Por esas cosas de la cotidianidad, cualquier ciudadano tiene encuentros fugaces, diálogos simples y relevantes, coincidencias inspiradoras con gente desconocida que dejan una impronta en la memoria, y que, por esas cosas de la mente, brotan de nuevo tras el paso del tiempo. Y brotan, por ejemplo, para preguntarnos, a la manera del viejo bambuco de Eduardo Gómez Bueno, “¿qué hay de Cuchipe, qué hay de Dolores?” pensando en aquellas personas desconocidas.
• Me pasó en estos días de cuarentenas, aperturas y cierres, toques de queda y ley seca, cuando se me vino a la cabeza la respuesta que un “gamín” de los años 70 me diera en un parqueadero bogotano. Al preguntarle dónde vivía, me contesta: “En mi cabeza”. Tendría unos siete u ocho años. Hoy podrá estar cerca de sesenta. ¿Qué habrá habido de su cabeza? ¿Seguirá “viviendo” en ella? ¿La habrá perdido? ¿Lo sacaría adelante? ¿Dejaría este país o esta vida? ¿Será hoy un ser maravilloso? ¿Un filósofo de la existencia? ¿Un hombre feliz? ¿La sociedad lo acogería con cabeza y todo? ¿O seguirá cuidando carros?
• También recordaba otra respuesta espléndida de esos años: “¡Es que hay que darle con todo el corazón!”. Me la dio un “pelado”, de unos diez años, que jugaba fútbol en una cancha de cemento de un colegio en Chapinero, Bogotá, a quien le rescaté el balón que había salido a la calle por encima de la valla del establecimiento. “¡Lo sacaron del estadio!”, le dije, tras lo cual soltó aquella frase de antología. ¿En qué irá su corazón? ¿Continuará poniéndolo en su día a día? ¿Se malograría? ¿Qué habría de esa promesa del fútbol? ¿Haría parte de alguna Selección Colombia?¿Será un ejemplo de mentalidad triunfadora y apasionada? ¿O terminaría de recogebolas?
“Mami: ¿cuántos años tiene la vida?”
• En una oportunidad más “cercana” –años 80–, me hallaba parqueado en una estación de servicio en Medellín y se me acerca un muchacho de unos diez años. “¿Me da un peso?”, me dice. Luego de responderle que no, me propone: “¿Les echo aire a las llantas?”. “Listo”, le contesté. Trabajo hecho, trabajo pagado, y se fue contento. ¿Aprendería a vender sus servicios para ganarse la vida? ¿A ofrecer algo a cambio de algo? ¿Será un vendedor triunfador? ¿Un líder positivo? ¿Echao pa delante? ¿Comprobaría que en lugar de poner la mano suele ser mejor poner el hombro? ¿Que si se da, se recibe?
• Más hacia acá –años 90–, iba para mi casa. Justo al lado de un resalto, o “policía acostado”, un niño de aproximadamente ocho años estaba sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en las piernas y gimiendo. “¿Qué te pasó?”, le pregunto. “Es que me robaron los pasteles que estaba vendiendo”, y señalaba una caja vacía al lado. Me condolí, le ayudé y seguí el camino. Pero… A la semana volví a verlo en otro lugar con el mismo libreto: gemidos, que ladrones, que no sé qué… ¡Hombre! Hoy podrá tener un poco más de treinta años. ¿Cambiaría de mentalidad? ¿Será hoy un hombre honrado? ¿O seguiría engañando a la gente? ¿Hará parte de alguna de las bandas que cogobiernan en Medellín? ¿Sus supuestos pasteles ya serán de los más buscados en la ciudad, o figurará en la lista de “los más buscados” por la Policía?
• Corría 2008 y visitaba un centro comercial de mi ciudad. Delante de mí iba una mamá joven con una niña de unos siete años, y le pregunta: “Mami, ¿cuántos-años-tiene-la-vida?”. ¡Por favor!, ¿pero cómo es que esta chiquita sale con tamaña cosa? Pues sí. Alcancé a oír que la mamá le decía algo como “no-sé-carolina-eso-no-lo-sabe-sino-dios”. ¡Uf! ¿Otra pensadora de la existencia, esa hermosura, que hoy andará por los veinte añitos? ¿Qué la llevaría a preguntarse y preguntar? ¿No entendería que una hermanita tuviera cinco años y un tío-abuelo, cien? ¿O que la abuelita estuviera pisando los ochenta de tacón y pintalabios, y una amiguita se hubiera muerto de nueve sin haber probado ni tacón ni pintalabios? ¿Ahora le importará un confite que cada año sume y reste porque está a punto de graduarse de filósofa? ¿O quizás de cocinera, trabajo en el que el tiempo cuenta mucho?
…Hechos que suceden y pasan para esconderse en una rajadura de la memoria, de donde saltan cuando menos esperas, así como se dieron cuando menos esperabas. Porque la vida es así.
INFLEXIÓN. Si Carolina hubiera preguntado: “Mami-cuántos-años-tiene-la-muerte”, la respuesta podría haber sido otra: ¡¡¡Todos!!!
Por: Ignacio Arizmendi Posada.
14/11/20