Un viejo dicho local reza que "el Perú es Lima", algo que refleja el centralismo de un país cuya ciudad capital no sólo acoge a un tercio de su población, calculada en cerca de 33 millones de habitantes, sino que además vive socialmente divorciada del interior (las provincias).
Este fenómeno se vuelve más patente en épocas electorales, pero en la segunda vuelta que va a disputarse este domingo entre Pedro Castillo, de Perú Libre (izquierda), y Keiko Fujimori, de Fuerza Popular (derecha), el asunto ha alcanzado dimensiones inéditas.
El último sondeo realizado por la empresa Ipsos y publicado el 30 de mayo por el diario local, El Comercio, dio en el conteo general 45,1% a Castillo y 43,1% a Fujimori; sin embargo, en el detallado las distancias se transforman de una manera evidente.
En el voto del interior, Castillo alcanza 55,05% de las preferencias, mientras que Fujimori 33,2%. Sin embargo en Lima, Castillo logra un 29,1% y su rival derechista 59,4%. Esa fotografía se vuelve más quebrada tomando específicamente el voto de las provincias del sur, donde Castillo obtiene 67,6% y Fujimori apenas 21%.
Razones de división
¿Qué sucede para que Perú presente este divorcio? Nelson Manrique es sociólogo y catedrático en la Universidad Católica de Lima. En diálogo con Sputnik, el académico señala que "los problemas que se perciben en la capital son distintos de los que se perciben en las provincias, en las zonas rurales; no hay una sintonía de muchas propuestas electorales con lo que necesita la población indígena o campesina".
Visto así, aparece claro el hecho de que dos grupos sociales (el urbano y el rural) respondan a expectativas distintas y, por tanto, se decanten hacia candidatos que ofrecen propuestas que puedan satisfacer mejor sus demandas.
Ahora bien, ¿qué es lo que ofrece cada candidato en esta elección?, o dicho mejor, ¿qué ofrece Fujimori que hace que Lima la prefiera y qué ofrece Castillo para que las provincias lo apoyen?
La respuesta más inmediata, según Manrique, está en el modelo económico neoliberal actual que ha beneficiado más a la capital como el gran centro urbano de Perú, en contraste con el abandono que padecen muchas provincias.
Cuestión de modelo
En ese sentido, para el habitante promedio de Lima, el sistema, aún con sus deficiencias, es algo de lo que percibe beneficios en su cotidianidad y esa es, básicamente, la propuesta política de Fujimori: seguir con el modelo que alega que funciona, aunque precisa de ajustes o de mayor apertura o inversión.
Sin embargo, en las provincias el modelo es cuestionado y se demanda un cambio urgente y eso es lo que ofrece Castillo: un modelo económico de corte socialista que recupere los recursos naturales para el país y ponga fin a un Estado que no distribuye la riqueza, como ha afirmado de diversas maneras durante toda la campaña.
Por otro lado, se podría especular con elementos étnicos en un país que arrastra el lastre del racismo contra el indígena, como sugiere Manrique, y Castillo es un maestro campesino de Cajamarca (norte), una figura más cercana a las clases bajas que la limeña Fujimori. Es probable.