Gloria a Dios en las alturas
Recogieron las basuras
De mi calle, ayer a oscuras
Y hoy sembrada de bombillas
Así comienza Serrat su Fiesta, alegre y a la vez triste canción que resuena en mi mente mientras escribo esta nota que no quiere ser otra cosa más que un humilde llamado a la cordura en esta oscura noche del coronavirus de la que han surgido tantos delirios y fanatismos en nuestro loco afán de poner a dormir nuestras miserias aunque sea por un tiempo porque la fiesta siempre tiene un final…
Y con la resaca a cuestas
Vuelve el pobre a su pobreza
Vuelve el rico a su riqueza
Y el señor cura a sus misas
De pronto nos vemos debilitados por la larga noche, despojados del entusiasmo necesario para decidirnos a retornar a la normalidad…
Se acabó
Que el sol nos dice que llegó el final
Por una noche se olvidó
Que cada uno es cada cual
Pero la normalidad nos espera, irremediablemente, así queramos seguir evadiendo las responsabilidades y deberes que dejamos a un lado desde que vivimos esta alucinante situación -anormal por demás- en la que pensar y actuar se encuentran desligados hasta el punto de perder la noción de lo que es correcto o incorrecto.
En la pintura flamenca encontramos divertidas escenas en las que un comensal porta, orondo, una corona de papel que le ha correspondido al salirle un haba en su pedazo de torta. “¡El rey bebe!” gritan y festejan los asistentes cuando levanta su copa. Esta grotesca escena podría servir para ilustrar la manera como los mandatarios de nuestros países democráticos se están comportado… como si fueran reyes. Lo vemos no solamente entre presidentes. ¡Hay que ver a los gobernadores y alcaldes de grandes y pequeñas ciudades pavonearse con su corona de papel! Pero más inquietante aún es la sumisión de nosotros, los ciudadanos del común, cumpliendo obedientemente los mandatos surgidos en medio de la embriaguez del poder. Esta anormalidad se ha venido prolongando de una manera perniciosa cuando, paralizados por terrores infundados, nos vemos haciendo un paréntesis en nuestras vidas en las que obligaciones y deberes han quedado por fuera, como sucede en esas largas y continuas noches pasadas alrededor de unas botellas de licor con lo que todo queda suspendido y la alucinación se impone sobre la realidad.
Es hora de que Duque y López se quiten sus coronas de papel y asuman sus deberes comenzando por restituirnos la normalidad que permita un desarrollo de nuestras vidas acordes con la realidad. En un mundo globalizado, algunos pretenden que los países pobres se comporten como si fueran ricos y que lo que se propone en el norte sea aplicable en el sur olvidando que el camino del progreso no lo hemos recorrido y que los lujos de la posmodernidad no nos los podemos dar. ¿Cuándo un país pobre azotado por un virus más mortífero que este Covid se da el lujo de confinar a su gente? Señores Duque y López no sigan comportándose como reyes con corona de papel. Asuman sus responsabilidades y devuélvannos la normalidad que nos arrebataron. Y señora López, por favor deje de amenazar con confinamientos más severos porque le faltan camas. Usted es apenas la alcaldesa de Bogotá y de reina no tiene más que una corona de papel