Colombia se informa a través del fútbol. La Paz Total ha sido noticia, pero su cubrimiento suele verse eclipsado por otras informaciones, desde tuits malogrados del presidente hasta rumores sobre su adicción a las drogas. A veces pareciera que no se planea discutir nuestro modelo económico de espaldas al país mientras que las guerrillas y disidencias siguen matando y secuestrando.
Expreso toda mi solidaridad a la familia de Luís Díaz; el secuestro de sus padres hace visible el dolor que deben padecer las regiones olvidadas de Colombia a manos de calculadores terroristas. Cada vida puesta en riesgo por los grupos al margen de la Ley implica el fracaso de la Paz Total, que ha servido para el rearme del ELN y las disidencias de las FARC, así como el recrudecimiento de la violencia contra la ciudadanía y las afectaciones al medioambiente.
El año 2023 ha estado marcado por atentados contra la infraestructura petrolera, ataques a la población civil y combates de grupos al margen de la Ley. Se han perdido 3,8 millones de barriles de petróleo como consecuencia de atentados al oleoducto Caño Limón-Coveñas; se han reportado 241 secuestros, de los cuales 32 estarían relacionados con el ELN; decenas de combatientes han muerto en enfrentamientos, y cuando redacto esta columna se anuncia un paro armado de 72 horas en el Chocó. Entre tanto, la Mesa de Diálogos de Paz hace caso omiso a las alertas rojas.
Y es que los pormenores de la Paz Total son un asunto que ha pasado de agache. De acuerdo con un estudio del Observatorio de Medios de la Universidad Javeriana, el cubrimiento periodístico del inicio de la Paz Total ha sido insuficiente. Lo curioso es que, con los diálogos entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, que fueron bastante más moderados, la oposición de la época fue implacable y logró que la gente saliera a votar verraca en el plebiscito sobre los acuerdos de 2016. Dichos actores tienen razones de peso para ser igual o más severos con la Paz Total, pero no se percibe la misma tenacidad.
El presidente Gustavo Petro es una de las personas más ambiciosas que ha residido en el Palacio de Nariño. Colombia tiene uno de los índices de desigualdad más rampantes de la región, depende excesivamente del centralismo y padece las graves enfermedades del clientelismo y la corrupción. Por consiguiente, la ambición es un requisito para ser aspirante a cabeza de Estado en Colombia; se necesita mucho trabajo y entereza mental para cambiar nuestra realidad.
Pero juntar esta característica con el narcisismo de Petro (y otros posibles vicios de los que nos hemos venido enterando) es un veneno peligroso. Cuando los anhelos son tan grandes como el ego, se es el peor obstáculo para afrontar los retos del mundo social. Es así como apostar por la Paz Total con todos los actores del conflicto armado pone en riesgo los diálogos en sí mismos, y no podemos darnos el lujo de que los violentos vuelvan robustecidos al campo de batalla cuando se termine el período presidencial sin haber obtenido los resultados esperados.
No sería la primera vez que esta venenosa combinación conduce al fracaso. Un ejemplo histórico es Napoleón Bonaparte (1769-1821), quien vio frustrado su impulso imperialista al tratar de conquistar Rusia en 1812. No solo perdió la batalla al no lograr la capitulación rusa, sino que la inflexión lo llevó a perder la guerra. Su imperio sería superado a la postre por las repúblicas francesas, así no lo hubiera temido cuando comentaba con arrogancia El príncipe de Nicolás Maquiavelo.
Los grupos al margen de la Ley actúan con astucia para fortalecerse cuando el Estado retrocede y pierde el control de los territorios. Para ejecutar sus actos de violencia, cuentan con la lucrativa fuente de financiación del negocio de las drogas ilícitas. Según las cifras de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Colombia rompió su récord histórico de cultivos de coca en 2021, lo que significa que estos grupos tienen acceso a un gran flujo de efectivo para financiar operaciones contra el Estado y la población civil.
La Administración actual no es la responsable de los errores en la implementación del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera. No obstante, el Gobierno debe reunir sus ánimos para lograr una meta alcanzable, o se perderán los esfuerzos invertidos tanto en la Paz Total como en los acuerdos de 2016. Ya en los territorios se comienzan a escuchar mensajes de desilusión… El Estado había mostrado su cara más amable, pero ahora estamos cerca de volver a las peores épocas del conflicto. Señor presidente, ¿quiere ganar la guerra o la batalla?
¡Escríbame y charlamos! nicolas@noasy.com.co