El bellísimo salmo 104 que es un himno a toda la Creación agradece a Dios por “el vino que alegra el corazón del hombre”. Esto ha servido de excusa a millones de borrachitos durante siglos y es conveniente revisar la evidencia científica en torno a esta afirmación. Sobre todo ahora en las fiestas de fin de año.
La epidemiología nos ha enseñado que la curva de mortalidad asociada al consumo de alcohol tiene forma de letra u: aumenta la mortalidad en ambos extremos. Mucho más en el extremo de quienes consumen alcohol exageradamente y tienen una mortalidad más alta por accidentes, daño hepático y otras causas. Pero es cierto también que la mortalidad es un poco mayor en los abstemios estrictos comparados con bebedores moderados. ¿Qué efectos benéficos tiene el consumo moderado de bebidas alcohólicas, sobre todo vino, y por qué?
La primera explicación que surgió en la literatura médica era precisamente la del salmo: el consumo de alcohol aligera la melancolía, disminuye el stress y los “sentimientos negativos”, como se dice ahora, que aumentan la frecuencia del infarto de miocardio. Esta es una explicación vaga y necesitamos precisar los mecanismos biológicos que producen esa discreta protección a la vasculatura cardíaca asociada al consumo moderado de alcohol.
Preguntas como esta se tratan de contestar usualmente con estudios de población comparando un factor de riesgo presente o ausente en poblaciones distintas en esto pero similares en el resto de sus características. Así se encontró lo que los ingleses, quizás con cierta envidia, llaman la “paradoja francesa”.
La población de Francia es similar a la del Reino Unido en muchos factores: edad promedio de la población, stress social comparable, presencia de hipertensión arterial, similar nivel de colesterol malo y bueno (HDL). Pero dos características son distintas: en Francia se fuma más y se bebe más vino. Predeciría uno que dado el nivel de tabaquismo habría más aterosclerosis en Francia pero no, paradójicamente la frecuencia de enfermedad coronaria es menor en Francia. De ahí el nombre “paradoja francesa” y la explicación de esta radicaría en el consumo de vino.
Se han dado diversas explicaciones bioquímicas para este hallazgo. Es común pensar que se debe a la presencia de antioxidantes en el vino pero el efecto de estos no parece ser lo suficiente potente para disminuir el progreso de la aterosclerosis coronaria. Se ha medido la inhibición por distintos vinos de endotelina-1, molécula que es un potente vasoconstrictor coronario. En estos estudios la protección mayor se da con el consumo de vinos tintos, específicamente Cabernet Sauvignon y un poco menos con los Merlot, Pinot Noir y Shiraz. Aún menos con el jugo de uva no alcohólico. No mostrando protección cardíaca por inhibición de endotelina-1 los vinos blancos y rosé. Todo esto para quien va a escoger sus vinos de la Noche de San Silvestre siguiendo la literatura médica. Pero hay una explicación más interesante de la “paradoja francesa”: los anglosajones parecen habitualmente beber en arrebato hasta convertirse en “hooligans”, los franceses por el contrario beben cotidianamente y con todas las comidas. En un estudio reciente los irlandeses beben hasta la embriaguez el 9% de las veces, los franceses sólo lo hacen en el 0.5%. El grupo que bebe en arrebatos de embriaguez tiene el doble de enfermedad coronaria comparado con los moderados bebedores diarios. Anoto que el reporte es escrito por franceses y puede haber cierto sesgo patriótico, pero es un estudio muy bien controlado epidemiológicamente y publicado en el British Medical Journal en septiembre de este año. Otra explicación bioquímica del efecto protector del alcohol podría aclarar la diferencia. Sabemos que la aterosclerosis coronaria no es sólo una enfermedad asociada al colesterol, es también una enfermedad coagulatoria e inflamatoria. Por eso en quienes se quiere prevenir un evento coronario se prescribe tomar ácido acetilsalicílico, en dosis entre 81 a 325 mg todos los días. Y se ha encontrado que el alcohol tiene un efecto anticoagulatorio que podría prevenir el progreso crónico de la aterosclerosis. Si esto se confirma entiende uno porque una dosis moderada de alcohol todos los días (sobretodo como vino tinto francés Cabernet Sauvignon) confiere cierta protección a la vasculatura cardíaca. Como si se tratara de una “aspirineta” alcohólica. Esta protección no se consigue con una dosis descomunal de alcohol. Ni nadie recomienda un whisky doble en el momento del infarto. En este caso no lo dude, vaya a urgencias pues el diagnóstico temprano es salvador como en el caso de nuestro Vicepresidente. Sin ponernos trágicos, recuerde: el vino, no la embriaguez, alegra el corazón del hombre.
Se han dado diversas explicaciones bioquímicas para este hallazgo. Es común pensar que se debe a la presencia de antioxidantes en el vino pero el efecto de estos no parece ser lo suficiente potente para disminuir el progreso de la aterosclerosis coronaria. Se ha medido la inhibición por distintos vinos de endotelina-1, molécula que es un potente vasoconstrictor coronario. En estos estudios la protección mayor se da con el consumo de vinos tintos, específicamente Cabernet Sauvignon y un poco menos con los Merlot, Pinot Noir y Shiraz. Aún menos con el jugo de uva no alcohólico. No mostrando protección cardíaca por inhibición de endotelina-1 los vinos blancos y rosé. Todo esto para quien va a escoger sus vinos de la Noche de San Silvestre siguiendo la literatura médica. Pero hay una explicación más interesante de la “paradoja francesa”: los anglosajones parecen habitualmente beber en arrebato hasta convertirse en “hooligans”, los franceses por el contrario beben cotidianamente y con todas las comidas. En un estudio reciente los irlandeses beben hasta la embriaguez el 9% de las veces, los franceses sólo lo hacen en el 0.5%. El grupo que bebe en arrebatos de embriaguez tiene el doble de enfermedad coronaria comparado con los moderados bebedores diarios. Anoto que el reporte es escrito por franceses y puede haber cierto sesgo patriótico, pero es un estudio muy bien controlado epidemiológicamente y publicado en el British Medical Journal en septiembre de este año. Otra explicación bioquímica del efecto protector del alcohol podría aclarar la diferencia. Sabemos que la aterosclerosis coronaria no es sólo una enfermedad asociada al colesterol, es también una enfermedad coagulatoria e inflamatoria. Por eso en quienes se quiere prevenir un evento coronario se prescribe tomar ácido acetilsalicílico, en dosis entre 81 a 325 mg todos los días. Y se ha encontrado que el alcohol tiene un efecto anticoagulatorio que podría prevenir el progreso crónico de la aterosclerosis. Si esto se confirma entiende uno porque una dosis moderada de alcohol todos los días (sobretodo como vino tinto francés Cabernet Sauvignon) confiere cierta protección a la vasculatura cardíaca. Como si se tratara de una “aspirineta” alcohólica. Esta protección no se consigue con una dosis descomunal de alcohol. Ni nadie recomienda un whisky doble en el momento del infarto. En este caso no lo dude, vaya a urgencias pues el diagnóstico temprano es salvador como en el caso de nuestro Vicepresidente. Sin ponernos trágicos, recuerde: el vino, no la embriaguez, alegra el corazón del hombre.