Mucho se ha hablado y analizado sobre la frase del presidente Petro con relación a la Fiscalía. Desafortunada, maliciosa y dañina la adjudicación de la jefatura del presidente sobre el fiscal general, fuerte y contundente la salida de Barbosa “si cree que es mi jefe que me declare insubsistente”.
No pretendo redundar en estas pocas palabras sobre las implicaciones de la frase, de cuanto daño le hacen a la institucionalidad y si rompe la colaboración armónica entre las ramas del poder público, creo que la Corte Suprema, los medios y la academia en general han aportado suficiente ilustración sobre la materia.
Tampoco me voy a referir a aquellos juristas, declarados militantes de izquierda, que han salido a moderar la frase o a darle interpretaciones bastante acomodadas a una afirmación de Petro que, poco o nada dejó a la imaginación, mucho menos me voy a detener en el exfiscal Montealegre, hoy más conocido por ser un extraordinario lustra botas que un eminente jurista.
Quiero intentar mejor, especular sobre las razones que llevaron al presidente a emprenderla así contra el fiscal general. En estos pocos meses, los colombianos ya conocen las maneras de Petro, quienes lo tuvimos como compañero de curul los últimos cuatro años no nos sorprendemos, sabemos perfectamente de su egocentrismo, su autoritarismo, su dogmática política, su creencia de superioridad moral e intelectual, su forma de querer siempre desprestigiar a quien se le dificulta controvertir.
Su forma de ser obviamente hace parte de la ecuación, pero ¿Cuál es el fondo?
El fiscal Barbosa se ha convertido en un verdadero contrapeso institucional, ha asumido posturas, confundidas por algunos como políticas, pero en realidad, revestidas de un gran contenido constitucional y legal. Se ha convertido en un verdadero palo en la rueda para muchas pretensiones “non sanctas” del Gobierno Nacional.
Recordemos que, fue Barbosa quien denunció la inclusión de narcotraficantes en la solicitud de suspensiones de órdenes de captura del Gobierno Nacional, también, le contó al país la intención de lavar parte del dinero producto de dicha actividad ilícita para que quedara en manos de narcotraficantes, ha sido el único que ha denunciado e investigado a quienes siguen asesinando lideres sociales que, en la actualidad están en procesos judiciales, por cierto, no sobra recordar que, en el gobierno pasado fueron un gran escándalo político estos asesinatos y en éste no solo los olvidaron, sino que pidieron incluir a los perpetradores en los nuevos diálogos de “paz total”, con todo lo que esto implica.
Por supuesto que el presidente está molesto, no le gusta la contradicción, no le gusta que su poder tenga algún tipo de oposición, mucho menos límites, su personalidad narcisista no tolera obstáculo a sus fines, por eso, la emprende contra un fiscal que ha sido valiente, pero que lastimosamente debe abandonar la Fiscalía en el mes de enero.
Es ahí donde la frase cobra mayor relevancia y, donde el daño institucional, se ha consumado con más fuerza, no importa que tan transparente sea el proceso, que tan buena sea la terna presentada
