El reloj inexorable del tiempo pone en marcha un nuevo año en nuestras vidas. La paz, que no es otra cosa que la tranquilidad dentro del orden, nos impulsa a organizar nuestras prioridades y metas personales.
Recuerdo que haciendo un balance del año que terminó, aprendí cómo vivir en armonía con mi mente, mis deseos de amar y con mi espíritu. No fue una tarea fácil construir una mejor versión de mí mismo. Utilicé varias
herramientas de desarrollo y crecimiento personal y pude a través de la voluntad y la intención de mi bienestar integral, avanzar con más seguridad por los caminos de la vida.
Un a de mis prácticas cotidianas es la de conectarme conmigo mismo, escuchandolo que me dice el corazón y la intuición, esto se logra con algunas técnicas de meditación y oración.
De esta forma, sentado y en silencio contemplo mis pensamientos para equilibrar mis energías físicas, emocionales y mentales, conectándome a mi campo espiritual de donde provienen las respuestas que necesito con el fin de encontrar el sentido de mi vida.
La meditación es una antigua práctica oriental y espiritual, que puede servir para balancear y fortalecer nuestro sistema nervioso y también el sistema inmunitario.
Desde los remotos templos del Shaolin en el Tíbet y la China, se han gestado las reglas y técnicas, para estas prácticas. Sin embargo, cometeríamos un error al considerar la meditación, como una práctica monopolizada por las distintas religiones. Eso es sólo parte de su origen, pero la meditación es un don maravilloso, que por derecho natural posee el ser humano. De modo que, en realidad, todos podemos meditar.
Inclusive en la vieja Europa los galenos de esa época, aconsejaban a sus pacientes enfermos del sistema nervioso y afectados por las angustias de la época, que aprendieran a meditar. Consejos que han perdurado a lo largo del tiempo y que, precisamente, en este siglo XXI, retomaron todo el auge y la importancia, como una solución efectiva para controlar el estrés, la inseguridad, la angustia, y el “vacío espiritual“, que desgraciadamente aumentó como resultado de la pandemia de la Covid-19.
Estudios científicos recientes, han demostrado que las personas y adultos mayores, practicantes de la meditación, son menos propensas a las enfermedades inmunodeficientes nerviosas, digestivas y cardiovasculares, entre otras.
Una guía para meditar
A simple vista parece complicado meditar, pero como todo lo grande es demasiado sencillo. La meditación que practico desde hace muchos años, consiste básicamente en dejar por algunos minutos pasar por mi mente todos los pensamientos que ella quiera proyectarme, sin controlarlos.
En principio, se puede sentir una gran confusión, pues casi todo el tiempo, tratamos de manejar nuestros pensamientos, y al dejarlos libres nos damos cuenta de que muchos de estos, que antes nos producían miedo, con el transcurrir del tiempo, van perdiendo toda su potencia y fuerza.
Durante el ejercicio imagino, que mi mente es un cielo azul totalmente despejado, donde pasan nubes grises, blancas y de otros colores. Sin prisa, pero sin pausa, se van alejando de mi cabeza. Cuando he limpiado mi cerebro de todo, visualizo la punta de una montaña, con un follaje de pinos, árboles y vegetación de color
verde natural.
Concentrándome en la cúspide, proyecto mi energía en ese punto y “siento“ que floto en posición de loto. Mi cuerpo se mueve de izquierda a derecha de acuerdo a las manecillas del reloj.
Con la misma lentitud de los segundos, que contiene un minuto, produzco esa rotación, respirando lenta y tranquilamente, sin afán, bajo la conciencia, de que soy yo principalmente quien dejo que los eventos externos, las críticas y afanes de otras personas sean los factores, influyentes en la aceleración de los nervios
innecesarios.
En la meditación, envió frases de paz a mi mente. Algunas que recomiendo son:
- “Cada momento que pasa, me siento mejor, mejor y mejor”.
- “Soy consciente, de que puedo cambiar el hábito de estar y sentirme mal, por el hábito de estar y sentirme bien”.
- “Todo pasa, todo es efímero, todo es provisional, pero lo único que permanece en mi es el amor, el perdón y la comprensión hacia mí mismo y los demás”.
- “Si yo cuido de mi cuerpo, lo protejo y lo consiento, mi propio cuerpo cuidará de mí, me consentirá y protegerá”.
- “Mi cuerpo es un instrumento de Dios, por donde pasa su bondad y amor universal”.
Le sugiero a mis queridos lectores de Konciencia de kienyke.com, que, con los ejemplos anteriores, cada uno de ustedes personalice sus propios mensajes para llegar a los estados meditativos esperados, anotándolos en una libreta de mano y después programarlos en su mente.
De este modo, recibirán inspiración desde un calmado corazón que abrirá las puertas de la mente subconsciente para recibir estas afirmaciones poderosas y mejorar la calidad de sus vidas.
Este método de crecimiento personal y reprogramación mental, se puede realizar como una meditación “dinámica“, es decir, a cualquier hora del día, en los trancones de la ciudad, mientras se desplazan en un transporte de servicio público, caminando entre la multitud, en la sala de espera de un consultorio médico o en cualquier circunstancia de modo o lugar, que altere el sistema nervioso, produciendo inquietud y ansiedad.
Lo anterior, es aconsejable practicarlo día de por medio o cada tercer día.
Asimismo, la meditación ayuda para no tomar decisiones apresuradas, pues el éxito de toda decisión consiste en ser consciente y responsable de la misma.
Debemos procurar no tomar decisiones emociónales, improvisadas y mucho menos con afán, puesto que lo que sembramos hoy, es lo que recogeremos mañana.
Cambiando el contexto del ejercicio y si las condiciones lo permiten, podemos procurar un ambiente tranquilo, sin ruidos y utilizar algunos sencillos equipos eléctricos, que contienen varios sonidos de la naturaleza tales como: efectos del agua, olas del mar, el viento, trinos de pájaros y hasta la lluvia vivificante, que nos ayuda a limpiar la energía.
No hay cosa más importante, que, en algunos espacios de soledad, donde me escucho a mí mismo y medito, pueda también oír mi intuición que viene a través de mi corazón y la cual casi nunca falla.
Recuerdo las palabras, de quien durante un tiempo fue mi director espiritual, el padre Fernando Umaña Montoya, cuando en sus famosos retiros espirituales del Foyer de Charité, nos enseñó que: “el ruido hace mucho mal y el mal hace mucho ruido“. Este principio lo he aplicado, evitando personas toxicas, negativas y escandalosas, que me quitan equilibrio. Debemos por nuestro propio bien evitar todo lo que nos quita la paz.
Beneficios emocionales de la meditación
No se imaginan ustedes la sensación de felicidad que produce abandonar el deseo de ser “el centro de atención“ y de controlarlo todo y de forma consciente erradicar la soberbia y el ego de nuestra existencia.
Convertirnos en seres simples y sencillos, es sin duda experimentar el gozo de un abrazo, un beso, de la belleza de escuchar buena música, de contemplar el arte, la literatura y los paseos sin afán por los parques y los boques que nos conectan con nuestra madre naturaleza, la gran “Pachamama” que nos dio la vida y
diariamente nos sustenta con amor.
Al terminar la meditación, muy posiblemente las circunstancias y el mundo, no van a cambiar, pero indudablemente la actitud frente a los problemas, ansiedad y estrés, será muy diferente, gracias a la meditación.
Si nos enamoramos, del bienestar que la meditación produce, en nuestro interior poco a poco iremos recuperando nuestra naturaleza esencial, es decir estar conectados a Dios, sintiendo su bondadosa presencia y su gran amor que nunca nos abandona.