Menstruar en desigualdad: la deuda con mujeres y niñas en todo el mundo

Jue, 29/05/2025 - 08:44
¿Cómo está Colombia y el mundo en este aspecto? ¿Cuáles son los principales obstáculos para las personas menstruantes?
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Cada año, el 28 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Higiene Menstrual. Una fecha que, más allá de una efeméride, busca visibilizar un problema profundo: la menstruación sigue siendo un tabú y una barrera para millones de mujeres, niñas y personas menstruantes en Colombia y el mundo.

Pese a ser un proceso natural y biológico, su gestión digna continúa limitada por factores económicos, sociales, culturales y de infraestructura, lo que constituye una clara vulneración de derechos.

Menstruar en desigualdad: el panorama global

Se estima que cerca de 1.800 millones de personas en el mundo menstrúan. Sin embargo, alrededor de 500 millones enfrentan serias dificultades para acceder a productos de higiene menstrual, instalaciones sanitarias seguras o información adecuada.

Según datos recientes de organizaciones como ONU Mujeres, la falta de acceso a estos recursos compromete no solo la salud física, sino también el bienestar emocional y la participación social de quienes menstrúan.

Por ejemplo, en Estados Unidos, el 64 % de las personas menstruantes han tenido dificultades para adquirir productos de higiene menstrual por razones económicas, estigmas o desinformación. En India, el problema se agudiza en la infancia: el 23 % de las niñas abandona la escuela cada año por no contar con instalaciones adecuadas durante su periodo. A nivel global, más de 367 millones de estudiantes enfrentan condiciones escolares deficientes para manejar su menstruación, lo que impacta directamente su permanencia en el sistema educativo.

Menstruar en un país como Colombia

En Colombia, la situación no es muy distinta. Un informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) reveló que el 15,1 % de las mujeres en el país ha tenido dificultades económicas para acceder a productos menstruales. Esta cifra es significativamente mayor en ciudades como Sincelejo (33,7 %), Ibagué (24,5 %) y Cúcuta (22,7 %). La problemática se acentúa entre mujeres jóvenes, de bajo nivel educativo y pertenecientes a los estratos más bajos.

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Una investigación reciente muestra que el 94 % de las mujeres de estratos bajos no ha tenido los recursos necesarios para adquirir una toalla higiénica. El 92 % ha recurrido a sustitutos peligrosos como papel higiénico, trapos, medias o incluso fragmentos de ropa. Esta precariedad ha generado efectos alarmantes: el 84 % ha sufrido accidentes menstruales fuera de casa, y el 75 % ha sentido vergüenza al pedir productos prestados.

El uso de materiales no aptos no solo afecta la dignidad, también puede provocar infecciones u otros problemas de salud. A esto se suma el impacto emocional: muchas personas menstruantes reportan ansiedad y alteraciones del sueño durante su periodo. De hecho, el 62 % de las mujeres afirma que su calidad del sueño se deteriora en esos días, y un tercio asegura que teme manchar las sábanas, lo que les impide descansar adecuadamente.

En el ámbito educativo, la falta de condiciones adecuadas en escuelas —desde baños limpios hasta acceso a agua potable— genera ausentismo escolar, pérdida de aprendizaje y en muchos casos, abandono estudiantil. Estas situaciones perpetúan ciclos de pobreza y exclusión, especialmente en zonas rurales y marginales.

Un silencio que perpetúa el estigma

La desinformación también es una de las grandes barreras. Solo el 55 % de los colombianos se considera bien informado sobre la menstruación. El tema sigue siendo tabú en muchos hogares, y esa falta de diálogo impide avanzar en la formulación de políticas públicas efectivas.

Actualmente, el 46 % de las personas menstruantes en el país expresa el deseo de tener mejor acceso a productos y servicios de salud menstrual. Esta demanda insatisfecha es una clara señal de que urge un abordaje estructural del problema, desde una perspectiva de género y derechos humanos.

¿Qué se necesita?

El abordaje de las brechas en salud menstrual exige una acción conjunta entre el Estado, la empresa privada y la sociedad civil. Es indispensable:

  • Garantizar acceso a productos seguros y asequibles.

  • Asegurar instalaciones sanitarias dignas y privadas, con acceso a agua potable.

  • Ofrecer educación menstrual integral desde la infancia.

  • Eliminar estigmas y normalizar el diálogo sobre menstruación.

La menstruación no debe ser un obstáculo para estudiar, trabajar ni participar plenamente en la sociedad. Hablar de salud menstrual es hablar de equidad, justicia social y derechos humanos. Solo cuando todas las personas puedan gestionar su menstruación con dignidad, sin vergüenza ni limitaciones, podremos decir que avanzamos hacia una sociedad más justa y equitativa.

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