“Un viernes y si es quincena siempre habrán muertos”, sentencia Miriam Estela, técnica investigadora del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), adscrita al área de Homicidios. Pese a que cuenta casi con 20 años de experiencia y aprendió a no involucrarse emocionalmente con su trabajo, reconoce que siempre le afectará hacer diligencias de levantamiento de niños.
“Este es -dice Miriam- un trabajo de mucha calidad humana. Debemos hablar con los familiares de las víctimas -si la muerte ocurrió por un homicidio-“. Podrán pasar muchos años pero un investigador jamás olvida cómo fue su primera diligencia. “No se dice levantamiento, para la próxima lo levanto a usted”, me responde álgida la mujer de 52 años, con su acento de bumanguesa.
Recuerda que su primera diligencia fue la muerte accidental de un niño de 12 que cayó del cuarto piso de una casa al sur de Bogotá. La escena fue tan fuerte que fue incapaz de retener algunas lágrimas. Mientras hacía su trabajo recordó a sus hijos y sus nietos. “Uno no lleva su trabajo para casa. Pero lo que uno ve aquí -CTI Homicidios- lo hace ser más protector con sus familiares”, cuenta Miriam, quien además dice que trata de estar en contacto varias veces al día con su familia.
Su turno empezó a las seis de tarde pero no sabe hasta qué horas deba trabajar. En teoría, los agentes del CTI tienen turnos de 12 horas con un descanso de 24. Sin embargo, sus jornadas se pueden alargar hasta 36 horas de trabajo, dependiendo del caso y el número de muertes violentas que ocurran.
"Ahora estamos en puertas”, dice. Eso quiere decir que el equipo con el que ella trabaja -conformado por un planimetrista, un investigador y un fotógrafo - será el primero en salir a trabajar.
En efecto, a las 6.45 de la tarde empezó a sonar el radioteléfono que tiene a un costado de la cintura. El operador habla muy rápido y Miriam apunta la dirección en el computador de su oficina. “Es un joven de 20 años y es un caso de presunto sicariato”, nos contará luego Miriam.
De inmediato los compañeros de Mirían -que trabajan en el mismo laboratorio- se dirigen al fondo de la oficina donde tienen los equipos y el taiber, una especie de traje blanco antifluidos que llaman el teletubbie, en referencia a una serie infantil.
La diligencia
“No tuvieron que esperar mucho”, nos dice Iván Rosas, el planimetrista, quien se encargará después de dibujar un mapa del lugar y la postura en la que fue encontrado el cadáver. El homicidio se presentó en el barrio 20 de Julio, en la localidad de San Cristobal, al sur de Bogotá. El trayecto dura 45 minutos desde las oficinas del CTI en el barrio El Santuario, en plena zona industrial de la capital. “La gente - dice Iván - a veces nos juzga que nos demoramos mucho, pero el tráfico en esta ciudad es imposible”.
Un levantamiento puede demorar de tres hasta 12 horas según el caso.
En el lugar los policías habían acordonado cuatro cuadras a la redonda. En una esquina yacía un cuerpo sin vida en posición fetal. Vestía un jean negro y buso azul. Alrededor, como es usual en estos casos, muchos curiosos murmuran. Uno de los investigadores, quien viste de civil, trata de escuchar lo que dicen los vecinos o posibles testigos del crimen. “Mi trabajo es labor de vecindario, es decir, ‘parar oreja’ lo que dicen y hablar con los familiares del occiso”, dice mientras alza la mirada y trata de buscar si existen cámaras que hayan registrado el asesinato.
Miriam me llama y me hace una advertencia: nos dice que no la vayamos a grabar mientras habla con los familiares de la víctima porque se pueden asustar. Una mujer, de unos 60 años, se presenta como la madrasta de Juan David, el joven asesinado. Se muestra tranquila y cuenta que su hijastro cuidaba carros en el barrio. Juan David, al parecer, desde hace algunos años no vivía con su familia.
Mientras tanto los demás investigadores se ponen el ‘teletubbie’ y guantes quirúrgicos. Se alistan para entrar en la escena. Con calma buscan vainillas o casquillos de bala que pueda haber arrojado el arma homicida. No encontraron nada. Esto les permite hacer una primera conclusión: el asesino no usó una pistola automática sino un revólver.
