Aplicada al gran desafío del coronavirus, la pregunta “¿y ahora quién podrá salvarnos?”, tomada de la boca de “El Chavo del 8”, la respondo de una vez: no me sorprenderé si la solución emerge de miembros de la comunidad judía de cualquier país o de empresas de su propiedad. Lo digo al hacer un repaso de situaciones únicas, históricas o míticas, que el pueblo judío afirma que han sucedido en su seno, o que ciudadanos no judíos asignan a mujeres y hombres de tal pueblo, situaciones que se ejemplifican en los siguientes casos:
• En Moisés, a quien Dios le habría entregado personalmente las tablas de la ley, y el único a quien habría separado las aguas del mar para librarlo de sus perseguidores; Sara, la única mujer que habría dado a luz a los 90 años; Jonás, el único ser humano que habría conservado su vida tras permanecer varios días en el interior de una ballena; Daniel, el único individuo que habría sobrevivido dentro del foso de unos leones hambrientos; Matusalén, el único que habría muerto de 969 años; Salomón, el rey más sabio de cuantos ha habido; Josué, el único por quien se habría detenido la caída del sol para que contara con su luz y venciera a los enemigos; Job, cuya capacidad de resiliencia no habrá tenido par en la historia; Noé, en cuya arca habría salvado a la humanidad durante el diluvio; Sansón, que habría matado a mil filisteos con una quijada de asno; Jesús, tenido como el único hijo de Dios, nacido del embarazo de María sin intervención humana, y protagonista de un elevado número de hechos extraordinarios (“milagros”), narrados en los evangelios.
Acontecimientos que parecen carecer de correspondencia en personas no judías, los que muchos individuos tienen como ciertos, por fe o simpatía hacia el pueblo protagonista, más allá de cualquier sentido simbólico, y que dan lugar a que se crea que han sucedido por ser el judío un pueblo superior en virtud de haber sido escogido por Dios, y/o que Dios lo eligió justamente por ser un pueblo superior.
Sea lo que fuere, tales hitos (¿o mitos?) se proyectan a la tradición y la historia y llevan a muchos a dar por ciertos otros hitos (¿o mitos?), registrados más recientemente en cabeza de mujeres y varones judíos, episodios, que, de ser verdaderos, también allanan el camino para reafirmar la esperanza de que en tal comunidad exista hoy el talento específico que ponga pronto término a la tragedia feroz y feraz del coronavirus. De cara a sustentar lo dicho, presento, con la fuente identificada, nombres de algunas personas judías y las distinciones que diferentes individuos les han hecho en tiempos más actuales:
• Saúl Bellow, “el novelista más inteligente de su generación" (revista Facetas, Núm. 3. Vol. 2, 1969, Washington); Andrew Weil, “el médico favorito de Estados Unidos” (revista “Discover”, sept. 1999); Alan Greenspan, “el más grande banquero central de todos los tiempos” (elmundo.com, nov. 21, 2009); Shirley Zussman, “la mejor sexóloga del mundo” (KienyKe, oct. 10, 2014); Daniel Baremboin, “el mejor pianista del mundo” (Radio Bolivariana, sept. 1, 2016); Isaac Perlman, “el mejor violinista del mundo” (Radio Bolivariana, sept. 2, 2016); Daniel Day-Lewis, “el mejor actor de la historia” (El Colombiano, jun. 22, 2017); Einstein, “el icono supremo de nuestra era” (Walter Isaacson, “Einstein, su vida y su universo”, 2006).
Otra parte de las muestras la tomo de la revista Semana, de Bogotá. Aquí, algunos ejemplos:
• El arquitecto Óscar Niemeyer, “el visionario más grande de América Latina” (ag. 12, 2007); Anderson Cooper, “el reportero de televisión más famoso del mundo” (enero 25, 2010); Paul Ekman, “el psicólogo que más ha investigado el tema de cómo descifrar si alguien está diciendo mentiras o no” (oct. 25, 2010); David Brodzinsky, “el científico que más sabe sobre adopción en el mundo” (sept. 8, 2014); Mikhail Varshavski, “el médico más sexy del mundo” (feb. 7, 2016); Annie Leibovitz, “la mejor retratista del mundo” (feb. 28, 2016); Serge Gainsbourg, “el autor de la canción más erótica de todos los tiempos” (mar. 6, 2016); Baz Luhrmann, “la persona más creativa que existe” (jul. 31, 2016); Misha Glenny, “el periodista que más sabe de mafias en el mundo” (enero 22, 2017).
Con independencia de que lo expuesto sea histórico o mítico, es decir, comprobado y no imaginado, hago parte de quienes consideran que el pueblo judío es un colectivo, en general, de individuos con una inteligencia formidable, que ha enfrentado numerosas condiciones adversas y ha proporcionado al mundo, sin egoísmos, muy buena parte del conocimiento y la creatividad que hasta hoy ha tenido el planeta. Con decir, de paso, que pese a que “nunca ha llegado a ser ni siquiera un tercio del 1% de la población mundial, ciudadanos judíos han ganado más del 20 por ciento de todos los Nobel que han sido otorgados” (israelnoticias.com/ ene.1, 2020).
¿Cómo no pensar, entonces, que la salvación al problema del covid-19 podría venir de algún científico o pensador judío? Creo que es una esperanza razonable. ¿O la carrera la ganará una inteligencia no judía? Ya se verá. En esta tierra, que da vueltas como una loca de ideas fijas, puede pasar cualquier cosa. Si está sucediendo lo del coronavirus…
INFLEXIÓN. Shema, Israel (¡Escucha, Israel!).