Santiago Valencia
Abogado, especialista en Derecho Administrativo con Maestría en Análisis Económico del Derecho, se ha desempeñado como profesor universitario, abogado litigante, consultor jurídico y en asuntos políticos y públicos, fue elegido Representante a la Cámara (2014 – 2018) y Senador (2018 – 2022), en el Congreso fue miembro de las comisiones primeras constitucionales, Presidente Comisión Primera (2019 – 2020), Presidente Comisión de Ética y Estatuto del Congresista (2020 – 2021).
Santiago Valencia

Paz total, ¡Fracaso total!

No conozco un solo colombiano que no quiera la paz, seguro habrá una muy pequeña minoría que vive y ha vivido de la guerra, probablemente a ellos no les interese que podamos silenciar los fusiles, pero estoy seguro, que son precisamente ellos quienes los utilizan para lograr sus fines económicos, políticos y de control territorial, sea directamente o instrumentalizando a otros.

La inmensa mayoría de colombianos anhelamos con el corazón que algún día podamos lograr la paz, sin embargo, también como herramienta política se ha acuñado un discurso injusto y sobre todo peligroso, politiqueros han logrado catalogarnos como “amigos o enemigos de la paz”, únicamente con el fin de enardecer y radicalizar posturas que les permitan materializar sus objetivos políticos, obtener y/o continuar en el poder. Peligroso, además, porque vuelve objetivo a aquellos catalogados como “enemigos” cultivando, paradójicamente, más violencia.

Hay quienes, como yo, creemos que la paz se construye bajo el imperio de la ley, puesto que la impunidad es la partera de nuevas y peores violencias, lo cual, no excluye de ninguna manera la negociación política como herramienta para construir consensos que permitan la desmovilización de alzados en armas. El requisito fundamental para nosotros es que no se ceda a la impunidad, que de verdad exista una sanción, que puede ser alternativa y por lo tanto sustancialmente menor, pero efectiva, que no se permita la elegibilidad política para los peores responsables de crímenes de guerra y lesa humanidad, finalmente que se les exija reparar integralmente a sus víctimas.

La paz total empezó mal, porque empezó, hasta donde podemos deducir, como un acuerdo electoral, el hermano del presidente visitando peligrosos presos ofreciendo beneficios de llegar Petro a la Presidencia, el pacto de la picota, negado hasta la saciedad en campaña, hoy es vulgarmente aceptado por sus protagonistas. El problema radica en que el gobierno pierde poder en la mesa de negociación, porque al final, lo que les debe cumplir es un pacto o un compromiso de campaña.

No todo es malo, se acierta en incluir a los militares en la negociación, ellos aportan los criterios técnicos y el conocimiento militar para temas tan importantes como el cese al fuego, los protocolos de verificación o la veeduría al cumplimiento de los acuerdos. También acierta el presidente en incluir miembros de la sociedad civil incluida la oposición, debido a que la veeduría y la suma de voces diferentes son una garantía, siempre y cuando no sean convidados de piedra, ni usados como tontos útiles para intentar legitimar la negociación.

Lo más grave, y que, de seguir así, seguirá construyendo el fracaso total que vemos hasta ahora, es la falta de liderazgo que se ve en el gobierno, los cambios constantes en las posturas de negociación, la falta de unificación de criterios y la ausencia absoluta de una estrategia que permita avanzar coordinadamente en los diferentes frentes de negociación.

El gobierno se equivoca en materia grave, no sólo no parece tener una agenda de negociación distinta a la que se construya en las mesas, sino que no tiene líneas rojas claramente definidas, y aunque en público aduce no negociar el Estado de Derecho, la democracia o el sistema económico, la verdad es que eso no está tan claro, y no parece ser la misma interpretación que le dan las contra partes en las diferentes mesas.

Tanto es así, que como en una broma de muy mal gusto, ELN y EMC Farc, han pateado la mesa en las últimas semanas y el gobierno aparece impávido ante semejantes despropósitos. Por un lado, el ELN secuestra al papá de un ídolo nacional, argumenta necesidades económicas, califica el terrible crimen como “error” y la única respuesta del gobierno es la de “repudiar” el secuestro, exigir la liberación, pero, al mismo tiempo publica un decreto de suspensión de órdenes de captura contra los comandantes de dicho grupo terrorista.

Semejante vergüenza mundial solo comparada con el asesinado de Andrés Escobar no merece del gobierno ninguna reacción en la mesa, ninguna consecuencia en el marco de la negociación, ni suspensión, ni cancelación, ni nada realmente contundente, solo una pequeña protesta acompañada de mayor alcahuetería.

En el caso del EMC Farc igual, secuestraron a un pelotón de soldados, instrumentalizando a la población civil y en este caso ni una pequeña protesta, lo único es que el gobierno advirtió a los terroristas que no podrían seguir con el cese al fuego si suspendían el dialogo, porque “tras de ladrones bufones”, querían mantener el cese sin tener que negociar.

Como dice mi padre “mala tos le siento al perro” el gobierno sin liderazgo, sin contundencia, sin autoridad en las mesas, se ha dejado abusar varias veces, como no hay respuesta, lo seguirán irrespetando y la paz total será un fracaso total.

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Santiago Valencia
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