La diligencia duró casi cuatro horas. Miriam, quien está a cargo del equipo investigador, explica que este trabajo es de los más cortos. Es decir, cuando hay más asesinatos y ocurren dentro de un vehículo, por ejemplo, esa diligencia -el levantamiento- puede demorar hasta doce horas. Eso sin contar que en la oficina deben realizar un informe que les implica entre cuatro hasta 18 horas más de trabajo.
Las diligencias más difíciles -para la mayoría de agentes del CTI- son las que involucran niños o cuerpos en avanzado estado de descomposición.
“En este trabajo uno ve perjudicada la vida social y familiar. En muchas ocasiones uno tiene que sacrificar fechas especiales como cumpleaños, Navidad, Año Nuevo. Además uno no se puede comprometer. Uno sabe a qué horas entra pero no a qué horas sale”, cuenta Miriam, divorciada, madre de dos hijos, tiene además una nieta. Pese a todo le gusta lo que hace.
-¿Alguna vez has utilizado el arma de dotación?, le preguntó. “No, nunca he disparado un arma, pero estoy preparada para hacerlo. Sin embargo, no me veo disparando a otra persona”. Miriam cuenta que a veces les ha tocado hacer diligencias en sitios de alto riesgo, como en barrios de invasión y no hay alumbrado público, e incluso han sido hostigados por la comunidad.
“A veces, -dice Miriam- si lo vemos necesario, nos toca desenfundar el arma para que nos vean y no nos hagan nada”.
Pasadas las once de la noche, los investigadores del CTI culminan el levantamiento. Las averiguaciones les permite saber que Juan David, la víctima, era un presunto vendedor de estupefacientes y el móvil del crimen sería un posible ajuste de cuentas entre bandas criminales que delinquen en la zona.
A las 6.15 de tarde se encontraba sentado sobre una piedra, con sus manos dentro de los bolsillos del buso, en la calle 27 sur con carrera segunda. Sin darse cuenta, al parecer, un joven de unos 15 años -según algunos testigos- le disparó en cuatro ocasiones. Uno proyectil le impactó la cabeza y los otros tres en el tórax. Falleció pocos minutos después.
“Este muchacho llevaba varios años viviendo solo. Su familia no sabía nada de él desde hace meses y eso que vivían en el mismo barrio”, dice uno de los investigadores. De regreso, deberán hacer cada uno un informe que les tomará otras cuatro horas. Este es un ejemplo de los casos más frecuentes: homicidio con arma de fuego por posible ajuste de cuentas.
Lo más sensible
Aunque con el paso de los años los agentes del CTI aprenden a manejar sus emociones para no dejarse afectar por el trabajo que realizan, reconocen que siempre habrá casos que les costará más trabajo que otros. Para la mayoría, incluido el jefe del área de homicidios, Jorge Reyes, quien tiene 22 años de experiencia en el CTI, en más de una ocasión rompió en llanto al hacer el levantamiento de un bebé o un niño. “Es muy duro. Al principio no podía alzar a un bebé muerto, pero después lo hacía pero me afectaba”, cuenta Reyes.
Sin embargo, para Alejandra Alvarado, de 25 años, quien tiene tres años en la institución, lo más difícil son las diligencias que implican "ahorcados", como ella le llama a los suicidas. "Para mi los niños no me afectan tanto como a mis compañeros. Prefiero que no me toque ese caso, pero si me toca les doy manejo", dice Alvarado.
La técnica investigadora, Alejandra Alvarado, de 25 años, quien tiene tres años de experiencia en CTI Homicidios.
Otro tipo de caso que pone a prueba hasta al más curtido investigador es el de los "pichos", como les llama Iván Rosas a los cuerpos en avanzado estado de descomposición. "El olor es muy fuerte y penetrante. A veces uno siente cómo le pegan las moscas", dice Rosas.
Al regresar a la oficina, casi a media noche,Miriam y su equipo debe 'enturnarse' y esperar si ocurre un nuevo crimen, que seguro ocurrirá en fin de semana. "No se puede dar un promedio de cuantos muertos, pero seguro esta noche nos tocará hacer otra diligencia".
Pase una noche con quienes hacen los levantamientos de cadáveres
Dom, 31/08/2014 - 15:18
“Un viernes y si es quincena siempre habrán muertos”, sentencia Miriam Estela, técnica investigadora del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), adscrita al área de Homicidios. Pese a que cuen