Coincido con quienes, perspicazmente, han advertido que el gobierno del presidente Petro lanza mensajes tan controversiales como escuetos y, en muchos casos, absurdos, para observar cómo reacciona la galería. Si ésta los aplaude, insiste en reforzarlos mediáticamente, pero si no son de buen recibo, de plano desautoriza al vocero gubernamental (ministro, director, gerente, etc.) que le correspondió cumplir con esa tarea, ya muy desprestigiada, pero estratégicamente planificada.
Esta dinámica del actual gobierno, exóticamente, también funciona en doble vía. No son pocas las ocasiones que el mismo presidente lanza los mensajes y cuando no son del recibo esperado o desbordan los límites del absurdo, sus propios colaboradores salen al paso a morigerarlos. Esta tarea, especialmente, le ha correspondido cumplirla repetidamente al ministro Ocampo, a cargo de la cartera de la hacienda pública. Ejemplos: suspensión de la exploración de petróleo y gas, la compra de 3 millones de hectáreas de tierra a los ganaderos, condonación de las deudas con el ICETEX, etc.
Ya son dos los miembros de la vieja y tradicional clase política que hacen parte y lideran el “cambio” político del Pacto Histórico, que le piden a los funcionarios del gobierno Petro que “hagan más y hablen menos”. El último en hacerlo, en esos términos literalmente, fue Roy Barreras (Uribista, Santista, Petrista, etc.), quién requirió lo propio frente a las desabrochadas declaraciones de Jaime Dussán, recién designado como presidente de Colpensiones.
El primero, fue entonces el recién designado embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, quién premonitoriamente señaló lo siguiente: “Veo a ministras y ministros nuevones haciendo unos videos muertos de la risa. De qué se ríen sí el país está mal. Parecen boy scouts o una brigada de recreacionistas! SEAN MINISTROS!” Mas disiente y real, imposible.
Es cierto que una mentira reiterada muchas veces se torna como un verdad aparente. Sin embargo, eso solo opera para el nefasto y dañino chisme, porque cuando de ejecutorias y logros gubernamentales se trata, lo propio, más temprano que tarde queda en evidencia. Ejemplos: no inmiscuirse en la designación de contralor general, respetar la carrera diplomática al designar embajadores y cónsules, no entregar el gobierno a la vieja y tradicional clase política, bajar las tarifas de energía (la Región Caribe sigue con el mismo problema), etc., etc. Todo esto, y más, hasta ahora, ha sido estricta falacia.
Las graves acusaciones mediáticas que hace hoy el presidente Petro a las empresas administradoras de pensiones, se parecen a las que hacía en su momento -cuando era alcalde de Bogotá- respecto de las empresas de aseo en la Ciudad Capital: ATESA, LIME, CIUDAD LIMPIA, ASEO CAPITAL.
A estas empresas, el entonces alcalde, les endilgó ser un “cartel” del servicio de aseo que gozaba de prebendas, pero quién terminó millonariamente sancionado por la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) fue el propio alcalde Petro, los demás miembros de la junta directiva de la Empresa Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), y los gerentes y directores de la EAAB, Aguas de Bogotá y la UAESP, por haber violentado al régimen de la competencia.
Lo paradójico, en el caso del aseo, es que la alcaldía de Petro, luego de tratar de cartel a las empresas prestadoras, frente al desastre que fue su modelo transitorio de prestación, acudió a rogar una negociación mediante contratación directa con las mismas empresas privadas para que reanudaran la prestación del servicio. Ojalá, no se repita esta historia con las empresas administradoras de las pensiones de los colombianos, a quienes estos se las han confiado.