La razón detrás de la renuncia de Laura Sarabia como Canciller

Jue, 03/07/2025 - 08:46
Laura Sarabia, una de las funcionarias más cercanas al presidente Gustavo Petro, renunció sorpresivamente al cargo de canciller de Colombia.
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EFE

La renuncia de Laura Sarabia como ministra de Relaciones Exteriores ha sacudido al Gobierno de Gustavo Petro, no solo por lo que representa políticamente, sino por la crisis institucional que refleja. En una carta dirigida al presidente, la exjefa de gabinete justificó su decisión con palabras contundentes: “En los últimos días se han tomado decisiones que no comparto y que, por coherencia personal y respeto institucional, no puedo acompañar”.

Aunque no lo mencionó explícitamente, la controversia en torno al contrato para la fabricación de pasaportes es la chispa que encendió su salida. Esta decisión no solo revive un conflicto no resuelto desde el 2023, sino que confirma fracturas dentro del gabinete presidencial.

Un conflicto que no da tregua

El tema de los pasaportes ha sido una bomba de tiempo para el Gobierno Petro. Todo comenzó cuando Álvaro Leyva, entonces canciller, suspendió la licitación que beneficiaba a Thomas Greg & Sons, empresa que llevaba más de 17 años manejando la expedición de estos documentos. Según Leyva, la licitación no garantizaba libre competencia. La respuesta fue una demanda por más de 117.000 millones de pesos contra el Estado colombiano.

La Procuraduría suspendió a Leyva, y su reemplazo, Luis Gilberto Murillo, también terminó fuera del cargo, aunque de forma voluntaria. Con la llegada de Sarabia, la tercera canciller en lo que va del mandato de Petro, se esperaba estabilidad, pero la realidad fue otra.

Sarabia intentó prorrogar el contrato con Thomas Greg & Sons como medida transitoria, una decisión que fue desautorizada públicamente por el recién nombrado jefe de Gabinete, Alfredo Saade, quien anunció un nuevo acuerdo con una empresa portuguesa para producir los pasaportes. La contradicción interna quedó al desnudo.

Una renuncia con mensaje

En su carta de renuncia, Sarabia escribió: “Mi renuncia es el resultado de una reflexión profunda, motivada por la responsabilidad que siento con mi conciencia, con el país y con la forma en que entiendo el ejercicio del poder público”. También dejó claro que, aunque se va, no lo hace en confrontación: “Le deseo un cierre de gobierno exitoso (…) siempre encontrará en mí una interlocutora abierta al diálogo”.

Las palabras de Sarabia dejan ver que la ruptura no fue ligera. El desacuerdo con decisiones de fondo —en especial las tomadas en su ausencia, mientras se encontraba de viaje en la República Checa— la llevaron a apartarse del cargo. Según fuentes políticas, la manera como se manejó el tema del contrato con Portugal fue el detonante definitivo.

El fin de un ciclo de poder

A sus 30 años, Sarabia había escalado rápidamente en el círculo de confianza de Gustavo Petro. Desde la campaña presidencial se consolidó como una figura clave, y tras su nombramiento como jefa de Gabinete, llegó a ser considerada la mujer más poderosa del Gobierno. Pasó por el Departamento de Prosperidad Social, el DAPRE y finalmente la Cancillería, donde su gestión fue marcada por discreción pero eficiencia.

Sin embargo, su creciente poder generó resistencias, en especial de figuras como Armando Benedetti, actual ministro del Interior y cercano al presidente. La rivalidad entre ambos se convirtió en uno de los ejes de tensión en el alto gobierno, especialmente en temas estratégicos como el manejo del servicio exterior y la contratación pública.

¿Qué sigue para el Gobierno?

Con la salida de Sarabia, el Gobierno Petro pierde una ficha clave, a poco más de un año del fin de su mandato. Su renuncia es también un mensaje político: las decisiones unilaterales, sin consenso dentro del gabinete, pueden generar fisuras profundas. Además, el tema de los pasaportes sigue sin una solución definitiva, y cada nuevo paso parece abrir más incertidumbre.

Mientras tanto, el presidente deberá definir un nuevo rumbo en la Cancillería, en un momento en que la política exterior y la institucionalidad enfrentan una fuerte presión. Lo que está en juego no es solo la producción de documentos, sino la imagen de un Gobierno que prometió cambio, pero que parece enfrentar más crisis internas que logros consolidados.

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La renuncia de Laura Sarabia no es solo la salida de una alta funcionaria. Es un mensaje político cargado de silencios elocuentes, de lealtades fracturadas y de una grieta que ya no se puede disimular.
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