más tradicionales, quienes por diversas razones vienen de ser los mayores contradictores y enemigos personales del ex presidente Álvaro Uribe Vélez.

A la cabeza de la lista está el ex presidente liberal Ernesto Samper Pizano, protagonista del mayor y más vergonzoso escándalo político por la financiación de su campaña presidencial por parte del cartel de Cali. Le sigue el ex presidente, también liberal, César Gaviria Trujillo, paradójicamente, cabeza del neoliberalismo y de la apertura económica, que el entonces candidato y hoy presidente Petro quiere desmontar en su totalidad. Cierra la lista el ex presidente Juan Manuel Santos Calderón, liberal y, paradójicamente, pupilo de Uribe Vélez, quién dice haber construido una paz que no existe.

El anti Uribismo, liderado por estos tres ex presidentes de la mano de un listado amplio de escuderos -políticos tradicionales- unos visibles y otros en la sombra, prefirió estar más cerca a Gustavo Petro que de cualquiera otro -por bueno que fuera- a quién se le sintiera el menor aroma o sabor Uribista. Así ganó Gustavo Petro la presidencia.

Es por eso, por ejemplo, que los liberales Cecilia López Montaño y José Antonio Ocampo, exministros de Samper Pizano, hicieron parte del gabinete del presidente Petro. Por lo mismo, Alfonso Prada, miembro del Nuevo Liberalismo, luego del partido Liberal, después del partido Verde y más recientemente pupilo de Santos Calderón, fue ministro del interior de Petro y ahora se suma a la creciente lista de políticos tradicionales como embajadores de Petro: Prada irá a Francia, el ex ministro de Petro, el conservador Guillermo Reyes, irá a Suiza y el ex presidente del Congreso, cuya elección fue anulada por el Consejo de Estado al violar la ley, al parecer va como embajador de Petro en el Reino Unido.  

Recordemos, también, entre otros muchos, al político tradicional Armando Benedetti, ex congresista del partido La U y del partido Liberal, quien funge como embajador de Petro en Venezuela; así como al menos visible pero mucho más influyente, ex alcalde de Cúcuta José Fernando Bautista, ex ministro de Samper Pizano y breve embajador en Venezuela y amigo de Santos Calderón, quién ahora se desempeña como embajador de Petro en Portugal. Así hay muchos otros ejemplos que ponen en evidencia, al parecer, el pago por parte del presidente Petro de favores políticos por los servicios electorales prestados.

Bolívar se equivoca en su afirmación. Porque el error del presidente Petro no fue confiar en los partidos sino en suponer antidemocráticamente que estos, liderados por políticos, pasarían de agache frente al trámite de las torpes propuestas de reformas legislativas gubernamentales, sin pensar en los efectos de cara a sus electores que más temprano que tarde se las cobran a los políticos, tradicionales y no tradicionales.

El otro craso error histórico del presidente Petro, que pasa de lado Bolívar, es haber dado paso a una coalición de gobierno, hoy rota por lo mismo, al mejor de los estilos politiqueros, sin transparencia y sin la existencia de un verdadero acuerdo programática, sino sobre la pobre base de acabar con el Uribismo y dejar al Centro Democrático solo en la oposición.

En tan solo diez meses de lo que va corrido de este gobierno, los hechos demuestran que esa torpe y obtusa estrategia y modo de actuar de los partidos de La U, Liberal y Conservador ha sido de las más nefastas para el país en toda su vida republicana. Ya empiezan esos mismo partidos a tratar de corregir, pero la verdad muy tímidamente porque algunos integrantes  de ellos anhelan más los beneficios personales de la burocracia que el propio de los colombianos.

La confianza de Petro en los partidos y de estos en Petro nunca existió, ni existirá. Y la confianza en el gobierno y esos partidos por parte del electorado mayoritario está hoy más que nunca fracturada y descreída.

El cambio está por venir, y no es Petro y el progresismo quienes lo representan y lograrán. Colombia anhela verdaderos políticos que gobiernen con los capaces, para todos y distantes de la nimiedad de solo pensar en su beneficio personal.

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