Xilópalo y Calco

Dicen que un xilópalo “facilita la limpieza del subconsciente, de aquello que en otras ocasiones no se ha querido ver”. Tal vez, esa esoterica afirmación se respalda en el origen vegetal de esta especie de fósil del periodo Triásico de hace 200 millones de años, y en lo que significa su transformación de árbol a roca como una manera de regresar a los inicios del planeta. Hay quienes le otorgan propiedades casi milagrosas similares a las del cuarzo del que está compuesto en gran parte. 

Xilópalo es el nombre dado a la estatuilla del Premio Nacional de Periodismo Digital KienyKe y se compone de un fragmento de madera fosilizada, como homenaje al periodismo de papel y a los árboles que lo hicieron posible en un momento en que la digitalidad parece dominar en ese campo, y de una línea en metal con la que, de un solo trazo, se conforma un rostro siendo el logo del Festival de los Sentidos de KienyKe. 

Hace un tiempo, Adriana Bernal me solicitó diseñar la estatuilla de la que cada año me piden nuevos ejemplares. Esta vez me llamaron justo cuando estaba trabajando en el libro que acompañará mi exposición en Londres en el mes de octubre en dos versiones, una en español y la otra en inglés, con mis textos que KienyKe publicó desde enero hasta hace una semana, en los que exploré el secreto que guarda el calco de La Bachué de Rozo, sus orígenes masónicos, su oscura historia, su influencia en el arte de comienzos del siglo XX y algunos otros misterios sin resolver que siguen despertando mi curiosidad. Estos artículos que circularon digitalmente, se imprimirán sobre papel como lo fueron los cuarenta números de la revista Mundo que dirigí de 2001 a 2011. Mencionarlo llama a mi memoria, para bien o para mal.

De pronto es la influencia del xilópalo es la que me lleva a escribir esta nota como una forma de limpiar el inconsciente, confrontar lo que no quise ver, retomar lo que quedó interrumpido, cerrar ciclos y abrir nuevos en los que lo pendiente tenga cabida. Es lo que creo entender ahora que se acerca la exposición en la Feria en Saatchi que es a la vez el punto más alto y la culminación de un proceso.

De los diez años que han transcurrido desde que cerré el ciclo de Mundo, son ocho en los que he venido escribiendo, semanalmente, un artículo para KienyKe gracias a la invitación que me hizo Adriana, de manera informal:

- Cuando quieras escribir tienes las puertas abiertas, me dijo.

- Gracias Adriana. Si lo hago no será sobre arte, le respondí. (Palabras al viento…)

A veces me digo que es un desperdicio escribir sobre política pero lo sigo haciendo. Me pregunto por qué y no encuentro una respuesta clara. Como tantas otras cosas en mi vida, el tiempo terminará dándole sentido… o eso espero.

Podría creer que es el xilópalo el que me lleva al deseo de retomar mi trabajo de 1992 sobre una intrigante frase de Degas poco mencionada por historiadores y criticos de arte. Se trata de la siguiente: 

“Pintar un cuadro es como cometer un asesinato; es preciso tener previstas todas las coartadas”. 

Como el calco de La Bachué es mi Bachué, esa frase, a la que le di tantas vueltas, terminó siendo mi frase. Ahora, al estar en la última etapa del proyecto Calco, como he decidido nombrar al de La Bachué, he sentido la necesidad de continuar ese que quedó en suspenso durante casi treinta años. Hay otros pendientes como La búsqueda de la imagen y Doce cuadros doce historias.

En suspenso quedaron también los discursos críticos de esa época, pareciera que el final de siglo abrió un paréntesis similar al del presente, aunque no tan trágico ni tan cómico.

El xilópalo me hace ver de nuevo que en la vida, como en los laberintos, terminamos dando vueltas en círculo recorriendo los viejos pasos.

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