Desde hace meses se comentaba que las elecciones legislativas de 2018 en Brasil serían de las más predecibles, con el menor porcentaje de renovación en las Cámaras. Pero el panorama cambió el pasado domingo 7 de octubre, cuando los cerca de 147 millones de electores definieron el mayor cambio de diputados de los últimos 20 años: cambiaron 243 de los 513 escaños, lo que representa una renovación del 47,3% del Congreso; muchos diputados experimentados fueron reemplazados por candidatos novatos.
Entre las formaciones tradicionales, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) sufrieron las mayores bajas. En la estela del gran fracaso de la candidatura presidencial de Geraldo Alckmin, el PSDB tuvo una reducción de 54 a 29 escaños en la Cámara de los Diputados, 25 menos que en las elecciones de 2014. El MDB, por su parte, se encogió de 66 a 34 escaños.
Por su parte, el Partido de los Trabajadores (PT), el mayor partido del Congreso, perdió 13 diputados y pasó de 69 a 56 escaños. La formación del expresidente Lula da Silva y del candidato a la presidencia Fernando Haddad sufrió, además, una gran sorpresa: la expresidenta Dilma Rousseff, que se presentó al Senado como representante del Estado de Minas Gerais y que aparecía en primer lugar en las encuestas, quedó en cuarto lugar y no consiguió su escaño.
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Este cambio en la política brasileña parece darse a raíz del éxito del candidato presidencial Jair Bolsonaro (46% de los votos), quien disputará la segunda vuelta presidencial con Haddad (29%). La ola conservadora liderada por Bolsonaro ha fortalecido la aparición de pequeños partidos en Brasil y le ha quitado poder a las formaciones más tradicionales.
Las formaciones cercanas al –hasta el momento pequeño y políticamente aislado– partido de Bolsonaro, el Partido Social Liberal, y también vinculadas al ideario conservador ampliaron su representación en las Cámaras para la próxima legislatura.
En un escenario de fragmentación récord —30 partidos eligieron sus parlamentarios—, formaciones como el Partido Republicano Brasileño (PRB), vinculado a la Iglesia Evangélica Universal, mejoraron su desempeño.
Este año los brasileños escogieron una bancada “bolsonarista”. El mejor ejemplo es el estado de Sao Paulo, donde los dos candidatos que recibieron más votos pertenecen al PSL.
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En primer lugar está Eduardo Bolsonaro, hijo del candidato (con 1,7 millones de votos), y la ex reportera Joice Hasselmann, conocida por difundir noticias falsas a través de las redes sociales (con 1 millón de votos).
El tercero más votado en esta región, la más rica del país, fue Celso Russomanno (PRB), seguido de Kim Kataguiri (Democratas), uno de los líderes del grupo de derecha Movimiento Brasil Libre, que organizó manifestaciones callejeras en todo el país en 2016 a favor del impeachment de la expresidenta Rousseff. También figura el Capitán Augusto (PRB), miembro destacado de la “bancada de la bala”, que defiende la libre posesión de armas.
Politólogos y analistas electorales consideran que el escenario ha cambiado “porque el elector medio se ha vuelto más conservador”.
“Durante los gobiernos del PT y del PSDB, como el de (el expresidente) Fernando Henrique Cardoso, los ciudadanos se identificaban con la centro-izquierda, pero han ido hacia la centro-derecha”, dice Ricardo Caldas, catedrático de la Universidad de Brasilia.
