
Señor presidente Duque:
Es sus manos está la solución a tantos tormentos sociales. No es fácil ser presidente de Colombia. Y mucho menos afrontar la inesperada y trágica pandemia, en una lucha permanente para que el país no caiga al abismo, no solo sanitario, sino también económico. Pero en ambos casos, nos encontramos al borde del precipicio.
No pacte con los disensos. El retiro de la reforma tributaria es un gesto que lo ubica en el camino de la coalición con la sociedad, como corresponde a un Jefe de Estado. La lealtad es con la gente. Dedique más tiempo en proponer y menos a defenderse. Busque un gran acuerdo de país, la gente ya desconfía hasta de la propia democracia. ¡Qué peligro!
Su reciente alocución proponiendo un diálogo abierto, es otra señal destacada. Con enemigos no hay democracia, pero sí es urgente conversar con los adversarios. El antagonismo y las diferencias ideológicas, deben rendirse ante las problemáticas de la mayoría. Los acuerdos deben ser sobre escenarios suprapartidarios, con resultados sostenibles en el tiempo.
Las protestas han agudizado la polarización. Dejan más rivalidades, cicatrices y descontentos. Pero a la vez se convierten en su oportunidad, de cerrar páginas de confrontación y estimular el escenario de firmar un contrato con la ciudadanía. Entienda que hay desánimo, impaciencia y lo peor: miedo al futuro. Más liderazgo, menos administración. Es una crisis que será recordada por siempre.
No asuma esta carta pública como un reclamo, es lo contrario, son recomendaciones. Es una situación no apta para titubeos. En campaña usted prometió reducir impuestos y generar más empleos. La realidad le arrebató esa posibilidad. Le ha tocado decidir contra sí mismo. No permita que la gente pierda la última esperanza.
Las formas son fondo. Tal vez en esta premisa irrenunciable, se ha evidenciado una de las debilidades de sus decisiones. En una crisis económica tan nefasta, histórica e impensada, es lógico que se busquen medidas de choque, pero se comunicaron al revés. Todo lo que usted se había proyectado antes de la pandemia, ya caducó. Estamos frente a una terrible nueva realidad.
Lo conocí como un buen senador, en la misma oposición ponderaron su aporte como legislador. En la campaña presidencial se identificó con el discurso de su partido, hizo un buen relato personal, solvente en los debates. Fue empático y ganó. Abrace un estilo más dialogante y de comprensión.
La sociedad está cansada y con rabia. Colombia es un país que en materia de desarrollo retrocedió 10 años y con 21 millones de pobres. Presidente Duque, usted está obligado a interpretar y leer este malestar general. Un replanteamiento quirúrgico de lo que se viene haciendo, es necesario. La sola acción informativa es limitada, se requiere persuasión. Aplique un liderazgo generoso.
Si las cosas siguen como van, la profecía es muy fácil: Explotará una bomba social, la que usted mismo advirtió y sus esquirlas pueden llegar a cualquier lado. El riesgo de caer al abismo, es más latente que nunca. Atravesamos uno de los momentos más duros de nuestra historia. Intente recuperar la ilusión colectiva.
Presidente, retorne al Duque que le permitió llegar la Casa de Nariño. No siga en contra de sí mismo. Mejore su oferta comunicativa. Aún le resta más de un año para dejar de aferrarse a una figura que otros quieren que siga siendo. Gobernar también es estar en campaña permanente. Entre tanto, no siga perdiendo las mayorías cotidianas. Sin pedagogía, no hay reformas. Hay que gobernar con la sociedad, sin sociedad no hay gobierno.
Con respeto,
Robinson Castillo