El caso de Joël Le Scouarnec: el médico que ocultó años de abuso

Lun, 02/06/2025 - 09:30
Joël Le Scouarnec: el mayor caso de pederastia médica en Francia y la urgencia de una reforma estructural.
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Créditos: EFE

El pasado 30 de mayo, Francia cerró uno de los capítulos más oscuros de su historia judicial con la condena a 20 años de prisión del excirujano Joël Le Scouarnec por violación y agresiones sexuales a 299 pacientes, la mayoría menores de edad.

El veredicto, que representa la pena máxima para este tipo de delitos en el país, deja un sabor amargo en muchas de las víctimas y en la sociedad civil, que clama por justicia estructural y cambios legislativos profundos.

Este caso, calificado por la fiscalía como “el mayor juicio de pederastia en la historia de Francia”, expone no solo la magnitud de los crímenes de Le Scouarnec —quien ejercía como cirujano digestivo y visceral en varios hospitales de Bretaña—, sino también las fallas sistémicas que permitieron que sus abusos se perpetuaran durante casi tres décadas, entre 1989 y 2014.

Un depredador con bata blanca

Las víctimas, 158 hombres y 141 mujeres, tenían en promedio 11 años al momento del abuso. La mayoría estaba bajo sedación o en recuperación postoperatoria, en contextos donde su vulnerabilidad física y emocional era absoluta. Joël Le Scouarnec aprovechó su posición de poder médico para cometer tocamientos, penetraciones y violaciones, a veces incluso en presencia de personal clínico o familiares, encubriendo sus crímenes como parte del acto médico.

Los detalles del juicio estremecieron incluso a los observadores más curtidos. El excirujano llevaba un registro meticuloso de sus crímenes en diarios personales, acompañados de más de 300 mil imágenes de explotación sexual infantil y muñecas usadas para simular sus abusos. Esta documentación fue clave para identificar a muchas víctimas que ni siquiera recordaban haber sido agredidas.

Cuando el silencio institucional perpetúa la violencia

Uno de los aspectos más alarmantes del caso es la inacción de las instituciones hospitalarias que, pese a tener señales de alarma —como una condena en 2005 por tenencia de pornografía infantil—, nunca activaron protocolos de protección ni lo apartaron del contacto con pacientes menores. Esta omisión llevó a la apertura de una investigación paralela por parte del Ministerio Público contra varios centros de salud por “omisión voluntaria de impedir crímenes contra la integridad física”.

En palabras de Manon Lemoine, una de las sobrevivientes: “Intentan presentarlo como un monstruo, pero este monstruo es la sociedad que lo creó y le permitió persistir”. Su testimonio refleja el sentimiento compartido por muchas víctimas: la convicción de que el sistema falló.

El sufrimiento detrás del número

El juicio no solo giró en torno a las pruebas, sino también al dolor inconmensurable de quienes sobrevivieron. Trastornos alimentarios, ansiedad crónica, adicciones y suicidios son algunas de las consecuencias que muchas víctimas han enfrentado en silencio durante años. Dos de ellas se quitaron la vida tras descubrir, gracias a los diarios del cirujano, que también habían sido víctimas.

Frases como “te metiste en mi cabeza, me destruiste” y “me convertí en una persona que ya no reconozco” resonaron en la sala del tribunal, recordando que detrás de cada cifra hay una historia, un trauma y un derecho vulnerado.

El perdón que no fue

Durante el proceso, Le Scouarnec reconoció sus actos: “Soy un pedófilo y un violador de niños”, dijo, sin pedir clemencia. Sin embargo, su actitud fue percibida como carente de empatía por muchas de las víctimas. “No vi lágrimas ni arrepentimiento real”, declaró Juliette, agredida cuando tenía apenas 7 años.

La abogada Francesca Satta, que representa a algunas de las víctimas, expresó que la condena es insuficiente: “Veinte años es poco comparado con el número de víctimas. Es hora de que la ley cambie”. Su llamado sintetiza la frustración de una sociedad que exige penas proporcionales al daño causado y mecanismos de prevención eficaces.

¿Dónde está la indignación pública?

Sorprendentemente, el caso ha tenido un eco moderado en la opinión pública francesa. A diferencia de otros procesos de violencia sexual, el juicio de Le Scouarnec no generó la indignación ni la movilización social que podría esperarse ante semejante atrocidad. Varias víctimas protestaron frente al tribunal por el silencio político. La pregunta es inevitable: ¿por qué, incluso frente al mayor caso de pederastia médica conocido, el sistema y la sociedad siguen fallando?

La historia de Joël Le Scouarnec no es solo la de un criminal. Es la historia de un sistema que normalizó, encubrió y permitió la violencia sexual en el espacio médico. Su condena es un mínimo de justicia, pero no es reparación.

Urge una reforma legal que amplíe los tiempos de prescripción, fortalezca los protocolos de denuncia en el sector salud y garantice apoyo psicosocial a las víctimas. Porque ningún niño, niña o adolescente debería temer a quien lleva una bata blanca.

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