
Una historia que ha marcado a la comunidad internacional ha sido la guerra de Siria, que inició el 15 de marzo de 2011. El conflicto comenzó en medio de unas protestas pacíficas en Daraa, donde se exigían reformas democráticas inspiradas por la Primavera Árabe, con el fin de derrocar los regímenes autoritarios.
Pero lo que empezó como una revolución pacífica en contra del régimen de Bashar al-Ásad (quien heredó el poder en el año 2000 tras la muerte de su padre), se convirtió en un conflicto que ya ha superado los 14 años de guerra, gracias al apoyo de Rusia, Irán y Hezbolá, quienes han sido responsables del suministro de armamento, el despliegue de milicias y múltiples bombardeos.
Desde 2011 hasta el día de hoy, el Syrian Observatory for Human Rights (SOHR) y las Naciones Unidas han registrado al menos 656.493 muertos.
Esta guerra no es solo un conflicto entre sunitas, alauíes y chiíes; es un conflicto multilateral que ha cobrado la vida de niños, niñas, jóvenes, adultos mayores y de toda una población cuyo único “crimen” ha sido estar en el lugar equivocado.
Por tal razón, la comunidad internacional ha buscado estrategias de intervención para establecer un alto al fuego por vías tanto militares como diplomáticas.
El pasado fin de semana, al fin, se logró un alto al fuego en Sweida (sur de Siria). Desde el 16 de julio se había establecido un primer cese al fuego, pero este colapsó ante una nueva escalada del conflicto. El 18 de julio se logró un segundo alto al fuego multilateral coordinado y, desde el día 20 hasta hoy, la tregua se mantiene de manera frágil, mientras se inician las evacuaciones.
Diversos actores internacionales y regionales han manifestado su deseo de poner fin a la guerra en Siria, promoviendo soluciones políticas y humanitarias. Entre ellos, las Naciones Unidas, quienes han liderado iniciativas diplomáticas como las conferencias de Ginebra y el Comité Constitucional Sirio, con el respaldo de países europeos. Estados Unidos, aunque involucrado militarmente, ha apoyado procesos de paz y recientemente fue clave en la mediación del alto al fuego en Sweida. Jordania y Turquía, pese a sus intereses estratégicos, también han promovido acuerdos de distensión para estabilizar la región y contener la expansión de la violencia. La Liga Árabe, por su parte, ha buscado reintegrar a Siria a nivel diplomático, impulsando la normalización regional como vía para la reconstrucción y la reconciliación.
Por el contrario, los opositores al fin de la guerra o los que han apoyado al régimen de Bashar al-Ásad, han sido Rusia e Irán, quienes, como principales aliados, continúan respaldándolo militarmente para preservar su influencia en la región. También han sido obstáculos ciertos grupos rebeldes e islamistas radicales como Hay’at Tahrir al-Sham o remanentes del Estado Islámico, que rechazan cualquier solución negociada. Incluso Turquía e Israel, en determinados contextos, han adoptado acciones unilaterales (como ocupaciones o bombardeos) que dificultan una solución integral y duradera al conflicto.
Y aunque este conflicto no ha terminado, la comunidad internacional pone sus ojos sobre Siria y la continuidad de esta situación en los próximos días. Según el último informe de Reuters, al día de hoy 1.500 beduinos han sido evacuados de la ciudad de Sweida, durante este segundo alto al fuego.