Ambiciosa, así se podría describir la apuesta del técnico Néstor Lorenzo en el duelo de Colombia frente a Uruguay. El estratega argentino apostó por una alineación muy ofensiva con Wilmar Barrios como único volante de marca, acompañado de Matheus Uribe y Jhon Arias, dos jugadores con una mayor vocación de ataque. En el caso de Arias, el DT decidió usarlo de nuevo como volante por izquierda y no como extremo por derecha, donde juega habitualmente en Fluminense de Brasil. Esa movida táctica seguramente obedeció a las virtudes atléticas que tiene Arias, un hombre con gran sacrificio y cuya condición física le permite hacer el ida y vuelta. La jugada en parte lesalió al DT, pues al inicio del compromiso Arias se notó incómodo y por ratos hasta perdido, pero con el pasar de los minutos logró una mejor disposición en la cancha y en la segunda mitad les ganó el pulso a los cotizados volantes uruguayos.
Como extremo por derecha, Lorenzo decidió emplear a James Rodríguez. Una posición en la que el ‘10’ ha sido probado en Sao Paulo, como conté en mi última columna. La diferencia con su club es que, en el partido de ayer, James tuvo más libertad para moverse hacia el centro del ataque. Así quedó evidenciado en el gol que abrió el partido: un envío desde la derecha que Rodríguez caza en el corazón del área y remata con gran calidad.
La otra movida de Lorenzo se dio en la lateral izquierda, donde decidió dejar en el banco a Deiver Machado y en su lugar usar a Frank Fabra. Una apuesta arriesgada, teniendo presente que Machado había sido titular en los dos primeros partidos con una actuación aceptable y que Fabra defensivamente ofrece ventajas al rival. La apuesta no le salió bien a Lorenzo, aunque no solo por el discreto partido de Fabra, sino por el bajo rendimiento que en general mostró la defensa con excepción de Santiago Arias, que por la lateral derecha se ofreció y fue importante en el fútbol ofensivo de la Tricolor. El empate charrúa llegó precisamente luego de un tiro de esquina y una desconcentración defensiva que le permitió a Olivera cabecear solo en el área chica, cuando el segundo tiempo recién iniciaba. Para fortuna de Colombia, el 2x1 llegó rápido, en una jugada que tuvo su génesis en una soberbia atajada de Vargas con el pie. Y fue precisamente la gran actuación de Camilo Vargas, señor portero, la que minimizó hasta donde pudo los grandes errores defensivos. Una de sus intervenciones en la primera parte
terminó en falta y cartulina amarilla. En la segunda mitad continuó rindiendo a un gran nivel hasta que llegó esa fatídica jugada al cierre del compromiso donde debió inmolarse, en una acción donde la descoordinación de la zaga propició que se filtrara un delantero uruguayo y el ex Santa Fe no tuvo otro recurso que acudir a la falta. Penal y doble amarilla: expulsión. Ingresó Montero a lidiar con Darwin Núñez, el charrúa no desaprovechó la oportunidad y transformó la pena máxima en gol y dejó las cosas 2 por 2.
Pero el marcado final no sólo se explica por la actuación de Vargas, la falta de puntería en los delanteros criollos fue el otro elemento decisivo. Dos balones terminaron en el palo y Luis Díaz dilapidó un mano a mano, difícil de justificar. Esas acciones de ser goles hubiesen significado la ampliación del marcador a favor de Colombia y la tranquilidad para encarar el cierre del partido con un mayor margen de maniobra. El tercer gol no llegó y la que sí cumplió la cita fue la vieja máxima de, quien no los hace los ve hacer. Y a Colombia le tocó ver cómo en las postrimerías del partido los tres puntos se le escurrían entre las manos. Ahora viene Ecuador, un rival que esperemos no despierte a los fantasmas de la última vez.